009

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Me encontraba mirando fijamente el techo, pensando en lo sucedido. Estoy segura de que esta segunda vez fue jodidamente mejor que la primera. Trato de recrear los momentos en mi cabeza para reflexionar, pero no puedo, porque además de que no tengo una capacidad de concentración muy buena...

El moreno ojirubí me distraía al estar lamiendo, chupando y mordiendo cuidadosamente mi pezón izquierdo, pareciendo un bebé bebiendo leche del seno de su madre. Su dedo anular acariciaba mi clítoris repetitivamente. Yo me mantenía gimiendo en silencio, me hacía sentir muy bien.

Se había quedado así desde que terminamos el acto, no parecía tener intenciones de querer separarse, y yo no lo iba a detener. En ocasiones nuestros ojos se conectaban y solo podía sentirme bien por esos ojos rubíes reflejando serenidad y calma. Sentimientos que de seguro no dejaba entrever con regularidad.

Sinceramente, estoy pensando que está tratando de extender mi estadía, retrasándome. Incluso cuando empezó a juguetear con mis pechos traté de moverme, para acomodarme obviamente, y su reacción fue aferrarse a mí. Pero ¿por qué? No lo entiendo...

Me da la impresión de que el chico que me está comiendo las tetas justo ahora es más de lo que ha admitido.

Comenzó a morder con más fuerza y su dedo acarició más rápido, mis sucios sonidos fueron en aumento. Mis dedos se perdieron entre sus hebras castañas y las jalé un poco conforme continuaba.

—Estás más preciosa que nunca... qué bonitos. — me chupó gustosamente, sin dejar de observarme, o a mis pechos, que son como un manjar ante sus ojos. Mis gemidos subieron de volumen en cuanto finalmente dejó en paz mis maltratados senos y se abalanzó contra mi intimidad, como un lobo con un pedazo de carne. Imitó el mismo proceso: lamer y chupar, concentrándose en mi botón rosado. Agarró mis piernas y las abrió aún más, haciéndose un espacio entre ellas. — Yo me encargaré de proporcionarte todo el placer que tú quieras. — murmuró sonriéndome con sensualidad. Su aliento cálido chocó contra mi humedad. — Solo tienes que pedirlo y yo te lo daré.

Como una boba retrasada, asentí. En la vida me hubiera imaginado que me harían algo así, o al menos no tan detalladamente. No sé en qué parte del techo posar mi mirada. Estoy tan excitada que hasta me da vergüenza admitirlo.

Siguió observándome pervertidamente a pesar de que básicamente tenía la cara enterrada entre mis piernas. Su lengua jugueteó en mi clítoris y sobre la entrada de mi vagina, hasta finalmente simular una penetración con su miembro bucal.

Para cuando llegué al orgasmo, era un desastre lagrimoso con el muslo interno cremoso por mi líquido blanquecino en abundancia. El chico se relamió los labios frente a mí, sin disimular para nada. Yo me sonrojé aún más ante su audacia.

Me besó de nuevo, siendo tan apasionado como siempre. Le correspondí de inmediato y sin vacilar. Su cuerpo desnudo me llama, nuestro contacto piel con piel me parece una bendición, no quiero separarme.

Pero como todo lo bueno tiene que terminar, se alejó de mí. Se sentó al pie de la cama, dándome la espalda. Lo observé sintiendo como su calor me abandonaba una vez más, por lo que me cubrí con la sábana.

Fue una noche... loca. Más que eso. Ambos nos habíamos demostrado mutuamente, una vez más, que éramos unos sentimentales, y para qué negarlo. Tuvimos relaciones dos veces y ya nos habíamos contado cosas personales... ¡ya me había dicho su hombre incluso!

—¿Puedo llamarte así? — mascullé. — ¿Leo?

No dijo nada por un minuto entero, uno que me pareció eterno y me hizo llegar a pensar que lo había molestado. De verdad creí que había sido así porque se enderezó y eso solo lo hacía ante situaciones específicas. Supongo que él no es el único que analiza el comportamiento del otro e identifica lo que siente por un simple movimiento.

✓ DON'T BLAME ME, leo san juan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora