𝟱𝟮| 𝗥𝗢𝗣𝗔 𝗡𝗘𝗚𝗥𝗔 𝗬 𝗙𝗟𝗢𝗥𝗘𝗦 𝗕𝗟𝗔𝗡𝗖𝗔𝗦.

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─¡Voy a vomitar! ─chillé entrando en pánico.

No podía más, el olor a champú y a laca me tenía el estómago revuelto. Miré  a mi alrededor buscando algo donde aliviar el malestar pero no estaba segura de que pudiera aguantar lo suficiente como para levantarme.

─¡¿Dónde está el baño?! ─pregunté sintiendo el nudo que subía desde mi estómago.

De repente, alguien se acercó a toda velocidad sosteniendo un cubo de basura entre sus manos, y no me importó que estuviera lleno de papeles, envoltorios y restos de cabello, sólo lo agarré, me incliné sobre él y solté todo lo que tenía por dentro.

─Carajo. ─me quejé con dificultad para respirar. 

Sentía como si se me estuviera quemando la garganta, simplemente horrible. Me daba mucha vergüenza estar así, en medio de la peluquería y con todos los ojos puestos en mí. Esmeralda, la chica que me estaba arreglando el cabello, me sujetó el pelo para evitar que se me ensuciara de porquería mientras me acariciaba la espalda con suavidad tratando de calmarme.

─¿Estás bien? ─preguntó con preocupación─. ¿Estás segura de que no quieres que llame a tu hombre?

Pude verla señalar a Stephen con la cabeza, quien estaba sentado en la parte delantera de la tienda junto al resto de los hombres que esperaban a sus mujeres y los que esperaban su turno para que les cortaran el cabello.

─No, no hace falta. ─dije tratando de sonreír─. Estoy bien, sólo son las náuseas del embarazo.

─¿Segura? ─insistió.

A todo esto, gracias a la división de cristal ahumado, el castaño no se había dado cuenta de absolutamente nada de lo que estaba pasando aquí atrás.

─Sí, segura. ─afirmé─. No es nada grave, sólo es raro porque nunca las había tenido antes, pero supongo que es normal.

─Así me pasó a mí cuando quedé embarazada de mi último y sexto hijo. ─añadió una mujer desconocida con la cabeza envuelta en papel aluminio─. No sentí náuseas hasta casi el quinto mes, y luego de eso fue como volver a cuando estaba embarazada de mi primer hijo. Fue una pesadilla insoportable, no podía dormir, me meaba encima y tenía los pies hinchados como un sapo.

Seis hijos. Seis. ¿Cómo demonios puedes criar a seis niños? ¿Cómo los cuida? ¿Cómo los soporta?

─Sí... qué fuerte. ─me esforcé por sonreír mientras regresaba el cubo de basura al suelo, pero no tan lejos por si acaso lo necesitaba otra vez.

Tragué saliva con fuerza sintiendo un nudo en la garganta. La ignoré y me quedé en silencio mientras el resto de las mujeres presentes empezaban a contar sus experiencias con el embarazo, felices y orgullosas, como si tuvieran una vida perfecta.

─¿Qué te vas a hacer hoy en el cabello? ─Esmeralda retomó mi atención mientras me llevaba a la silla lavacabellos.

─Ya sabes, lo mismo de siempre. ─respondí sin ánimos─. Nada muy llamativo porque voy a un funeral.

─¿Funeral? ─repitió sorprendida─. ¿De quién?

─Del... padrastro de mi mejor amiga. ─me encogí de hombros─. Bueno, más o menos. No era muy bueno con ella, ni con nadie, la verdad.

─Lo siento mucho, nena. ─respondió haciendo una mueca de compasión─. ¿Y cómo estás tú?

─Estoy... mejor que nunca. ─sonreí débilmente─. No es que me afecte mucho su muerte porque en realidad no lo conocía muy bien. Sólo voy porque debo apoyar a mi amiga.

NO ES TUYO, ES NUESTRO © » 1M8.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora