022

1.6K 171 54
                                    

Me tomó mucho más tiempo que nunca antes recuperarme después de hacerlo. ¿Cuántas veces me habrá cogido el día de hoy? Perdí la cuenta. Solo sé que está amaneciendo y no puedo moverme.

Me duele todo, pero ahora no es solo por sexo. Sino por las marcas que me había dejado por todo el cuerpo. Me duele moverme o rozar ciertas partes, las cuales o había azotado con el látigo, o con sus propias manos.

Mi cuello ya estaba libre, pero seguía sintiendo una presión invisible. No había marcas más que las que él me había dejado al besarme.

Estaba hecha bolita en mí misma hasta que decidí que ya no podía volver a dormir. Quería irme. Quería irme a mi casa, a mi cama para abrazar mi ajolocornio, tratando de quedarme con la buena imagen de él, deseando olvidar lo que sucedió hoy.

Solo que cuando me senté, resulta que él también lo hizo, estando de espaldas uno del otro. ¿Ya estaría despierto desde hace un rato? ¿Me observaba? No, no quiero pensar en eso. Solo quiero irme.

—Te pasaste, ¿no crees? — susurré, sintiendo la boca seca. Me dolía la campanilla al hablar.

—No, te cojo con todo el odio que te tengo, por eso al terminar quedas totalmente destrozada. — pareció una broma, o un simple comentario de mal gusto, pero por lo que llevo de conocerlo, era claro que no lo era.

Si se descargara a golpes, me mataría, definitivamente. Pero no llegaría a ese punto, ¿no? Digo, ya lo habría hecho desde hace días. Entonces, era mucho mejor este método, mejor a cogidas que a golpizas.

Además, sabía que le había hecho daño, y sí, lo siento mucho, pero que me lo recordara me estaba colmando la paciencia de a poco.

Decidí ignorarle.

Además, después de todo lo que me ha hecho, prefiero estar lo más alejada posible de él. Tengo miedo. Por ello aumento la velocidad de mis movimientos, algo desesperada. Mis manos temblaban y una corriente recorría mi columna vertebral.

Él ladeó la cabeza al notar mi silencio, mirando de reojo cómo me vestía notablemente apurada. — Acabas de llegar y ya quieres volver a irte corriendo. — me dijo lentamente. — Qué sorpresa.

Me detuve, y lo miré, frunciendo el ceño. Yo no era la que acababa de azotar a una persona solo porque sí, justamente por eso me fui. Por miedo a que me hiciera algo cuando tuviera la guardia baja. Además, maldita sea, me confesó que por una antepasada mía era la razón por la que estaba conmigo.

Sabía que esos comentarios llegarían en algún momento, pero no sabía que tan pronto.

—No estoy a irme corriendo a ningún lado. —murmuré, comenzando a moverme de nuevo, desviando la mirada. — Solo quiero seguir con mi vida.

—Qué casualidad, ¿verdad? Qué casualidad que tu vida está en mis manos. — agregó lo último con una sonrisa fingida.

Ese lo tenía merecido, está bien.

No quería entrar en ese juego, pero... me lo merecía. Lo había tratado muy mal. O eso creía. ¿Lo había hecho? Ya no estaba segura de nada. Pensaba que era él el que estaba mal, no yo.

Él volvió a soltar esa risa despectiva pero suave que ya me estaba empezando a poner nerviosa. Que se estuviera burlando de mí en sus pensamientos era algo muy probable, debo verme estúpida.

Terminé de ponerme la ropa y me dirigí a la puerta. Prefiero esperar afuera, después de todo no puedo largarme de este mundo sin su ayuda. Pensé que me dejaría hasta que me detuvo.

✓ DON'T BLAME ME, leo san juan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora