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Una mañana después de lo sucedido me levanté con ojeras, me había pasado toda la noche navegando por el internet en la comodidad de mi cama. Pero fue hasta muy tarde, caí rendida a las cuatro de la mañana, y por eso estaba en esta situación: yo de mal humor, con el cabello enmarañado y apetito nulo.

Faltaba una semana para que terminara la universidad, estudiaba en una universidad cualquiera de Nuevo León. No tenía la apariencia de una privada pero al menos no se caía a pedazos como las demás. Esos cinco años de duro esfuerzo que finalmente rendirían frutos, para empezar a buscar trabajo... era extraño.

Después de una ardua investigación —una googleada.—, vi que la carrera de medicina era una de las mejor pagadas, así que la elegí para darle un mejor futuro a mi familia. Claro, fue mucho más dinero, pero di mi mejor esfuerzo, y mis padres lo sabían. Ahora quedaba cosechar lo que sembré.

Literalmente la última semana era de descanso, sólo veíamos resúmenes de lo visto en el año y ya no íbamos el viernes; estábamos a lunes. Mi sufrimiento terminaba en tres días.

Los últimos dos días habían sido... raros. Me había sentido constantemente vigilada, incluso cuando estaba sola. No podía hacer mis deberes en paz porque volteaba todo el tiempo a ver si el Charro había aparecido o ya había empezado a enloquecer. Tal vez era cosa mía.

No podía evitar preguntarme ¿cuándo iría a buscarme? Sinceramente prefería que me lo hiciera de una vez que tener que esperar un tiempo indefinido, porque sabía que sería pronto pero ¿qué tanto? Era raro saber que podrías ser acorralada en cualquier momento en contra de tu voluntad para que te metieran la...

Casi choco con alguien por estar distraída. Me disculpé y le rodeé tranquilamente, en ese momento mi amiga Brenda me encontró y con su brazo me rodeó cariñosamente los hombros, sin dejar de caminar. Siempre era así de efusiva, y no me molestaba, no es que hubiera alguien en el mundo que me buscara y me diera tanta cantidad de amor solamente porque sí.

Desde siempre fuimos muy parecidas, tanto física como mentalmente. Por eso conectamos instantáneamente y siempre habíamos estado juntas, solo las dos. Dios, sería increíble contarle lo que me estaba pasando, era simplemente gracioso.

—¿Cómo estás?

Bostecé prolongadamente antes de responder. — Bien...

—Infórmaselo a tu cara, ¿siquiera dormiste?

—Unas dos o tres horas... ¡pero me siento bien! — me miró incrédula. — ¡De verdad! ¡Fresca como lechuga!

—Mientes muy mal, ¿lo sabías?

Apreté la labios, me conocía tan bien que no sabía si me agradaba o lo odiaba. — Adelántate, voy a rellenar mi termo. — mentí, aunque ella asintió sin problema y yo saqué mi frasco de plástico con temática de bicicletas coloridas de mi mochila. Ya lo iba a cambiar pronto.

El agua de la universidad sabía a miados con hielo, intentaba evitarla a toda costa pero estaba tan desvelada en la mañana que lo olvidé, lo único bueno es que estaba fría. Mientras la rellenaba no me di cuenta de que un chico se me había parado detrás, me tensé porque pude ver por el rabillo del ojo que me miraba fijamente.

Al hacerlo solo pude implorar por que el agua fuera más rápida al salir. Mientras tapaba el termo y que por poco se me resbalara de las manos por mi incomodidad, él habló.

—Te vi el otro día.

Entonces, lo reconocí. Era el chico raro de la universidad, Raúl. Me miraba fija y seriamente, como si le hubiera hecho algo sumamente malo. Pero realmente nunca habíamos pasado de interacciones que se basaban en pedirnos un lápiz o preguntar lo que había dicho el maestro huevón que actuaba como si lo aburriéramos. Pero la realidad es que nos aburría a nosotros y por eso teníamos que acudir a un compañero.

✓ DON'T BLAME ME, leo san juan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora