Capture to Sparrow ©

Capítulo 39

Stormy 

Agarré la silla frente al tocador y la llevé conmigo hasta el baño, luego de echar un breve vistazo al placard, allí cerré la puerta y la coloqué detrás, inclinada y debajo del pomo.

Estaba en una mansión en la que no debía bajar la guardia.

Dentro del baño, descubrí que no había cámaras.

Era muy diferente a lo que noté en algunas esquinas de la habitación.

Francis Leone me estaría vigilando detrás de ellas. O tal vez alguien más se encargaba de ello.

Pronto lo descubriría.

El baño era espacioso. Tenía una tina grande frente a la puerta, inodoro a mi derecha, en frente había una estantería llena de productos para el cabello e higiene bucal, toallas limpias, jabones con diferentes aromas, papel higiénico, perfumes, desodorantes, cremas para manos y cuerpo, todo lo que necesitaría cualquier persona y más. Y al lado estaba el lavabo con espejo arriba.

Me desvestí mientras la tina se llenaba de agua tibia, sintiendo asco por seguir llevando puesto el conjunto con el que me vendieron, y me sumergí en el agua.

Me bañé rápidamente y salí.

Rodeé mi cuerpo con una de las toallas blancas, y salí del cuarto de baño con la silla, la cual coloqué delante del tocador.

Abrí las puertas del placard, miré los vestidos de distintos largos y colores colgados de las perchas, tomé uno de color verde oscuro y me lo puse, al igual que unas bragas.

Me miré en el espejo del tocador, encontrándome con mi cuerpo envuelto por un vestido corto a la altura de mis muslos, con un bordado delicado sobre la tela en el pecho y la cintura, la falda era poco abultada y suelta, caía por mis muslos, acompañada por pequeños toques dorados en sus bordes.

Era hermoso.

Caminé hacia el alféizar de la ventana lentamente, y me senté justo allí para mirar a través de la ventana, observando el exterior.

Allí no había árboles y un gran jardín como ocurría cuando miraba por el balcón de mi habitación. Solo había césped y más allá algunos coches estacionados, todos idénticos. Probablemente los que usaban los hombres de Francis.

Y más allá había muros de concreto que rodeaban la mansión en la colina, la cual se alzaba imponente sobre la ciudad. 

No tenía dudas.

Allí me quedé observando todo hasta que escuché el sonido de la puerta.

Alguien estaba por entrar.

Miré hacia allí y me encontré con una figura vestida completamente de negro, pero no era Francis.

—Finalmente has despertado —dijo la chica de negro y cabello del mismo color, lacio y corto por arriba de sus hombros, quien apoyó uno de ellos contra el marco de la puerta aún abierta, debajo del umbral, y se cruzó de brazos. —Parece que acerté con tu talla.

Me recordó a Francis. Ambos tenían el cabello negro, la misma oscura mirada penetrante y analítica, acompañada por la vestimenta negra y ajustada.

—¿Tú los compraste? —pregunté con incredulidad. 

Hubiera creído que... lo había hecho otra persona.

La miré con curiosidad, continuaba de brazos cruzados debajo del umbral, mirándome detenidamente, luego decidió entrar en la habitación y cerrar la puerta sin dejar de mirarme.