𝟰𝟱| 𝗟𝗢𝗦 𝗣𝗟𝗔𝗡𝗘𝗦 𝗤𝗨𝗘 𝗛𝗜𝗖𝗜𝗠𝗢𝗦.

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Paseaba por el pasillo de los tintes en el Fresh Market buscando uno que fuera apto para embarazadas. Leí en internet que algunos tintes podían ser dañinos para los bebés así que no quería correr ningún riesgo, pero tampoco quería seguir viendo mis raíces rubias creciendo más y más.

Odiaba mi cabello rubio, no me traía buenos recuerdos así que... prefería cubrir esas hebras doradas como el sol y alejarme de esa imagen todo lo posible, por eso, desde hace años me tiño el cabello de negro. Me gustaba cómo ayudaba a resaltar mis ojos grises y a la vez me daba un aire rebelde y misterioso, aunque había un problema, por más que me aplicara el Black Velvet, mi tinte favorito, mi cabello siembre se veía castaño claro, casi como si mi genética se rehusara a aceptar el cambio.

Suspiré y cogí una caja de un tinte nuevo que decía ser libre de amoníaco y tener ingredientes naturales. Lo lancé a la canasta y decidí seguir caminando por el supermercado para comprar algunas cosas que me hacían falta en la casa.

─Leche, huevos, pan, queso, papel higiénico y detergente. ─susurré leyendo el papel en mi mano.

Empecé a recorrer los fríos y solitarios pasillos del local, todavía me dolían las piernas después de mi última noche con Steph, así que en un intento desesperado por dejar de pensar en él, aceleré el paso hasta que choqué por accidente con un sujeto que se encontraba de espaldas. Era alto y de cabello muy corto, llevaba puestos unos lentes oscuros y un hoodie verde menta que le quedaba bastante grande.

─¡Oh, lo siento mucho! ─exclamé algo sobresaltada al ver que a causa del golpe sus lentes salieron volando.

Y entonces, mientras intentaba acercarme para levantar sus lentes, una suave voz llegó a mis oídos.

─¿Cissy?

Sentí que se me detuvo el corazón y me costó unos minutos reaccionar ante lo que terminaba de escuchar. No podía ser cierto, no podía ser posible. Me quedé inmóvil y levanté la mirada lentamente en su dirección para descubrir que aquel hombre... no era realmente un hombre, era...

─¿Camille? ─solté con un hilo de voz.

Se me revolvió el estómago y las ganas de vomitar se hicieron presentes, igual que los vívidos recuerdos de lo que pasó la última vez que la vi, llorando luego de confesarle aquella pesadilla que me estuvo persiguiendo por años.

Estaba pálida, tenía unas grandes bolsas negras debajo de los ojos, como si llevara mucho tiempo sin dormir, pero no sólo esto, también tenía algunos moretones en la cara y una herida en el labio que parecía bastante reciente, igual que el resto de los hematomas. 

Me quedé sin aliento y me costó reaccionar, pues no podía creer que realmente fuera ella. Su cabello largo había desaparecido, su hermosa y suave cabellera, misma que le llegaba un poco más abajo de las caderas ya no estaba, y con lo que le quedaba de pelo ni siquiera alcanzaría para hacerle un moño.

─Camille, ¿Qué te pasó? ¿Por qué te ves así? ─pregunté horrorizada.

Ella empezó a negar rápidamente.

─Lo siento, no puedo quedarme a hablar, tengo que irme. ─dijo dando un par de pasos hacia atrás y colocando la lata de duraznos que tenía en la mano de regreso a la repisa. 

─¿Irte? ¿A dónde?

─Nada, nada, sólo... déjame en paz, por favor. 

La chica se agachó con rapidez para recoger sus lentes y empezó a caminar por el pasillo mientras se alejaba de mi a toda velocidad.

─¡Espera, no te vayas tan rápido!

Empecé a correr con dificultad detrás de ella intentando alcanzarla pero se negaba a detenerse, sólo seguía caminando con la cabeza agachada y los hombros encogidos.

NO ES TUYO, ES NUESTRO © » 1M8.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora