Desafío de Urbosa (II)

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En cuestión de segundos la piedra sheikah nos trae a nuestro destino. La bestia Naboris se alzaba orgullosa ante nosotros. Zelda no podía evitar el vuelco que sentía en el pecho. Toda aquella enorme estructura le recordaba a la valerosa gerudo, amiga de su madre y segunda madre para ella, siempre cuidó de la princesa. No dijo mucho mientras se encaminaban a la enorme bestia. Una voz ya no tan desconocida sonó por todo el lugar. 

<<Dado que osáis presentaros aquí, os asigno un desafío en nombre de la Diosa Hylia. Para obtener el símbolo de Naboris, deberéis sumergiros en vuestros recuerdos. Mas no os confiéis... Incluso en un mundo ilusorio os hará falta una gran determinación. >>

La hermosa reina colocó su cuerpo detrás de mi, sabiendo que en pocos segundos perdería la consciencia. Todo comenzó a dar vueltas, mi cuerpo se sintió más ligero hasta que todo se volvió negro. 

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<<Este es el mundo ilusorio que habéis creado con vuestros recuerdos... El enemigo al que os enfrentáis es la encarnación de vuestros temores más profundos. En el combate solo podéis usar los medios que os he facilitado. Superad vuestros miedos y saldréis victorioso.>>

Miré rápidamente lo que me había entregado para la batalla: una cimitarra, escudo gerudo, arco gerudo y unas cuantas flechas. Sin prestar mucho cuidado a la comida el combate dio inicio.  La ira del rayo era rápida e infalible como en mis recuerdos. Por instinto mi cuerpo supo en qué dirección moverse y de qué manera hacerlo sin fallar. Esquivé sus ataques en el momento preciso y devolví algunos golpes con ayuda del escudo. Pronto pasamos a la segunda fase de la ira. Anteriormente pudo hacerme daño en la pierna con uno de estos ataques, sin embargo, ahora no era capaz de siquiera rozarme. Con ayuda del imán acerqué las vigas de hierro electrificados a su cuerpo, haciendo que cayese y así poder rematarlo. Suspiré tranquilo al ser consciente de la mejoría en mis habilidades. 

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Cuando quise despertar fui recibido por las suaves caricias de mi reina en mis rubios mechones, no se le veía demasiado preocupada, al parecer se había acostumbrado a esto. Su linda sonrisa me impulsó a sonreírle de vuelta. Nuestra pequeña burbuja amorosa fue rota por la música de un acordeón. Nyel estaba frente a la bestia, tan contento como siempre. 

-Oh... -el orni por fin se dio cuenta de que lo estábamos mirando.-disculpen sus majestades, estabais tan absortos en vuestros pensamientos que no quise meterme. Las historias de Urbosa son una fuente inagotable de inspiración.  Me han animado a honrarla a mi manera, con unos versos distintos a los de la balada inacabada que dejó mi maestro. No se me ocurre mejor lugar para honrar su espíritu que a la sombra de Vah Naboris, su eterna compañera... Esta tonada trata sobre el pasado de Urbosa, la elegida...

<<Esta es la historia de la briosa elegida, 
que aún no conocía a Naboris,
ni el destino que correría.>>

<<Urbosa, la matriarca de una tribu
guerrera, le expresó a la princesa
su lealtad verdadera.>>

Tras escuchar esa última frase no pude evitar girarme para mirar a Zelda, grandes lágrimas nacaradas surcaban sus ojos. Quería acercarme a ella y consolarla pero sabía que necesitaba unos segundos para calmarse y pensar en su adorada amiga. 

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En la memoria de ambos se podía observar la imponente Ciudadela Gerudo. En lo mas profundo, la sala del trono, se estaba llevando a cabo una importante celebración. Urbosa, la elegida, había aceptado la petición de la princesa de ser ella quien pilotase a Vah Naboris. 

-Todo indica que el Clan Yiga no solo pretende traer de vuelta a Ganon, sino que también pretende apropiarse nuestro tesoro. Alteza, os ayudaré a poner fin al Cataclismo. 

-Matriarca gerudo, Urbosa... En nombre del rey de Hyrule, os lo agradezco... -tanto la princesa como sus doncellas dejaron ver una elegante reverencia dirigida a la matriarca. 

Cayendo la noche, matriarca y princesa daban un paseo por el frío desierto. El ligero viento movía la arena de un lugar a otro, haciendo hogareña la pequeña charla que ambas estaban teniendo. La risa de la princesa llenaba cada hueco del extenso desierto, sin darse cuenta de dos figuras que se acercaban a lo lejos. 

-Tengo que decir, Urbosa, que nunca te había visto tan seria. -dijo la princesa tras calmar su dulce risa. 
-¿Enserio? Que curioso; a mi me pasa lo contrario. Os vi igual de seria hace diez años. 
-Urbosa... Hay una cosa que no entiendo. ¿Por qué eres siempre tan protectora conmigo? -la princesa giró sobre sus talones para observar a la gerudo, para llevar la sorpresa de que la atención de la misma estaba en otra parte. 
-¡Eh, vosotros dos! -poniendo una mano sobre la empuñadura de su espalda levantó la voz hacia dos personas, al parecer viajeros, que estaban detrás de ella. -Solo quienes carecen de honor atacan por la espalda. -ambas personas cruzaron miradas sin ser conscientes de como la matriarca sacó su cimitarra de la hermosa funda. -¿A qué esperáis? -para sorpresa de Zelda, ambas personas dejaron ver su verdadera identidad, eran del clan Yiga. Urbosa no tuvo problemas en terminar con ambos en una pelea improvisada. Cuando pensaba que todo estaba acabado la voz de la princesa llegó a sus oídos, gritaba su nombre. Sin mucho esfuerzo levantó sus dedos e invocó el rayo con un chasquido terminando con el enemigo. Ambos desaparecieron tras su vista. -Soy protectora por un motivo... -un suspiró salió de sus labios mientras guardaba su arma y escudo. -Cuando erais una niña, cierta amiga mía también os protegía con toda su alma... -no se trataba de otra que de la misma reina de Hyrule. -De eso hace ya diez años...Pese a la triste pérdida de vuestra madre, tuvisteis que ser fuerte... Y asumir vuestra posición de heredera al trono. Habiendo presenciado aquello... No puedo evitarlo...  

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-La matriarca gerudo fue una feroz guerrera, a la par que una importante y tierna figura para la princesa, ahora nuestra reina. -Nyel habló por nosotros, sobre todo por Zelda que no podía contener sus lágrimas. -Decidme, ¿qué os ha parecido el Canto de Urbosa? Al escribir esta tonada sobre el gran corazón de la elegida, me siento más cerca de mi querido maestro. Creo que el escenario de los versos clave, que aún faltan, debería ser el castillo de Hyrule en un pasado remoto. 

No pude seguir oyendo, puesto que Urbosa resonó en mi cabeza, seguramente también sonó en la mente de mi reina. 
-Eres un shiok de lo más admirable... Te ruego que veles siempre por la seguridad de nuestra reina. La grandeza de Hyrule está en vuestras manos, héroes. 

Mi esposa y yo nos miramos con sonrisas en nuestros rostros. Zelda cogió mi mano, sin embargo, cuando estábamos listos para volver a ciudad gerudo la misma voz que nos estuvo guiando todo este tiempo resonó.
<<Mi nombres es Makkosh. Os felicito por haber superado todos los desafíos. La puerta que os llevará al último desafío se ha abierto en el santuario de la vida. Allí debéis dirigiros.>>

No pude evitar el suspiro que salió de lo más profundo de mi pecho. Zelda dejó escapar una risa.
-Deberíamos ir al santuario, mi héroe, pero primero me gustaría ir a ver a Riju. -sacando la tableta sheikah nos teletransportamos a la ciudadela. 

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Pronto los dos estuvimos frente a la joven matriarca. 

-¿Sobre Urbosa, decís? Que casualidad que os intereséis ahora por ella. Resulta que, después de todo este tiempo, hemos encontrado el diario de Urbosa. Ya que estáis aquí os interesará leer sobre una antigua amiga suya, un poco más mayor que ella, ¡la mismísima reina de Hyrule! Urbosa debió ser alguien realmente admirable para ganarse incluso en afecto de un miembro de la realeza. No me molesta que vayáis a echarle un vistazo, está en mi habitación. 

Agradeciendo, la reina y yo no dirigimos a los aposentos de Riju, Zelda se veía emocionada tras volver a ver la letra de Urbosa sobre un papel. No tardamos mucho en empezar a leer.

𝐍𝐨 𝐦𝐞 𝐬𝐮𝐞𝐥𝐭𝐞𝐬 • (𝑻𝒍𝒐𝒛)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora