Canciones en papel #1 (BILOGÍA CANCIONES)

CAPÍTULO 37

PEYTON

—No me puedo creer que esté sonando otra vez —digo terminando de limpiar las copas—. Llevo un mes escuchándola por todas partes.

—Lo sé, es horrible —dice Audrey moviendo la cabeza al ritmo de la música mientras pone dos cervezas en una bandeja.

—¡Audrey!

—Lo siento, es que es muy pegadiza —dice mirando con cara de culpa—. Y aunque sea un gilipollas, ¡es muy emocionante que Harvey Cooper me mencione en una canción!

La miro con los ojos entrecerrados.

—La canción dice Ashley, no Audrey.

—Es lo mismo —dice—. Tú y yo sabemos que se refiere a mi.

Pongo los ojos en blanco y me preparo para responderle, pero mi teléfono suena.

Frunzo el ceño al ver que es Kevin.

—Audrey, ¿me cubres un momento?

Ella asiente con la cabeza y yo me aparto un poco para contestar la llamada.

—Hola Kevin, ¿pasa algo? —pregunto.

—Eh... No, bueno... sí, a ver, no pero sí.

—No me asustes.

—No, no, es que... ¿Puedes venir al bar en un rato?

—Eh... sí, claro, pero pensaba que hoy no tenía que cantar.

—No, no tenías que venir, pero...

De repente se calla.

—Kevin, ¿qué pasa?

—Sé que no tenías que venir pero te necesito —dice—. La gente está preguntando por ti y un par de mesas me han dicho que han venido solo para verte cantar.

—¿En serio? —digo empezando a emocionarme.

—En serio —dice—. No te quería molestar, pero si pudieses...

—No te preocupes, en una hora termina mi turno en el bar —digo—. Cuando termine voy para allá.

—Perfecto, gracias, pero... hay algo más.

—Dime.

—Eh... ¿Podrías... cantar solo tus canciones?

—¿Qué? ¿Por qué?

—Bueno... es que... —dice un poco nervioso—. Te pago más.

—Pero...

—Solo tienes que cantar tres o cuatro canciones, porfa, porfa.

—Kevin, ¿seguro que no pasa nada?

—Seguro, segurísimo.

Frunzo el ceño porque es evidente que está mintiendo.

—¿Y por qué no puedo cantar otras canciones?

—Es que... Peyton, te lo explico luego, ahora no puedo, pero hazme caso, ven y canta tus canciones.

—Kevin, esto es muy raro.

—Que no, tú ven.

—Vale, pero...

—Has dicho que en una hora estás aquí, ¿no?

—Eh, sí, pero...

—Perfecto, luego nos vemos.

Voy a decirle algo más pero cuelga la llamada.

Miro el teléfono un poco confusa.

—¿Todo bien? —dice Audrey mirándome de reojo.