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«Te espero en el ala cerrada».

Lo vi fruncir el ceño con confusión ante mi carta, aunque segundos después sonrió. Yo también lo hice con la misma malicia en mi mirada, me relamí los labios.

El ala cerrada era un área que nadie frecuentaba debido a que esta estaba en remodelaciones. No fue difícil averiguarlo, después de todo llevaba ahí un tiempo.

Minutos después de haber completado todas sus actividades y que yo lo observara sin que nadie se diera cuenta, empezó a caminar hacia donde yo le había indicado, abriendo la puerta del ala cerrada. Me apresuré para entrar antes de que esta se cerrara, escondiéndome entre las sombras.

Manuel se giró sobre su eje al sentir movimiento, pero no vio nada. Volvió a caminar buscándome con la mirada.

—¿____?

Rodé los ojos al oírlo hablar con emoción, era tan estúpido. Me escabullí detrás de una pared cercana a él, asomando un poco la cabeza.

Entonces alcé mi látigo y lo golpeé con él, tomándolo desprevenido, cayó al suelo. Se apresuró a girarse, descubriendo mi identidad. Pude ver una herida punzante y algunas gotas de sangre bajar por su pómulo izquierdo.

—Tú no eres ____.

Mi sonrisa se hizo más grande.

—Procura no hacer mucho ruido.

No sabía si había sido convincente pero ese parásito parecía habérselo creído todo, mi plan meticulosamente planeado iba a la perfección. Además, el ala cerrada estaba apartada, lo suficiente para que, si llegara a gritar, nadie pudiera escucharlo.

La idea de que le pudo hacer algo a ____ lo carcomía por dentro, lo torturaba. La forma en que perdió el hambre y lloró en mis brazos creó una presión desagradable en mi pecho.

¿Qué cosas, no? Pensó que ella iba a gritar de placer pero justo ahora yo lo tenía gritando de dolor.

En algún momento logró ponerse de pie y darme un puñetazo, lo que hizo que mi ira volviera 10 veces más grande. Volví a usar mi látigo. No era mi intención amedrentarlo y que se alejara definitivamente de ____, quería matarlo. Quería ser lo último que vieran sus ojos, quería ver a su familia sufrir como yo había tenido que verla an ella. Aunque un poco hombre como él no debía ser muy querido.

Estaba a punto de dejarlo inconsciente, o muerto tal vez, cuando sentí una mano en mi hombro que inútilmente trató de hacerme a un lado. Giré la cabeza, descubriendo a la persona por la que estaba haciendo todo eso.

Estaba notablemente perpleja por lo que estaba presenciando. Si bien sabía lo que hacía, nunca lo había presenciado en verdad. Tenía a un hombre a mis pies totalmente magullado por mi látigo y mis puños, por mi ira inherente.

—¡¿Qué estás haciendo?! — nuevamente trató de separarnos, aunque con más fuerza, logrando que me tambaleara. Le di una última mirada para asegurarme de que estuviera inconsciente, tal y como lo había dejado. Me dejé arrastrar unos metros por ella hasta que me soltó. — ¡¿Qué te pasa?!

—No se suponía que vieras esto, ¿cómo...?

—Manuel me envió un mensaje hace unos minutos, creí que lo había bloqueado... ¡¿estás loco?!

Su enojo y decepción casi me hizo soltar un «lo siento», pero recordé que ya no hacía eso y preferí apretar los labios. Mis viejos hábitos murieron gritando en mi interior, eso creí.

—Estoy bien. — le dije, sin embargo.

Tan solo me había alcanzado a dar un golpe, ¿y qué? Yo le desfiguré la cara.

—¡No vuelvas a hacer eso! — se acercó a mí, más que enfadada. Estaba llorando de nuevo. — ¡Me da igual lo bueno que seas torturando gente o lo que sea!

—A ver, escúchame...

—¡No, escúchame tú a mí! ¡No me vuelvas a hacer esto! ¡No vuelvas a decirme que todo mejorará si irás a hacer algo así! ¡Nunca! ¡¿Me oyes?!

—¡Ya, está bien! Cálmate.

Me había enojado más. ¿Quería hacerme sentir culpable acaso? Ni viviendo mil vidas podría exonerar todos los pecados que había cometido. Prefería mantenerme de ese lado de la línea. ¿Qué tal si, de tanto intentar sentirme culpable, lo sentía tanto que me terminaba muriendo?

—¡¿Por qué hiciste esto?!

—No me culpes, el amor me enloqueció.

Mi droga era ella. Trataron de arrebatármela, no podía quedarse así. La consumiré por el resto de mi inmortal vida.

Me miró perpleja. Sus dientes tiritaban entre sí al tratar de responder, lo habría hecho si no fuera porque sus sollozos se lo impedían, volvió a esconder su rostro en mi pecho, donde yo la arrullé hasta que se calmó y nos fuimos de ahí.

✓ DON'T BLAME ME, leo san juan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora