CAPÍTULO 19

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PEYTON

Al poco contesta.

¿Sí?

—Kevin, hola —digo a través del teléfono—. Soy yo, Peyton, la amiga de Harvey.

¡Sí, ya me acuerdo! —dice alegre—. Pensé que nunca me llamarías, ¿te has pensado lo de la oferta?

—Eh... Sí, sé que me lo dijiste hace semanas pero...

¿Aceptas? —pregunta emocionado.

—Sí, estaría bien cantar allí de vez en cuando.

¡Genial! ¿Te parece bien empezar el lunes?

—Eh... Sí, claro.

Perfecto, vendrías lunes, miércoles y viernes por la tarde, y algún sábado si te apetece pero eso te lo dejo a tú elección —dice—. No podré pagarte mucho, pero procuraré darte una cantidad razonable.

—Vale —digo con una sonrisa—. Pues nos vemos el lunes.

—Genial, sí. el lunes te veo y lo hablamos bien.

—Perfecto, adiós.

—Adiós Peyton.

Cuelgo el teléfono con una sonrisita y Harvey me mira fijamente.

—¿Y bien? —pregunta sonriendo.

—Empiezo el lunes.

—¿Ves como no era tan difícil?

—Lo difícil no es aceptar el trabajo, sino hacerlo.

—Bueno, no es la primera vez que lo haces así que no tiene por qué serlo.

—No es lo mismo, no estaba cantando sola.

—No te preocupes por eso, yo estaré dándote ánimos desde la esquina más oscura del bar.

Me río a carcajadas.

—Idiota.

—Lo digo en serio, no me voy a perder el escuchar una de tus canciones.

—No voy a cantar mis canciones —digo rápidamente.

—¿Cómo que no?

—¿Estás de broma? Ni loca canto una de mis letras.

—Pero...

—Ya estoy haciendo bastante cantando delante de gente, por muy poca que sea, pero no pienso cantar mis canciones, además, ya ni me acuerdo de ellas.

Me mira con los ojos entrecerrados.

—Puedes decir lo que quieras, pero estoy seguro de que algún día escucharé tus canciones en la radio.

Me río.

—Puedes soñar todo lo que quieras, yo dejé de hacerlo hace mucho.

—Oye, si yo lo he conseguido tú también puedes —dice—. Somos más parecidos de lo que crees.

—¿Tú también tienes problemas con tu madre?

—Casi —dice divertido.

—¿Con tu padre?

—Bueno, técnicamente no se pueden tener problemas con una persona de la que no sabes nada desde los ocho años.

Abro los ojos como platos.

—¿No sabes nada de tu padre desde que tienes ocho años?

Él se encoge de hombros.

—Un día me estaba llevando al parque como siempre, y al día siguiente desapareció como si nada, nunca lo volví a ver.

Canciones en papel #1 (BILOGÍA CANCIONES)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora