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Las crudas no salían serme tan devastadoras como la primera de todas, que esa de ley era inolvidable (o al menos lo que recordaba lo era), pero no dejaban de ser insoportables y tan dolorosas que me hacían creer que mi cabeza estallaría.

Cualquier ruido fuerte eran como martillazos en la cabeza, sentía mis oídos palpitar. Me había visto en el espejo hace unos minutos y estaba completamente pálida. Parecía una muerta en vida. Recuerdo que al llegar a casa tenía el vestido hecho un desastre, arrugado y mal puesto...

Oh, espera.

No recuerdo haber vuelto a casa anoche.

Ni Brenda ni yo estábamos en condiciones de manejar, y sin embargo, aquí estábamos, esperando que la tostadora sacara el pan que ansiábamos engullir, reflexionando sobre nuestras malas decisiones de la noche anterior en el proceso.

¿Él nos había traído? Lo pensé detenidamente por un segundo. No lo creo, pero tampoco es imposible. Le preguntaré, espero que de ser el caso me lo diga. Y sobre el vestido... creo que me lo puso al caer inconsciente. Por algo lo tenía tan puesto al ahí se va, casi se me veían los pechos. Definitivamente era obra de un varón.

Tanto pensar hizo que me doliera la cabeza nuevamente. Me obligué a ir de a poco. Porque sí, era un puñetero lunes donde teníamos que ir a trabajar y casi íbamos tarde. Ya estábamos vestidas pero necesitábamos probar bocado o moriríamos en la entrada del hospital.

—¿Pues qué te hizo Manuel anoche o qué?

Cierto, Brenda creía que me la había pasado con él. Me pudieron haber secuestrado y ella ni en cuenta.

Y el premio para la amiga del año es para...

Me devolvió a la vida, haciéndome sacudir la cabeza y mirarla. Sentí la boca seca al momento de hablar. — ¿Por qué dices eso?

—Tienes la mirada de las mil yardas. — se burló, riéndose a más no poder. Sus risas me obligaron a taparme los oídos.

Habiendo desayunado en el corto trayecto, llegamos al hospital. Algunas miradas observaron nuestro estado ten deplorable en el que nos encontrábamos, pero no me importó. Menos a mí que a mi amiga.

Normalmente el trabajo era muy gratificante. Mi sueño de hacer sentir mejor a las personas por tener seres queridos esperándolos se había hecho realidad, era feliz así. Pero también habían veces en las que prefería quedarme en casa.

Las decisiones que tomé anoche no fueron las que tomaría en una situación normal. Si Leo no me gusta, ¿por qué me esforcé tanto en que ninguna mujer se le acercara? Recuerdo muy bien la sensación.

Una opresión en el pecho, un enojo surgiendo de lo más fondo de mi interior como una serpiente erigiéndose, lista para atacar. Unas ganas incontrolables de tenerlo solo para mí.

¿Así de mal se sintió él, o así se sentía cuando me veía con alguien? Claro, lo suyo es algo más enfermizo por decirlo de alguna manera, pero finalmente entender su sentir era como un karma. Recuerdo preguntarme si sería capaz de aguantar la idea de que soy de su absoluta propiedad, o de aguantar sus actitudes posesivas. Si mi yo del pasado supiera donde me encontraba ahora... esto es ridículo.

Sin embargo, por otro lado, no quería sentir nada por él. Trataba de echarlo de mi corazón por mucho que se haya colado en él porque en el pasado no me gustaba nada, ni siquiera yo misma tenía derecho a decirme que debía aceptarlo cuando la realidad es que yo no sentía nada más que algo pasajero. Le habría hecho más daño.

¡Además, mi vida era penosamente aburrida, pero tampoco quería una vida bastante activa en el ámbito sexual! Y menos con él, que hacía todo más interesante con su dialecto grosero y su forma de tocarme. Con cualquiera menos con él.

✓ DON'T BLAME ME, leo san juan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora