CAPÍTULO 12

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PEYTON

Lo sigo a regañadientes porque me ha hecho correr y lo odio, pero necesito secarme porque hace demasiado frío fuera.

Cuando entramos en el ascensor, me abrazo a mi misma para quitarme un poco el frío. Sin embargo él parece estar como si nada.

Lo miro fijamente.

—Espero que tengas calefacción en tu casa.

Harvey me mira con una ceja levantada.

Entiendo rápidamente lo que quiere decir con ese gesto.

—Vale, lo pillo, eres rico, tienes de todo.

Se ríe y las puertas del ascensor se abren.

Es un ático y solo hay una puerta.

Cuando Harvey saca las llaves para abrir, se escuchan unos ladridos.

—¿Tienes un perro? —pregunto.

—No, es la vecina de abajo —dice con ironía—. Tiene unos fetiches muy raros.

Pongo los ojos en blanco y él termina de abrir la puerta.

En cuanto entramos, un golden retriever enorme viene hacia mí moviendo la cola muy emocionado.

Me agacho mientras Harvey cierra la puerta y empiezo a acariciar al perro.

—¿Cómo se llama? —pregunto.

—Marley.

—Hola, Marley.

Él se tumba boca arriba con la lengua fuera y lo sigo acariciando.

Escucho como Harvey se ríe y desaparece por un pasillo.

Yo me incorporo y le echo un vistazo al salón.

Es enorme y toda la pared de enfrente es cristal, así que se ve perfectamente la ciudad y la lluvia.

Me acerco al ventanal y cuando estoy mirando distraída a través del cristal, algo me cae en la cara.

Lo agarro como puedo y miro mal a Harvey.

—¡Oye!

—Tienes una toalla en el baño —dice Harvey con una ropa diferente a la que llevaba—. Cámbiate, no quiero ser el responsable de que pilles una pulmonía.

Pongo los ojos en blanco.

—¿Dónde está el baño?

—Por ahí. —Señala el pasillo sin mirar mientras se sienta en su enorme sofá.

Voy hacia dónde me ha indicado y veo una puerta abierta.

En cuanto entro me quedo con la boca abierta.

Su baño es literalmente más grande que toda mi casa.

Cierro la puerta detrás de mí y cuando salgo de mi asombro, miro la ropa que Harvey me ha dado.

Es una sudadera y unos pantalones anchos.

No me entusiasma mucho ponerme su ropa pero tampoco me puedo permitir enfermar, así que suspiro y me cambio.

Dejo mi ropa con cuidado cerca de la bañera para que se seque aunque sea un poco y vuelvo al salón.

Harvey gira un poco la cabeza y me mira de arriba a abajo.

—¿Qué? —pregunto.

—Nada, nada... —dice con una sonrisita.

Lo ignoro y me siento en el sofá lo más separada que puedo de él.

Canciones en papel #1 (BILOGÍA CANCIONES)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora