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—Nos volvemos a encontrar, desgraciada.

Mi pulso se aceleró demasiado por la persona que tengo frente mío, que en este momento me sonríe falsamente. Su agarre es bastante brusco por lo que en esa sonrisa perfecta percibo un atisbo de desprecio.

¿Leo San Juan? ¿O el Charro Negro? No sé quién es el que mira a través de mí con esa mirada afilada.

A diferencia de hace años, el cabello le había crecido un poco arriba de la barbilla. En otro hombre, como Mateo, me habría desagradado el corte, pero la verdad no sabía si se veía igual o más guapo. Su ropa era la misma de siempre, y se me hizo verle una muy pequeña cicatriz en la frente que definitivamente se le quitaría pronto.

—¿Qué? ¿Te quedaste sin palabras? — su agarre se hace más fuerte con cada segundo que pasa. Jadeé al sentirlo tan cerca. — ¿De verdad creíste que podrías esconderte de mí usando esto? Eres una tonta. — me quitó el ojo de venado que tenía puesto de un jalón y lo rompió cerrando la mano alrededor de él, los pedazos cayeron al suelo en seco, dejándome perpleja por todo lo que estaba pasando. — Me pregunto qué haces aquí, tan sola, a mi merced. ¿Pasó algo con algún familiar? Porque sé que no volverías aquí ni estando muerta.

Entonces conecté los puntos.

—¿Usaste a mi hermana como carnada, maldito? — me atreví a tratar de empujarlo, pero volvió a aventarme contra la pared.

—Mejor agradéceme que no le hice nada.

—¿Nada? ¿Acaso viste lo que le provocaste? ¡Está muy grave!

—No quiero hablar de tu puta hermana. — escupió las palabras, acercándose más. — Mejor quiero hablar de lo que pasó, ¿sí? O eres tan desgraciada que no querrás. Dime, ¿mínimo has seguido las reglas?

—¿Eh?

—Las tres reglas que te pedí que siguieras. — repitió con lentitud. Al ver que no respondí y mi expresión (que de seguro era ridícula), se enderezó. — ¡¿De verdad?! ¡Tres jodidas reglas, y no pudiste seguir ni una! ¡¿Eres estúpida?!

Dios, está tan obsesionado.

—Estás gritando mucho.

—¡Me importa un carajo! — golpeó la pared, liberándome de su agarre. Cerró los ojos, apretando los puños. Por un momento pensé que perdería el control y me golpearía, pero se limitó a negar con la cabeza, con la mirada baja. Luego me echó una ojeada y volvió a llevarse las manos a la cabeza. — ¿Sabes qué? Ni siquiera me sirves, pero que sepas que esto no se va a quedar así. Ya lo decidí. No te voy a llevar ahora, pero te voy a hacer sufrir demasiado antes de morir, te voy a hacer sufrir lo mismo que yo hace años. Y cuando venga por ti, escapar ya no será una opción. Porque seré como tu sombra.

Volvió a acercarse a mí y pegó nuestros cuerpos. Giré la cabeza, evitando verlo.

No, no podía verlo a los ojos de nuevo. Porque tendría que ver directamente los rubíes a los que renuncié cobardemente. Pero él me tomó del mentón y me giró la cara bruscamente, obligándome a hacerlo. Hacer algo que no creí que volvería a suceder.

Sus ojos seguían siendo completamente hermosos, igual a como eran hace años, hipnotizantes para cualquiera que los viera. Sin embargo, esto expresaban furia, verdadero enojo. Un sentimiento el cual nunca había visto en sus orbes al dirigirse a mí. Me congelé más, producto del miedo.

Pero me eché a correr en dirección al piso de abajo en cuanto reaccioné. Lo sentí seguirme muy de cerca pero no me detuve, con cuidado de no tropezar y romperme el cuello, eso sería desafortunado. Llegué a la cocina sintiendo que las piernas me fallarían en cualquier momento. Abrí torpemente un cajón y tomé un cuchillo, tomándolo del mango con firmeza.

✓ DON'T BLAME ME, leo san juan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora