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—Es en serio.

—No quiero.

—¡¿Por qué?! Solo quiero que me digas lo que Beatriz te dijo de ese mocoso.

—Ya me hiciste tres hijos, ¿qué más quieres, Leonardo? ¿Qué más quieres?

—Un beso.

No pude evitar sonreír, asintiendo. Depositó un efímero beso en mis labios, el cual me hizo sentir lo mismo que siempre me hacía sentir: amor. Mucho amor. A pesar de tantos años que han pasado.

Sí tuve que dejar mi vida entera atrás, pero tampoco del todo. Parcialmente.

Me dejaba volver cuando quería. Eso sí, tenía que ir con él o de lo contrario no podría. Quiero pensar que es por precaución, pero tal vez todavía tiene miedo de que me escape.

Leo había cumplido lo que me había dicho. Quedé embarazada, primero de una niña. No pareció haberle agradado eso, aunque igualmente le dio todo su amor. Lo volvimos a intentar unos meses después, nuevamente tuve otra niña. La tercera era la vencida, por lo que, al tercer intento, al fin pudimos tener un hijo.

Era lindo tener el lugar lleno de niños. La hacienda, vacía y lóbrega, se llenaba un poco de vida con las risas de mis pequeños. Nuestros pequeños.

Leo no quería decirles lo que era. Al menos no aún, sino cuando tuvieran edad para comprenderlo. En verdad yo no sabía cómo lo haría, trataba de no sacarle el tema ya que no quería presionarle. Yo decidí quedarme con él voluntariamente, pero ¿y ellos?

Si queríamos sacarlos, teníamos que hacerles cerrar los ojos para que no vieran que pasaríamos por un portal. Cuando cruzábamos el umbral, siempre se sorprendían de aparecer de un lugar a otro de la nada. Leo bromeaba con que tenía poderes, lo cual no era ni tan verdad ni tan mentira.

Era difícil, ya que siempre me preguntaban en qué trabajaba su papá. Una vez dije lo primero que se me vino a la mente, como que era panadero. Pues sí lo era, la verdad. Desde ese día, los niños siempre le pedían que les hiciera pan.

Todo era difícil. De bebés siempre lloraban y pataleaban. A veces ni siquiera sabía qué querían. Ahora, ellos contando con tres años, hacían berrinches, peleaban entre ellos, a veces incluso me contestaban.

Ni siquiera quiero pensar en cuando tendrán que ir a la escuela, no sé cómo le vamos a hacer.

Claro, yo siempre lidiaba con lo más difícil. Mientras que Leo podía irse a hacer tratos y regresar solamente para abrazar y jugar un poco con los niños. Qué dicha, ¿o no?

—Ahora sí, dime qué te dijo.

—¡Nada! El niño simplemente le dijo que era bonita, ¿y qué?

—¿Y qué? ¡¿Y qué?! ¡Beatriz es muy pequeña para tener novio!

—Tiene 3 años, Leo. Ni siquiera yo.

—Ese niño no tiene buenas intenciones.

Ni siquiera conmigo se pone así, y eso que es decir mucho.

La hermana de en medio se llama Mía, y nuestro hijo, el menor, el que será próximo Charro Negro al ser mayor, Carlos. Ambos son mucho más obedientes que Beatriz, irónicamente.

—Ah, ¿y tú sí?

—Buen punto.

—Mira, te digo. Es muy pequeña. Por ahora, su padre es el mundo entero, ¿entiendes?

Asintió a regañadientes. Sabía que lo había calmado con lo que le dije.

—Ok... entonces dame más besos para que se me quite el enojo.

Me reí un poco más, haciéndole caso. Besé sus mejillas, su frente (me tuve que poner de puntillas), la punta de su nariz, sus pómulos, y por último, sus labios. Acarició mi espalda baja, correspondiéndome.

Había pasado demasiado. Demasiadas cosas. Estuve tanto tiempo deprimida, que cuando creía que ya había seguido adelante, de repente volvió a mí. Pedirle que me esperara a que lo quisiera de verdad hubiera sido egoísta de mi parte, y sentía que me iba a arrepentir, pero si su corazón y su cerebro creían que dejarme ir era lo correcto... que lo hiciera. Pero... que tampoco me olvidara del todo, porque yo definitivamente tampoco lo haría. Tal vez algún día nos encontremos, ¿quién sabe? No estaremos rotos e inmaduros como ahora. Tendremos que seguir adelante porque así debe ser, pero... ¿qué hago con este sentimiento en mi pecho?

Era como la lluvia, desastrosamente mágica. Me golpeaba como a una roca ávida, ávida de conservar su adoración. Si fuera lluvia, me dejaría empapar por él un millón de pequeñas veces.

—Te amo.

—Yo también.

✓ DON'T BLAME ME, leo san juan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora