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Cuando me desperté en la mañana supe que nuevamente sería un día de mierda. Que apenas apareciera el primer inconveniente mis ganas de vivir se evaporarían como todo México en días de calor.

Aunque, ¿cuándo no hacía calor? Era un puto horno. Pero casi todas mis blusas eran de manga larga así que sudaba mucho. Podría comprarme un par nuevas para dejar este calvario, pero eso era un lujo para nosotros.

Mientras me aseaba pensaba en el sueño que había tenido la noche anterior: yo apunto de tener algo más que simples besos con un hombre, pero no era cualquiera; sino el Charro Negro. La clásica leyenda de la que sí se tiene registros que comprobaban su existencia. No se le veía la cara así que su identidad seguía siendo desconocida, pero me fue tan raro que no podía hacer más que reír al recordarlo. Me bromeaba sobre eso para evitar mis problemas.

Bajé a desayunar con la compañía de mi madre, padre y hermana menor de apenas cinco años. A veces pienso en por qué decidieron tener otro hijo estando como están, pero no porque me cayera mal mi hermana, la amaba demasiado, sino por lo escasos que eran los empleos en esta ciudad.

Mi padre tomó un pedazo de pan y lo mordió como si nada. Yo miré algo incómoda su acción, pero tenía mis razones.

Mi padre trabajaba de minero, heredando la profesión generacional de mi familia. Estaba tan acostumbrado a la suciedad y la tierra en sus uñas que ni siquiera se molestaba en tratar de limpiarla. A veces se venía a dormir conmigo cuando ni siquiera era capaz de llegar a la habitación que compartía con mi madre, apenas me daba cuenta lo mandaba a bañarse, era asqueroso. Eso sí, no me desagradaba la compañía de mi padre, se sentía como tener la edad de Alicia, mi hermana, nuevamente.

Al término del desayuno papá acompañó a Alicia a su kinder, y yo les seguiría minutos después para ir a la plaza cerca de su escuela a buscar trabajo. Aunque no era mi pasión la compra y venta, no me importaba mientras pudiera ayudar.

Me era raro no trabajar teniendo 23.

—¿Te digo algo? Eres muy madura para apenas ser una mujercita joven. — mi madre me dijo mientras acunaba mis mejillas en la puerta de la casa. Sabía que me encantaba que me hicieran eso. — Gracias.

—¿Por qué? ¿Por no causarles problemas? — bromeé un poco abrazándola.

—No digas eso, me refiero a ser tan buena. — ¿buena? ¿En qué? Si para mí yo no hacía nada. Preferí no comentar nada y le di un beso en la mejilla a modo de despedida. Cuando vio que estaba planeando irme, con esa mirada reprobatoria me dijo que me devolviera. Me dio la bendición tan lentamente que se sintieron como décadas. — Que Dios te proteja.

Hice una mueca leve. Parecía que la vida estaba empeñada a recordarme que siempre sería miserable ya que mi fe era bastante frágil, pero no podía decirle a mi mamá o se infartaría.

—Ya me voy. — abrí la puerta y salí por ella lo más rápido que pude.

Dejando ese desagradable hecho de lado, me dirigí a la plaza, donde se encontraba el increíblemente grande mercadillo. Vivía por San Nicolás de los Garza. Me pasé la tarde entera preguntándole a los vendedores de los alrededores si había algún trabajo nuevo, algo que yo pudiera hacer, pero nada. Los de ahí me conocían a mí y a mi familia demasiado bien y se podría decir que hasta éramos conocidos.

Aún seguía pensando un poco en mi sueño. ¿Por qué lo habré tenido? Tal vez por yo atiborrándome de ideas relacionadas la noche anterior. Traté de dejar todo atrás regresando a casa, me idealicé la escena que me encontraría: mi madre haciendo la cena, mi padre sucio como si se hubiera restregado en el suelo por sólo un día de trabajo y mi hermana contándoles lo que sucedió en su ajetreado día de enseñanzas.

No me equivoqué, la única diferencia es que no me involucré en su plática como usualmente lo hacía. Estaba hundida en mis pensamientos, mis locos pensamientos. Padre no parecía muy animado, eso significa que no ganó mucho hoy, y estando como estábamos... llegué a la conclusión de que el dinero no llegaría por su causa, sino por la mía, pero no seguiría buscando trabajo, ahora estaba pensando en algo un poco más grave.

Debía de estar loca de remate. Tal vez por eso lo soñé, ¿no? Mi subconsciente me dio una idea y la iba a poner en práctica.

¿No hay dinero con el cual subsistir a tu familia? Haz un trato con el diablo.

✓ DON'T BLAME ME, leo san juan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora