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Las cosas no mejoraron ese día. Ni la semana siguiente.

La herida sanó, mi humor no mejoró.

Sabía que hacer el trato me traería problemas, pero no tantos. Se podría decir que no había leído la letra pequeña después de todo. No había sido tan simple como lo imaginé aquella noche, no todo sería sexo y calma por el bienestar de mi familia.

Él no había aparecido, y la verdad me alegra porque sigo sin sentirme de humor para verlo. Sigo demasiado dolida, al punto de dormirme llorando por tres noches seguidas. Me jaloneaba el cabello o incluso apretaba la herida de mi vientre, causándome dolor para que la presión en mi pecho se fuera.

Hizo que dudara de mis convicciones, de lo que podría o debería hacer. Si tan solo hubiera optado por lo seguro, tal vez hubiera podido ser reivindicada al buen camino, tal vez así no habría bailado (literalmente) con el diablo a los veintitrés.

Y la verdad de Dios, es que el dolor que me provocaba no corresponderle era el cielo.

Sin embargo, no es solamente eso.

Él puede reclamar mi alma en cualquier momento. El otro día dijo que me secuestraría, supuestamente de broma. ¿Pero y si no lo era? No era tan descabellado, después de todo solo seguía aquí para darle placer. Aquella revelación y mi quemadura me hicieron tomar conciencia de que no estoy viviendo un jodido romance ni nada parecido.

Apenas iba iniciando mi vida, quería mantenerla por más tiempo.

O, tal vez, él no quiso...

No. No quiero justificarlo. Él no era la imagen que yo quería que fuera. Él también era malo, egoísta y manipulador.

Era él o yo.

Además, nunca me ha gustado formalizar relaciones. También me percaté de que mis sentimientos están más comprometidos de lo que me gustaría, y eso no me gusta.

¿Que si me siento culpable? Sí, un poco.

¿Me siento capaz de hacer esto? Sí.

Tal vez.

¿No?

Esta es una muy mala idea...

Pero ya no estoy a gusto. Por más enamorada que esté de él. Por más que haya hecho mi corazón bailar y mi humor mejorar con su simple presencia.

Divagaba en mis pensamientos mientras cabeceaba, eran las seis de la tarde y ya me quería dormir, se me había movido todo el horario por la tristeza. Perfectamente podría dormir ahora y despertar a las once de la mañana del día siguiente. Lo último que habría pensado si no hubiera sido despertada de forma brusca, en un intento por tranquilizarme, sería que debería hablar con él sobre lo que sentía, aunque esa era una idea aún peor.

—Hola.

Entreabrí un ojo, su oscura figura asolaba el borroso ambiente por tener paredes blancas. Parpadeé tratando de acostumbrarme a la luz. Me había olvidado de apagarla. Traté de apartarme pero debido al dolor de la herida pasada resurgía al moverme ligeramente.

—¿Todavía te duele? — preguntó.

—Me siento un poco mal del estómago. — dije sin mirarlo.

Había estado preparándome mentalmente para este momento, para cuando tratara de recuperarme. Podía hacerlo. Podía mentirle. Esperé, nerviosa, y me calmé cuando vi que sonrió divertido.

—¿Ya no estás enojada?

Que preguntara algo tan estúpido hacía que mi sangre hirviera. Nuevamente, me recordé que tenía que seguir fingiendo para poder irme si la situación alguna vez lo requería. O, tal vez, si decía que todo estaba bien todo mejoraría entre ambos a pesar de las circunstancias.

✓ DON'T BLAME ME, leo san juan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora