CAPÍTULO 40

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PEYTON

—No sabéis cuánto odio los trenes —dice Audrey arrastrando su maleta por la estación de tren.

—Créeme, lo sabemos —dice Cam—. Llevas quejándote todo el camino, no puedo más.

—Claro, es que tú empiezas a mirar por la ventanilla y te crees que eres Taylor Swift en un videoclip.

—¿Ah, sí? Pues tú...

No puedo evitar sonreír mientras cruzamos la estación de tren.

Noto como Harvey me aprieta la mano y sonrío divertida.

—¿Estás nervioso?

Él se ríe.

—¿Yo? ¿Nervioso? Para nada —dice.

—Pues deberías.

—¿Cómo?

Me río.

—Es broma —digo—. ¿Sabes qué es lo bueno de que sea un pueblo tan pequeño?

—¿Qué?

—Que nadie te conoce —digo—. Así puedo hacerte un tour sin que nadie te haga una foto.

Harvey sonríe y me da un beso antes de llegar a la parada de taxis.

Metemos nuestras maletas en el coche y yo me siento al lado del conductor para indicarle el lugar.

No tardamos mucho en llegar porque es un pueblo muy pequeño, así que en cuestión de diez minutos estamos en frente de la casa de mi padre.

No es muy grande, pero siempre me ha parecido muy acogedora y ahora más, porque en mi familia si no se decoran hasta las columnas no se quedan tranquilos.

Cuando nos bajamos del taxi y agarramos nuestras maletas, está nevando, así que nos apresuramos para llegar al porche de la casa.

Audrey y Cam van casi corriendo para tocar a la puerta y cuando mi padre abre, Harvey y yo estamos a medio camino.

Mis amigos le dan un abrazo a mi padre como si fuese el suyo y yo sonrío.

A medida que nos acercamos, noto que Harvey aprieta más mi mano y me río divertida.

—No es gracioso —dice.

—Pues a mí me parece muy divertido —digo justo antes de llegar a la altura de mi padre.

—¿Cómo está mi princesa? —dice extendiendo sus brazos para que le dé un abrazo.

—Hola papá —digo abrazándolo con mucha fuerza.

Es cierto que mi padre puede imponer un poco al principio porque es alto y grande, pero en el fondo es el ser más cariñoso y amable del planeta.

Después de achucharme durante un minuto entero, su mirada se posa en Harvey y pasa de tener una sonrisa en la cara, a ponerse serio.

Yo pongo los ojos en blanco.

—Tú debes de ser el novio de mi princesa —dice cruzándose de brazos.

—Sí, señor —dice.

Intento contener la risa, pero no puedo.

Se miran fijamente durante unos segundos hasta que mi padre sonríe y extiende los brazos.

—Ven aquí, dame un abrazo.

Hasta desde donde estoy escucho el suspiro de alivio de Harvey antes de abrazar a mi padre.

Después de que intercambien un par de palabras, entramos en la casa y Winnie, nuestro perro salchicha, viene correteando hacia mí mientras mueve la cola.

Canciones en papel #1 (BILOGÍA CANCIONES)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora