Solución.

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—Quisiera poder decirle que esta situación tiene otra solución pero la verdad es que no la tiene, Su Majestad. Usted me pide que haga mi trabajo y estoy haciéndolo, es usted quien se rehúsa a llevar a cabo la parte que le toca.

La insolencia de Cadell, me tenía harto.

Gruñí alzándome de mi trono.

—Y permítame añadir que contraer matrimonio, no conseguirá otro efecto que enterrarlo a usted en su caída, todavía más.

—¡Cadell! —rugí.

—Gritarme no mejora sus argumentos, Su Majestad. Si quiere mi renuncia, la tiene. De cualquier modo, qué diferencia hace que permanezca a su lado, si usted no está dispuesto a escucharme, si ignora mis sugerencias. Dudo que pueda hacer mucho más por usted, que nadie más pueda hacer mucho más por usted, Su Majestad.

—¿Cómo te atreves?

La sangre se puso a bullir en mis venas. ¿En verdad tenía el descaro?

—Señor, cuando comencé a trabajar para usted, le prometí que siempre tendría mi sinceridad, que le sería fiel. Eso hago. No es mi intención verlo destronado, sin embargo, su accionar... —Cadell avanzó unos pasos hacia las escalinatas en lo alto de las cuales, me encontraba en pie—. Si al menos hubiese comentado conmigo lo que planeaba hacer, podríamos haberlo resuelto de otro modo. Ella podría haber desaparecido en el norte.

¿En verdad estaba diciéndome aquello?

—La diferencia habría sido enorme. Ella se habría convertido en la heroína de todos y su pueblo se habría compadecido de usted por perder a su compañera. Pero Señor, la situación es muy distinta ahora. Usted la sacó de aquí a la fuerza, se la arrebató a su nueva familia, a sus compañeros de legión y por sobre todo —detuvo otra vez—. El general... cuando regrese...

Por supuesto que entendía que cuando Morgan regresara, empeoraría.

—Lo hecho, hecho está —mi voz sonó áspera.

—Y usted no quiere dar marcha atrás.

Por supuesto que quería, me deshacía de ganas de tenerla a mi lado otra vez, de poder respirar el olor de su piel, besar sus labios, verla sonreír, experimentar sus caricias.

—Adelantaré mi boda con Beth —anuncié.

—¿Para cuándo?

—Quisiera que fuera pronto, en unos días. Será una boda íntima—. Bilis trepó por mi garganta porque sentía asco de mí mismo pero simplemente no podía fallarle a mi padre ni a mi hermano, no podía entregar mi trono así, aún confiaba en poder hacer algo por mi gente.

—Se lo comunicaré a Ivany más no puedo asegurarle que resulté, Su Majestad. Siquiera puedo confiarme de que funcione frente al Concejo. Marrigan está furiosa.

—Ya lo sé.

—Y su hijo.

—Es de esperarse.

—Tal vez si Beth engendrara pronto.

Cerré los ojos cuando el desayuno, trepó por mi garganta.

—Eso enfurecería más a Marrigan pero quizá aplacara al Concejo —añadió—. Sin embargo confío en que teniendo usted una esposa y un niño por venir, aplaque los ánimos seguramente muy exaltados del general.

Accionar en estos términos, me resultaba repulsivo sin embargo, qué más podía hacer. Morgan en este instante, no podía se rey porque toda decisión que fuese a tomar, estaría empujada por odio hacia mí, además corría el riesgo de que él la trajese de regreso y eso no debía suceder; Charlotte no lo amaría jamás, él la pondría en peligro y todo empeoraría, lo sabía, podía sentirlo.

Un reino desolado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora