-¡Hermano, hermano, gloriosas noticias, dichosas noticias! - Sumido entre la tranquilidad de los jardines de agua de Lanza del Sol, el príncipe Doran no tuvo que alzar la cabeza de entre sus interminables pensamientos,en su mayoría temores sobre el futuro que nunca diría en voz alta, como para saber que Oberyn se aproximaba.
Con porte seductor, seguramente obtenido gracias a su incansable estudio de serpientes pues aquella encantadora manera de contornearse en la arena como haría un hombre al explorar las curvas de una mujer, el más joven de los Martell sonrió al mayor.
No hubo necesidad de cruzar miradas, ni siquiera el dignarse a cualquier intercambio de palabrerías de cortesía o reverencia. Los hermanos se conocían lo suficiente como para reconocer los pasos del otro sobre la superficie del agua.
-Una carta de Ayrmidon Dayne. Dice que habrá una estrella descendiendo de los cielos para eclipsar al conquistador.
-Si mal no recuerdo, él no ha hecho nada más formidable que nacer para gobernar Campoestrella.
-Por supuesto. Pero su talentoso hermano es libre de esa carga y al parecer ha aprovechado su libertad y su tiempo.
El sonido de los escorpiones aeria su único testigo,pues en Dorne rara vez se escuchaba el trino de alguna ave . Los hijos de hierro clamaban que ellos no temblaban ante la muerte, pues ya nacían muertos en vida.
¿Qué iban a saber ellos al respecto, viviendo en un lugar así?, rodeados de agua, la fuente de la vida.No, esto es Dorne. Las flores se marchitan, el tiempo se escurre de entre las manos como la arena, las doncellas no encuentran utilidad para la ropa y a menudo prefieren portar una capa de fino sudor en torno a sí. Aquí solo una empuñadura sobresalía entre las afiladas puntas de lanza.
-¿No te parece maravilloso? - Oberyn dedicó una astuta sonrisa a su hermano mientras hablaba, tendiendo el pergamino en su dirección. - Una bella unión me atrevo a decir. Hielo y fuego. Nuestro fuego, Doran. Sus hijos serán leyenda.
- Cualquier niño cuyo padre sea La espada del Alba puede aspirar a la grandeza, eso ya lo he visto en mis libros.
Oberyn no pudo evitar soltar una carcajada.
-Precisamente. Ah, eso dragones piensan que los Dayne estarían dispuestos a traicionarnos. Apuesto que fue cosa del león.
-No es traición en sentido alguno, Los Targaryen son nuestros reyes.
- Eso dicen.
-Oberyn... - Dotan miró de soslayo la carta una última vez, antes de finalmente fijar su precavifa mirada en la víbora roja. - Si no aprendes a parar tu lengua podrías estar en problemas a futuro.
- Como digas, tan solo me disponía a imaginar. - De sus labios escapó un leve suspiro.-Sé lo que anhelas, más no has tomado en cuenta que Aerys es viejo, pronto el príncipe de Rocadragón le seguirá.
-De dragones lo único que les queda es esa roca.
-Olvidas a nuestra madre. Ella sigue siendo amiga cercana de la reina. Sugiero dejes tu imaginación en las tormentas de arena.
Con una mirada al cielo, Doran imploro a sus ancestros el velar sobre el futuro, pues si bien era cierto que los dragones se habían esfumado, el terror que alguna vez hubieran generado sus grandes alas al extenderse para impedir el paso de la luz del sol ahora había sido reemplazado por el constante temor a la locura que ahora amenazaba con haberse disfrazado de rey.
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𝑳𝒂 𝒅𝒂𝒎𝒂 𝒅𝒆 𝒍𝒂𝒔 𝒆𝒔𝒕𝒓𝒆𝒍𝒍𝒂𝒔 (ᴊᴜᴇɢᴏ ᴅᴇ ᴛʀᴏɴᴏꜱ)
Fanfiction"La canción de hielo y fuego ha de ser entonada sea cual sea el precio..." Corre el año 272 D.C en Poniente, entre alianzas y compromisos hay uno que destaca entre la corte de el ahora Rey Aerys II: Arthur Dayne, recién nombrado Espada del Alba se...