—¿Dónde está mi peluche?
Exclamé exasperada al entrar en la cocina, donde Brenda se encontraba haciendo el desayuno, ajena a todo lo que sucedía en mi vida. Frunció el ceño a ver lo nerviosa que estaba.
—¿Tu ajolocornio? Lo metí a lavar, ¿por qué?
Finalmente me permití respirar, más calmada.
—No, por nada...
Sonrió de lado, y me doy cuenta de lo que eso significa. Seguramente lo había olido y se dio cuenta para qué solía usarlo durante las noches. Si era el caso, ya tenía algo con lo qué burlarse de mí.
—Da miedo que dependas emocionalmente de un peluche.
—Tú dependes psicológicamente de tu novio, y yo no lo ando divulgando. — le gruñí.
—Ja, ja.
Además de placer, el dormir con el peluche me brindaba cierta protección. Me hacía creer que él seguía ahí, que esa parte tierna de él seguía para mí, que era el objeto peludo y cálido al que me aferraba.
Básicamente, mi plan para el día fue ayudarle a Brenda a hacer unas pulseras de la amistad para un concierto al que iba a ir, que claro que me hizo una también, lo mínimo que debo obtener después de pasarme la tarde aplastándome el culo en la silla, rodeada de cuentas de colores e hilos.
En fin, como las dos somos doctoras, tenemos buen pulso y todo eso, por lo que hicimos muchas, y, en realidad, fue divertido.
Estábamos en silencio al estar concentradas durante la manualidad, aunque sacábamos tema de conversación de vez en cuando. Me di cuenta de que hacer pulseras mientras pensaba en mis problemas es pacífico, casi terapéutico.
Pensé en lo sucedido, lo cual me daba ganas de llorar y provocó que hiciera un esfuerzo sobrehumano para contenerme. Ayer en la mañana cuando me metí a bañar me di cuenta de que me había dejado marcas. Marcas de verdad, no de esas que se quitaban al día siguiente. Él realmente se había creído que era suya, y aunque era verdad, tampoco tenía que hacerme esto. Creo que no lo merezco.
¿O sí? Estoy tan confundida.
Lo recordaba a él haciéndome el amor mientras me decía al oído con voz ronca y llena de excitación que era suya, que le pertenecía, que solo él podía tocarme a su antojo, manipularme. A veces todavía podía percibir su esencia, impregnada en mi ser, lo caritativo que había sido al darme placer en cada encuentro que se aferraba a desaparecer de mi memoria, el sentimiento tan profundo que había despertado en mí: amor. El mucho amor que le tenía.
Entonces no entendía, de ninguna maldita manera, de qué modo se había esfumado todo eso.
O, sí lo sabía. Lo perdí. Yo misma lo dejé ir. Y ahora solamente volvió para hacer su trabajo.
Debió de haber sido que sería la primera en irme.
—Listo. — le dije, metiendo la montaña de pulseras en una bolsa, para que las intercambie o lo que sea que fuera a hacer con ellas. También tenía varias puestas en los dos brazos, casi llegándole hasta el codo.
—Gracias. No llames a menos que sea una emergencia, como que se esté quemando la casa. — ya estaba vestida así que ya se iba al concierto, con Mateo probablemente, y no volvería en unas horas. Asentí, pero me dedicó una mirada severa. — Una emergencia de verdad. No una araña o cualquier insecto del tamaño de un grano de arroz.
Rodé los ojos. — Sí, como sea.
Cuando se fue, empecé a pensar en algo que pudiera hacer. Haría más pulseras, pero ya casi no habían hilos ni cuentas, compraría más después. Luego de sacar el ajolocornio de la lavadora y que oliera muy rico, decidí irme a a mi habitación a dormir, porque no tenía nada mejor qué hacer, era sábado. Aunque me desanimé al cruzarme con cierta persona.
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✓ DON'T BLAME ME, leo san juan.
Hayran Kurgu༉ ︵͡ ⁺ 💭 .𖥔 ݁ ˖ 𝖉𝖔𝖓'𝖙 𝖇𝖑𝖆𝖒𝖊 𝖒𝖊 ✦ ،، necesitaba dinero. necesitaba mantener a su familia, a pesar de que ella, la hija mayor de aquel matrimonio, no fuera la más apta para proveerles alimento. desesperada, toma una decisión que...