Capítulo 19

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Gina

Eres un maldito hijo de nuestra jodida madre, Francis.

Lo había buscado para que me ayudara a resolver mi problema con Owen Wixx y no me di cuenta de que me estaba tendiendo una trampa para confirmar alguna estupidez que se le cruzó por la cabeza.

Seguramente me estuvo analizando, poco a poco, hasta ese momento y por esa razón quiso saber porque lo quería lejos de mí.

Era un bastardo muy bueno leyendo a las personas, también un hábil manipulador.

Lo detestaba.

Suspiré y deslicé una de mis manos por mi cabello con rabia por no haberme dado cuenta de lo que hacía.

Estúpida, soy una jodida estúpida.

Sabía que no necesitaba ayuda, y que no debía confiar en mi propio hermano con facilidad.

Apoyé mi cuerpo contra la caja cerrada de una de las camionetas, sintiendo el frío filtrándose por mi campera de cuero.

Suspiré y busqué en el interior de mi campera la caja de cigarrillos y el encendedor.

Encendí uno y le di una profunda calada, evitando pensar en lo acontecido. Ya no debería importarme, no podía hacer nada.

Si mi hermano se había comportado de aquel modo, no podía esperar nada de él.

Tal vez no debería haber ido a aquella misión. Lo mejor hubiera sido quedarme en la mansión y luego presentarme en mi club.

Incliné la cabeza hacia atrás y solté el humo lentamente, mirando el cielo estrellado, intentando despejar mi mente.

Oí pasos dirigiéndose hacia mí.

Era el jodido muñeco de pastel, y se acercaba como si nada hubiera sucedido minutos atrás.

—¿Qué haces aquí, imbécil? —gruñí, molesta, con la mirada fija en él.

Mi actitud no lo acobardó ni le hizo dar media vuelta.

Bufé y di otra calada, hundiendo mis emociones, con el humo, en el interior de mis pulmones.

Lamentablemente, era realmente difícil de conseguir.

Con una sonrisa en sus labios, siguió acercándose y se apoyó en la camioneta junto a mí. Observó el bosque que rodeaba el puerto abandonado, pero en buen estado, luego buscó mi mirada, sin éxito.

—Te ves molesta... —comenzó, despacio. —¿Tanto te afecta mi presencia?

Al oírlo apreté el cigarrillo en mi mano, destrozándolo. No me importó si me quemaba.

Dirigí una mirada asesina hacia él y respondí bruscamente:

—Cállate, imbécil.

Tiré los restos en el suelo, casi cerca de sus brillantes zapatos negros que acompañaban su traje azul, pisándolos con el borcego.

Sonrió ante dicha acción, viendo con claridad como el enojo dominaba mi estado de ánimo con mucha facilidad, haciéndome sentir frustrada.

Capture to Sparrow ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora