Capítulo 25

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David Vega

Bajé de mi Jeep Wrangler negro y fui directo a la oficina de Gina Leone sin detenerme. Nada más importaba.

Levanté la baldosa del suelo y bajé las escaleras que me llevarían a su oficina.

Había ido allí muchas veces antes.

Tomé el pomo de la puerta caoba y lo giré, entrando en la oficina. 

Gina me estaba esperando sentada en el sillón detrás de su escritorio, con una copa de whisky en una mano y un habano en la otra.

Cuando me vio debajo del umbral, soltó el humo que estaba en su boca, dejó el trago a un lado y caminó hacia mí con una pequeña y afilada sonrisa.

—David... —murmuró mi nombre, caminando hacia mí hasta quedar frente a frente, nos miramos fijamente con una sonrisa en nuestros rostros.

—Gina Leone, mi princesa. ¿Cuál princesa? Mi reina. —dije con la voz más ronca y marqué mi acento antes de saludarnos con un roce de mejillas mutuo.

Sonrió de lado con mi saludo y forma de hablar. Sabía que le gustaba.

No hubo beso de bienvenida con sus brazos rodeando mi cuello y los míos en su cintura.

Gina no quería aquel contacto físico en ese momento, y lo respetaba, pero me preguntaba qué era lo que había sucedido.

Me guío hasta el sillón y me invitó a sentarme con un movimiento de su mano. Luego fue hasta su minibar, el cual se ubicaba frente al sillón, sirvió whisky en un vaso y lo extendió hacia mí.

Normalmente cuando me encontraba con un cliente no aceptaba ningún tipo de bebida y tampoco tomaba asiento, pero aquella vez estaba con alguien de confianza.

—Hace tiempo que no la veía —comenté cuando se sentó a mi lado con su whisky, dándole una profunda calada a su habano. —¿Cómo le ha ido todo? —Extendió el habano que había estado en sus tentadores labios rojos y lo acepté, dándole una profunda calada, solté el humo lentamente antes de hablar. —Está muy bella, usted.

Y no mentía, se veía más hermosa que la última vez que la vi. Vistiendo completamente de negro combinado con aquel cabello corto y lacio por arriba de sus hombros y aquellos hermosos ojos oscuros.

Teníamos muchas cosas en común y nos complementábamos muy bien.

Aquel día yo también vestía de negro. Zapatos, pantalón de traje y camisa.

Gina soltó una risa ronca que me hizo sonreír, mantuve mi mirada sobre ella en todo momento, completamente interesado en lo que podría decirme mi bella rosa negra.

—Déjate de tonterías, David —dijo y volvió a sonreír, tomando el habano que estaba entre mis dedos. —¿Quieres saber por qué te he llamado? —preguntó y le dio una calada al habano, manteniendo el humo en su boca por un corto tiempo.

Bebí un trago de whisky sin quitarle la mirada de encima.

—No lo sé, dígame usted —Ella acercó el habano a mi boca y le di una calada aún con los ojos fijos en los suyos.

—Necesito que hagas algo por mí —respondió bebiendo un trago de su whisky.

La observé con curiosidad.

La conocía y sabía perfectamente que le gustaba hacer todo sola, jamás pedía ayuda. Podía hacer lo que quisiera sin inconvenientes, era una mujer apasionada y capaz, si me había llamado era porque había obstáculos en el camino.

Obstáculos que un ex militar francotirador experto en espionaje saltaría sin problemas.

—Vea, usted puede pedirme lo que quiera. Debe ser importante si me ha llamado, rosa negra. —Bebí un trago de whisky al finalizar con aquel apodo, mi mirada aún se posaba sobre ella.

—Demasiado, David —Llevó el habano a la mano que sostenía su vaso, sacó su celular del bolsillo del jeans, entró en la galería y buscó una imagen, luego me la enseñó. —Necesito que investigues a esta mujer. —Me mostró a dicha mujer. —Su nombre es Everlynn, es la nueva esposa de Azumaya. Necesito que la sigas por un mes o dos. Así podríamos encontrar nueva información de esa manera, y todo sobre el homicidio de Stefany Scalfaro, su hermana.

En el año y medio que conocía a Gina, el mismo que llevaba abierto su club, conocía mucho sobre su vida, y no me hacía desearla menos.

Gina le dio una profunda calada al habano entre sus dedos antes de soltar el humo que mantuvo en su boca por un momento, siendo saboreado entre esos labios rojos.

—¿En términos legales? —pregunté irónico, sabiendo su respuesta.

Ella sonrió mirando en otra dirección, bebió un trago de whisky y extendió el habano hacia mí.

—De la manera en que sea necesario, David. —Le di una calada y mantuve el humo en mi boca. —Necesito todos los detalles que puedas encontrar, y cómo se relacionan con Sparrow.

Solté el humo y le devolví el habano.

—Está bien, Leona.

—Después discutiremos sobre la paga. —Bebió un trago de whisky.

—Vea, mi amor. No es necesario. —Ella me miró con curiosidad y sonrió por lo que dije después. —Va por mi cuenta. Por nuestra amistad —chocamos nuestros vasos y bebimos.

Se mantuvo así, sonriéndome por varios segundos, intrigándome. Luego miró en otra dirección mientras bebía.

No hice otra cosa que mirarla. Empaparme de su belleza y cercanía, de su olor y los recuerdos de las noches compartidas.

Gina sabía que no podía discutir. No aceptaría dinero por ayudarla. Era un placer hacerlo. 

Se levantó del sillón, dejándome el habano y caminó a su escritorio.

—Bueno, David. Tengo trabajo que hacer aquí... —comentó, dejando su vaso en el mismo, con un poco de líquido en su interior, dando por finalizada la reunión.

No podía irme sin más, era verla y querer repetir aquellas noches de pasión que compartimos.

Me levanté del sillón, rodeé el escritorio, la giré y la senté sobre el mismo, me hice lugar entre sus piernas, llevé mis manos a su cintura y le di el beso apasionado con el que no me recibió al llegar. El que moría por darle desde que recibí su llamada.

Gina me devolvió el beso, llevando una de sus manos a mi nuca y con la otra me rodeó y acercó más.

Apreté su cuerpo contra el mío, dejándola sentirme contra su anatomía, mientras suspiros de placer se escapaban de sus labios, los cuales saboreaba con los míos. Dejé de besar su boca y descendí con besos hasta su cuello.

—Cada vez que nos encontramos la pasamos delicioso —susurré con la voz ronca contra la piel de su cuello. Ella agarró uno de mis hombros y soltó un suspiro.

—Por favor, David. Ahora no. Debo trabajar — murmuró suavemente en mi oído.

Mi brazo rodeaba su cintura, se negaba a dejarla ir.

Alejé mi rostro de su cuello y me encontré con una mirada muy intensa. Apoyé mi frente sobre la suya, mirando sus ojos y labios, una de sus manos subió a mi nuca y sus dedos se entrelazaron con mi pelo negro un poco largo.

—Esos labios son una delicia, me lo ponen muy difícil —confesé y volví a besarlos.

No pude resistirme y mordí su labio inferior para luego dejarla ir.

—David... —suspiró y llevó una mano a mi rostro, tocando mi barba negra recortada mientras me miraba con una pequeña sonrisa, respirando de forma agitada.

Luego la apoyó en mi pecho y me alejó lentamente. 

—Está bien, me voy —dije sonriendo y dándole su espacio. Bajó del escritorio aún con la respiración agitada. —Pero la próxima vez que la vea, no la dejaré escapar —aseguré. Apoyé una mano en su mejilla y le besé la otra como despedida.

Caminé hacia la puerta color caoba, y miré hacia atrás, echándole un último vistazo.

Adoraba a esa mujer y no había nada que no estuviera dispuesto a hacer por ella.

Capture to Sparrow ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora