-Mi príncipe, el rey ha preguntado por usted - Ser Gwayne Gaunt aún no podía asimilar los notorios cambios en el heredero al trono de hierro: Rhaegar Targaryen quien parecía por fin haber encontrado mejor amante que la tinta y el papel, finalmente había despertado al dragón en sí.
Alto y esbelto, tras las finas telas traídas de Essos comenzaba a esculpir músculos de marfil; firmes y perfectos - de no estar perdida, seguramente hubiera blandido a Hermana Oscura pronto -, más a pesar de todo, aquel dejo de melancolía no mostraba intenciones de desaparecer de su profunda mirada, que en esos momentos concedió al caballero de capa blanca.
-Agradezco su mensaje, Ser Gwayne. Puede retirarse, Ser Arthur y Lady Nyria me acompañarán al banquete. - Su acompañante predilecto, de no ser por la presencia del nombre de la Stark en labios del príncipe, uno pensaría que Arthur Dayne era un nombre que se esperaría encontrar en el libro blanco.
Más ahí estaba, vestido de un violeta que pretendía competir con los ojos de Rhaegar, su prometida finalmente se atrevía a seguirle. Muy pronto sería Nyria Dayne, el gris de los Stark solamente visible en el huargo de su blasón, alzado por los guardias que comprendían una imponente escolta.
El futuro de la corona estaba decidido.
El dragón, la estrella y el lobo.
De mostrarse los dioses piadosos, el príncipe Aegon formaría parte de una procesión así en cuestión de unos años.
Con un leve asentimiento de cabeza, el caballero se retiró, el repiqueteo del metal contra el suelo siendo la única evidencia de su corta estancia.
-Milady Stark- Cuánta belleza ostentaba aquel largo río de plata, adornado por una diadema de oro y delicadamente trenzado, permitiendo únicamente que dos largos mechones de este mismo desbordaran sobre sus hombros, a juego con el elegante conjunto, oscuro como una noche, surcada por el dragón de tes cabezas que tan orgullosamente estaba bordado en su pecho. La bestia parecía respirar por cuenta propia cuando el príncipe lo hacía, elevándose con cada respiración, listo para exhalar una lluvia de ardiente fuego sobre quien lo cuestionara o desafiara. -Luce radiante, y yo que pensaba que Albor era el tesoro más preciado de Campoestrella. Definitivamente he encontrado la mejor compañía, ya era hora que el Norte volviera a la corte.
-Me halaga, mi príncipe -la ávida mirada de Nyria muy pronto comprendió su cercanía al temible trono de hierro. Ya en más de una ocasión, Arthur y Rhaegar la habían deleitado en permitirle observar su entrenamiento.
El sonido de acero cortando el aire recorría el ambienta cada vez que cualquiera de los dos se disponía a lanzar un ataque o bloquear una estocada. Habitualmente su esposo salía victorioso, dedicándole una reverencia a modo de agradecimiento por sus generosos aplausos.
Aun así, Rhaegar prefería la compañía de su lira a la de una lanza, lo demostraba incluso en aquel momento ,pues el cinto destinado a su espada se encontraba vacío.
-Naciste para esto - murmuró Arthur inclinándose para susurrar a su oído .
En su esposa no encontraba ni un rastro de arrepentimiento ni un indicio de un súbito escape. Al contrario, mantenía la frente en alto, con su brazo en torno al suyo con tal elegancia que provocó que por primera vez en su vida, se sintiera perteneciente a la nobleza.
-Lo mismo podría decir con respecto a tí - una sonrisa asomó a sus labios mientras aguardaban su turno para hacer su primera aparición oficial como prometidos.
El gran arco que conducía al pasillo central, desembocando en la sala del trono, se encontraba atiborrada de una multitud que intentaba robar una mirada al dragón que les había sido prometido, sin embargo, el rey había dejado en claro que el bebé no sería expuesto ante miradas petulantes y curiosas, a pesar de que las celebraciones se debían a él.
-Un segundo hijo como yo sólo puede ganarse un nombre a cuesta de hazañas, mi lugar nunca fue este. - Avanzaron un poco más, la voz que anunciaba a los señores les era irrelevante, poco a poco la ola de murmullos los invadió. -No se espera que heredemos nada en lk absoluto, estamos a la espera para la eternidad.
Rhaegar lideraba la comitiva, su paso galante, cual dragón entre ovejas. Fue solo cuando alcanzaban el primer peldaño que dió la vuelta para encontrar a sus acompañantes. Detrás suyo, una monstruosa montaña de espadas, torcidas y oxidadas asomaba por encima de su cabeza, no parecía tener orden alguno: el acero apuntaba en todas direcciones, como lenguas a la espera de sangre. En ese instante pareció encajar perfectamente entre ellas.
-No se preocupe milady, no estará lo suficientemente cerca como para cortarse. Tiene suerte.- le aseguró el príncipe al notar el asombro en los ojos de la joven.
"Mil espadas fueron llevadas ante el fuerte de Aegon. Unidas en el fuego de Balerion, el terror negro, quien lo ocupe ha de ser digno o sufrirá la muerte de Maegor"
Tan solo tuvo unos cuantos segundos para contemplarlo antes de que se sumiera en el mar plateado de la capa del príncipe.
Ahora ante ellos, el mundo.
-¡ EL PRÍNCIPE DE ROCADRAGÓN, RHAEGAR DE LA CASA TARGARYEN, ACOMPAÑADO DE SER ARTHUR DE LA CASA DAYNE ,CON ÉL, SU PROMETIDA, LADY NYRIA DE LA CASA STARK !
El silencio se impuso ante tales palabras.
Quizás una entrada tan ceremoniosa no se había visto desde hace un siglo. La araña fijó su mirada precavidamente en el rey, o al menos lo intentó pues el trono solamente dejaba a la vista los pies del soberano, sus huesudas manos vagamente hacían un esfuerzo por mantenerse a sus costados de entre cada dedo el filo de una espada amenazaba con herirlo, la corona posada en él libraba una incansable batalla por sobresalir de entre los destellos de las espadas.
¿Sería este el comienzo de la rendición de Dorne?
Nunca doblegado, nunca roto.
Con palabras así, llevaría tiempo.
-El primer hijo de Arthur Dayne ha de ser comprometido con el príncipe - había sugerido Varys días antes de la celebración -La casa Dayne nos ha sido leal por siglos, quizás así todo Dorne se verá obligado a seguir su ejemplo.
-Los Martell no sirven a los Dayne. Mientras no se alcen en rebelión contra ellos, sus matrimonios les serán irrelevantes. -señaló Tywin Lannister al consejo, dicha conversación ya había sido pronunciada en repetidas ocasiones pues Aerys no parecía darse por satisfecho. - Nyria Stark le servirá al rey como prueba de que el Norte no ha olvidado su juramento a los siete reinos. Arthur Dayne sentará las bases para una alianza aún mayor.
Tan sencillo era el juego en ojos del león.
Aerys alzó una mano.
-Nyria Stark- un escalofrío recorrió a la portadora de dicho nombre, la manera en la que el rey la llamaba se asemejaba a las brasas del furgo; peligrosas, traicioneras.-Acércate, deseo ver el rostro del que tanto se habla, eso y el collar de mi esposa.
De no haber sido por el hielo en sus venas, la sangre se le habría helado. Su corazón en cambio,sufrió a manos de una ráfaga de fuego.
El collar, lo había olvidado.
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𝑳𝒂 𝒅𝒂𝒎𝒂 𝒅𝒆 𝒍𝒂𝒔 𝒆𝒔𝒕𝒓𝒆𝒍𝒍𝒂𝒔 (ᴊᴜᴇɢᴏ ᴅᴇ ᴛʀᴏɴᴏꜱ)
Fanfiction"La canción de hielo y fuego ha de ser entonada sea cual sea el precio..." Corre el año 272 D.C en Poniente, entre alianzas y compromisos hay uno que destaca entre la corte de el ahora Rey Aerys II: Arthur Dayne, recién nombrado Espada del Alba se...
