"La canción de hielo y fuego ha de ser entonada sea cual sea el precio..."
Corre el año 272 D.C en Poniente, entre alianzas y compromisos hay uno que destaca entre la corte de el ahora Rey Aerys II: Arthur Dayne, recién nombrado Espada del Alba se...
-¿Que sabes de él, Ned?-la pregunta resultaba sencilla pero para el lobo silencioso era la peor encomienda que resolver. ¿Qué sabía de Ser Arthur Dayne? A las afueras de la entrada principal el maestro de armas había conseguido convertir un considerable espacio en un lugar para que los niños Stark se educaron en el arte de matar,cosa que su padre Lord Rickard Stark a menudo endulzaba llamándole "La danza del destino". Así pues, Ned Stark, se disponía a revelarle a su hermana mayor Nyria la apariencia de su prometido.
-Y bien,¿Te han arrancado la lengua los dioses?-inquirió Nyria mientras el golpeteo de las espadas de madera causado por Benjen y Brandon, -este último heredero y por consecuente el mayor de la manada- se disputaban entre ellos.
Ned negó con la cabeza.
-Es la espada del Alba, el título más honorario de la casa Dayne, concedido a aquel que demuestre su habilidad en combate...desciende de la casa más antigua de todo Westeros,se rumora que llegaron mucho antes que los dragones de Aegon el conquistador. Cientos de años antes,lo que explica el origen de Albor,su espada ancestral, acompañante del título que posee Arthur.
Los grises ojos de Nyria se iluminaron tal y como la resplandeciente estrella que poseía el blasón de su prometido. Quizás estaban destinados a casarse después de todo.
Sin pasar desapercibido dicho detalle,Ned avivó la llama dentro de ella: -Es caballeroso,honesto y honorable...la viva imagen de un candidato ideal para...
-¡Ya veremos si te acepta hermanita!-vociferó Brandon al mismo tiempo que empujaba a Benjem al suelo.
-¡Me extrañarás cuando no esté!-replicó ella amenazando con golpearle el hombro con la punta de su arco de madera al acercarse.
-No lo escuches..-logró mascullar Ned interponiéndose entre ambos -Creo que es digno..digno de ti.
Bajando su arma, Nyria no podía creer las palabras que acababan de surgir de boca de Ned. Pocas eran las ocasiones en que dicha luz se concedía sobre un futuro matrimonio. De haberlo escuchado la septa esta se habría desmayado. Nyria Stark era un espíritu rebelde,hija de la osadía y amante de la naturaleza en nás de una ocasión su madre, Lady Lyarra, la había encontrado despierta en la plenitud de la hora del lobo, entre las montañas de nieve que se acumulaban a los pies de su ventana.
-A la brisa le encanta besarme-era su excusa mientras el maestre le otorgaba una manta de piel de oso y un cocinero le hacía beber leche recién hervida de un cucharón de madera -¿Cómo pretendes que me case sin saber besar madre? Deberías mostrarte agradecida sabiendo que al menos alguien intenta enseñarme.
-Meramente estas comprometida- Lady Lyarra hablaba pero su hija no escuchaba del todo, se encontraba entretenida trenzado el pelo de su hermana menor Lyanna,quien junto con ella admiraba el retrato de Ser Arthur que le había sido enviado desde Campoestrella en Done,sede de la Casa Dayne. Tras diez meses de espera la recompensa había sido grata.
-Tan solo míralo...no creo que sea verdad.
-Quizás el pintor fue modesto...imagínate que en realidad tenga una nariz torcida como una hechicera del bosque y sea robusto como un jabalí -Se burlaba Lyanna de la desamparada Nyri, a merced de unas cuantas pinceladas sobre el fino lienzo.
-¡Calla Lyanna!- le esperaba su madre frunciendo el ceño, lo último que le apetecía era que su hija se atemorizara de su futuro señor esposo.
Sin embargo al centrar Lyarra su mirada en aquel dispuesto caballero que las asediada con la mirada fiera a donde fueran,su corazón daba un vuelco.
'¿Qué pretenden tus ojos violeta?' 'le retaba silenciosamente mientras bordaba con aún más furia de la que creyó poseer jamás "Nunca será tuya por completo, Nyria es mi sangre,espada del Alba, no me interesan tus títulos ni tus tierras o espadas, eso lo tiene cualquier mendigo que camina por estas tierras. Busco que viva plenamente.'
Arthur Dayne permanecía inmóvil, a merced de las palabras de la gran señora del invierno. Albor brillaba entre las manos del joven caballero.
"Más te vale alzar esa espada ante cualquiera que ose tocarla, o yo misma marcharé sobre Dorne y tomaré lo que Aegon y sus dragones no lograron doblegar."
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