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Cersei apretó los puños, clavándose las uñas en la delicada piel de porcelana de sus propias palmas.
El incesante parloteo sin sentido que derramaban los labios de sus primas y damas de compañía le causaba el querer arrancarse el oro líquido que tenía por cabello.

La hedionda cuidad alrededor de la fortaleza roja la hacía detestar su miserable existencia aún más.

"Paciencia,paciencia. Lo hago por mi padre" se dijo a sí misma mientras su tía Gemma hilaba hebra tras hebra dorada, para así peinarla de manera presentable para otro día en la corte.

-¡Qué hermosa niña!- decían las aduladoras damas que tomaban el té en un palco cercano al suyo entre la comodidad de los jardines al aire libre del castillo. -Una verdadera joya de la roca.

Aquellos comentarios parecieron sofocar la rabieta de la pequeña leona quien pavoneándose ante sus recién adquiridos admiradores,comenzó a dar pequeños saltos sobre los azulejos bajo sus zapatillas.

-¡Espera Cersei, vas a hacer que tenga que hacerlo todo de nuevo!- refunfuñó Gemma Lannister.mientras estiraba sus brazos para darle caza.

-¡A los leones nadie les dice que hacer!-fue su respuesta mientras levantaba su vestido, haciéndolo ondear cual orgulloso estandarte.
Esta declaración de guerra provocó risas entre los presentes, incitándola a proseguir.

Por fin, un momento de verdadera libertad; toda regla se esfumó para desvanecer entre los aplausos y gritos de alegría que invadieron sus oídos. Si tan solo la vida pudiese ser tan dulce como las tartas de limón que tanto adoraba...
No había dedo alguno que se arriesgara a ponerle un alto. Era ella la reina, pues de decidirlo, al detener su espectáculo les arrancaría su única razón para divertirse sin criticar qué seda era la más horrenda, que diadema era la menos brillante o que caballero el más galante.

Todo era perfecto. Incluso las estúpidas de sus primas parecían encajar.

Pero claro, Cersei era ajena a la vida y aún era incapaz de admitir que todo tenía un final. Por más bello que fuera.

La mano de su tía puso un fin a su ánimo de cabra desalocada.
Justo cuando Cersei estaba a punto de gritarle por la injusticia cometida, la leona palideció, como si un espectro se le hubiera aparecido a mitad de la noche o mejor aún: como si se le hubiera helado la sangre.

-Me parece que ha roto esto, milady.- Rhaegar Targaryen avanzaba lentamente hacia la puesta en escena y vaya que lo hacía muy bien.

'Es como si hubiera nacido con el único propósito de reinar" observó Cersei mientras el príncipe le ofrecía la redecilla que previamente había mantenido su melena en su lugar.

Su mera presencia le hizo olvidar el protocolo, el cual exigía una reverencia en presencia de cualquier dragón.
El resto de su clan no falló en esto, cosa que el príncipe no hizo más que reprender.

-Por favor, no es tan necesario- elegantemente les indicó con un cortés gesto que podían incorporarse. Le ofreció la redecilla de nuevo.

-Gracias...mi príncipe- logró balbucear Cersei, al borde de un inédito colapso en el instante en que sus manos se rozaron. La sangre comenzó a fluir de nuevo por sus venas, pues el calor que desprendía el príncipe era tal que la idea de arrojarse a sus brazos resultaba repentinamente tentadora.
Mordiéndose el labio inferior Cersei recuperó la redecilla, aunque de muy buena gana se la habría obsequiado como hacen las doncellas al entregar su favor en un torneo.
"Quizás así pensaría en mi todas las noches...' suspiraba la pequeña. Dioses, si tan solo pudiera cambiarlo por su hermano moriría con una sonrisa a flor de piel .

-¡Ser Arthur!- llamó Rhaegar mientras la mirada en la que tanto deseaba ahogarse Cersei, le era concedida al afamado caballero.
De no haber sido por eso,quizás nadie hubiera reparado en la magnífica capa del mismo tono que colgaba de los ropajes de Arthur Dayne.

-Ese es un verdadero caballero- oyó que murmuraba su tía detrás suyo.

-Lady Lannister- asintió Arthur en señal de saludo hacia ellas.

-Alabados sean los dioses- murmuró una prima sin importancia.

El sol comenzaba a posarse en el horizonte, obsequiando a ambos jóvenes con algo similar a las aureolas de los dioses,pero sobre todo, evocando un divino resplandor de Albor, el madoble deslumbraba a quién quisiera tan siquiera mirarlo con el rabillo del ojo.

-Felicitaciones por su compromiso, Ser Arthur- dijo su tía con una radiante sonrisa.

-Es muy amable,mi señora- Arthur ladeó la cabeza ligeramente a lo que su real acompañante complementó con una palmadita en sus hombros.

-Concuerdo con usted- replicó el príncipe de plata con un astibo de alegría, pero rápidamente se vió suplantado por la melancolía que tanto le caracterizaba. -Una Stark de Invernalia no es cualquier cosa.

Arthur pareció ruborizarse.

-¿Cuál era su nombre...?

-Nyria. Nyria Stark - Un nombre que pronto se convertiría en la palabra favorita de todos.

-Pronto la conoceré y comprobaré su belleza con mis propios ojos- logró decir la espada del Alba al mismo tiempo que alzaba una mano curtida en combate para acomodar su sedoso pelo, negro como la noche, a contraste con sus ojos que sobresalían de entre la multitud como la estrella que cae del cielo.

Al escuchar el entusiasmo que cubría a la misteriosa figura de la Stark, cersei sintió un dejo de amargura.

¿Qué hacía tan especial a Nyria Stark como para que su príncipe le dedicará tan dulces palabras?.

𝑳𝒂 𝒅𝒂𝒎𝒂 𝒅𝒆 𝒍𝒂𝒔 𝒆𝒔𝒕𝒓𝒆𝒍𝒍𝒂𝒔 (ᴊᴜᴇɢᴏ ᴅᴇ ᴛʀᴏɴᴏꜱ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora