024

1.7K 164 124
                                    

Salir de fiesta era algo cotidiano para Brenda, que se salieran de control sobretodo. No para mí, que prefería llegar sobria al trabajo y no con una resaca que te llevaban los mil demonios.

Siempre trataba de invitarme, pero dejando de lado la responsabilidad que pretendía tener, no iba por no conocer a las personas con quien andaba. Más que miedo, era inseguridad. Simplemente imaginar que podría llegar a sentirme fuera de lugar me orillaba a rechazar sus invitaciones semanales, y ella nunca tuvo mucho problema.

Hasta hoy, porque por alguna razón, Brenda hoy no aceptaba un no por respuesta.

—¡Va a ser divertido! ¿Te acuerdas de la fiesta de hace años?

Claro que sí, me la pasé genial, pero no dejaría que algo parecido sucediera. Sería irresponsable ahora que tengo una vida propia. Y, como mención honorífica, sí que quería volver a emborracharme, pero no sabiendo que habían posibilidades de que él apareciera. Sería bastante incómodo. Y empeoró cuando me mencionó que Manuel iba a venir. No sé como explicarlo pero no me sentí ni bien ni mal, solo sorprendida y bastante avergonzada.

—¡De por sí trato de evadirlo en el hospital!

—¡La casa es como un laberinto, puede que ni se encuentren! Y te estoy avisando, ¿no?

La verdad es que me lo pensé menos de lo que debería ahora que tenía esa información.

—Me vas a cuidar. — advertí, apuntándola con el dedo índice como si fuera una madre regañona. De hecho lo era, yo era la que cuidaba que no se matara, y ella vivía sin preocupación alguna. Justamente iba a decir algo pero la interrumpí. — ¡Y voy a imitar cualquier cosa que hagas para no verme perdida así que no hagas algo estúpido! — al verla esbozar una sonrisa malvada, me arrepentí profundamente de mi decisión. — ¡No digas nada!

La fiesta empezaría ya tarde, como a las diez. ¡Eso era tarde para mí! O tal vez era víctima de un caso anormal de envejecimiento temprano, a pesar de estar en mis veintes.

Casi treintas.

No, no quiero ni recordarlo.

Me puse un vestido negro de tirantes que me llamaba hasta los tobillos, como me sentí muy expuesta del pecho me puse un pequeño suéter que hacía juego con todo. También me puse un poco de rímel, gloss y rubor, pero solamente eso.

Cuando estuvimos listas, nos subimos al auto, Brenda conduciendo y yo a su lado, en el asiento del copiloto. Me mantenía concentrada para ubicar donde estábamos, para llevarnos de vuelta al término de la fiesta, porque por supuesto que Brenda no estaría en condiciones.

Cuando nos topamos con un semáforo en rojo, vimos a un hombre tropezarse por los cordones desatados de sus tenis, yéndose de cara al piso. A pesar de que ambos nos reímos, por alguna razón pensé en Leo.

Me abracé a mí misma por el frío y suspiré. Si hubo amor entre nosotros alguna vez, se había evaporado completamente.

¿Y quién tuvo la culpa?

Yo. Yo la tuve.

Bueno, no vale la pena castigarme por esto. Por más que desearía, no puedo volver a ese día y cambiar mis acciones egoístas. Mejor voy a disfrutar esta fiesta y ahogar mis penas en cerveza y pizza, y caminar hacia un brillante futuro en el que no tendré que preocuparme por nada de esto.

No, la verdad es que solo quiero cerveza y pizza.

Cuando llegamos, fue demasiado evidente que la fiesta todavía no empezaba de verdad, estaba todo tranquilo y nadie gritaba. Nadie se peleaba por las bebidas, nadie rompía la paz de nadie. Todos felices.

✓ DON'T BLAME ME, leo san juan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora