Mucho más que amor.

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Tenía la mano sobre la manija de la puerta lista para abrirla cuando Claudio llegó al otro lado al cabo de trotar por delante de su vehículo.

Solté la manija y él abrió la puerta para mí para proceder a tenderme su mano.

Recogí mi falda y de paso aproveché para secar mi palma en el vestido, no quería que mis nervios fuesen todavía más evidentes. El trayecto hasta aquí había sido tenso y cuando no nos separaba el silencio, lo hacia una conversación tirante que no era común entre nosotros porque entre nosotros, hasta ahora, incluso hablar del transito o del clima se sentía fluido y nada forzado.

Claudio había intentado conversar conmigo sobre las áreas que mamá interpretaría esta noche y yo no logré hacer mucho más que soltar monosílabos mientras me esforzaba por descubrir a quien tenía a mi lado, eso cuando mi cerebro no se repetía a sí mismo, angustiado, que enloquecía.

Tal vez estuviese enloqueciendo más a mi cuerpo eso no le importaba y no bajaba la guardia. Mi pulso no lograba calmarse y mis músculos permanecían en tensión.

Posé mi mano sobre la suya y él me sujetó con fuerza, no permitiéndole a mis dedos, tomar distancia de los suyos. Claudio me pegó a su lado e inclinó su rostro sobre mi cuello para poner un beso justo debajo de mi oreja, hasta unas horas atrás, este gesto suyo, hubiese disparado deseo en mí, sin embargo en este momento en mi interior, se libraba una batalla sin cuartel, la duda haciéndole frente a lo que solía ser la confianza ciega que sentía por él.

—No me cansaré de decirte lo bella que luces. Ese vestido amerita una corona sobre tu cabeza.

Espié en su dirección sin mover su rostro.

—Charlie —me llamó.

Esperé y él continuó.

—Te devolveré el lugar que es tuyo.

No despegué los labios ni aparté mi mirada de la suya.

Sonrió.

Sin soltar mi mano, giró la cabeza y cerró la puerta del coche. Puso la alarma.

—Mejor nos damos prisa que nos esperan.

Con mi brazo enredó el suyo y sin más, nos pusimos en marcha en dirección al teatro.

Una vez más deseé poder tener mis armas conmigo porque sentía que las necesitaba. Mi mamá, mi abuela, mi hermano e incluso Sofía y Thiago estarían aquí. Sofi me había llamado media hora atrás para contarme que mamá la llamó por teléfono para invitarla y darme la sorpresa, ella nos quería a todos aquí y a mí me preocupaban sus motivos. Sofi me contó que mamá sonaba muy emocionada cuando le hablaba y eso me daba miedo.

Divisé las escalinatas de piedra del gran teatro de ópera y un instante después, estaba trepándolas todavía con mi brazo en el suyo.

Con Pedro acordáramos encontrarnos en el hall principal y allí estaba él junto a papá, la abuela, Sofi y Thiago, todos listos para la noche de gala.

Hubo intercambio de besos y abrazos. Papá elogió mi vestido y la abuela también, mi hermano elogió mis hombros y me peguntó en qué momento me había puesto tan musculosa. Con Sofía, que teníamos unos días de no vernos y apenas hablar por teléfono, cruzamos un par de miradas con las que nos prometimos ponernos al día de todo lo que sucedía en la vida de ambas, muy pronto. Tenía tanto para contarle mas dudaba que ella deseara escuchar toda la historia o que fuese a creer en mis palabras. El pobre de Thiago, desde su bastón, con su pierna derecha en una bota negra y golpes todavía visibles en su rostro nos contó sobre su accidente, resultó ser que alguien había logrado ver la matricula del coche que lo arrolló y que ese mismo coche, apenas una hora antes, fuera denunciado robado por lo que no tenían ni idea de quién era el responsable. El automóvil apareciera apenas dos días atrás, abandonado y quemado en un descampado fuera de la ciudad.

Un reino desolado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora