Riju y el recuerdo del trueno.

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Me colé sin ningún problema en la ciudadela y me fui a encontrar con Riju. Al llegar pareció sospechar cuando le dije mi nombre.
-Mmmm... de algo me suena tu nombre... -hizo cara pensativa.-no lo se, de todas formas, estamos un poco tensas porque nos han robado el tesoro de las Gerudo. Siento que no estemos lo bastante atentas a los visitantes.
-Me gustaría ayudar. -la Gerudo que estaba a su lado puso mala cara.
-Se paró un momento mirando mi cadera.-esa... ¿no será la piedra sheikah que llevaba la princesa de hace 100 años? Acaso tu serás... ¿el legendario héroe?
-No digas cosas así alteza.-al parecer su guardia no estaba de acuerdo.
-Mi madre me contaba las historias de Hyrule cuando era pequeña, y resulta que el héroe se llamaba igual que tu, además de que tienes esa piedra sheikah, no puede ser coincidencia.
-ENTONCES ERES UN INTRUSO. -la guardia que estaba a su lado me amenazó con su lanza.
-Tranquila, si eso es verdad te reto a que busques nuestro tesoro, entonces te ayudaremos a entrar en la bestia divina si es lo que deseas. -tras yo asentir, añadió.- la capitana Gerudo te puede ayudar en eso, está en el patio a la derecha de ti.
Tras hacer una breve reverencia me encaminé al patio, allí una gerudo me indicó el camino a la guarida del Clan Yiga y me pidió de paso que liberara a una compañera que había ido a investigar.
Tras comer un poco, cogí rumbo a la guarida con una morsa del desierto, me sentía bastante cómodo con ella, pensaba que se haría más difícil. Durante el camino, el sol no paraba de apretar y el calor se iba haciendo cada vez más insoportable. Al llegar a la guarida se me presentaron 3 integrantes del clan, con los que tuve que pelear. Tras ello, me colé dentro de su territorio, me encontré con 5 entradas, 4 de ellas eran falsas. Al entrar por la verdadera todo se volvió más silencioso de lo normal, ni siquiera las pisadas de esos desalmados se escuchaban. En una de las celdas se encontraba la mujer, forcé la cerradura ante la mirada atenta de ella y la liberé.
-¿Qué haces? Si te pillan te van a encerrar... -la mandé a callar.
-Corre, hay una morsa fuera, cógela y ve a la ciudadela. -ella se fue, y empecé a burlar la seguridad de los Yiga, con ayuda de las bananas, su fruta favorita. Tuve que seguir burlandolos hasta llegar a una habitación que a simple vista no tenía salida. Fruncí el ceño, ¿eran tontos o que? era bastante obvio, por algún lado debía haber una puerta falsa. Al encontrarla salí a lo que parecía un campo de batalla. Se me presentó lo que creo que era el jefe de los Yiga, era gordito y achuchable.
-¿¡Quién se atreve a interrumpir mi preciado sueño?! -fue cuando se fijó en mi y en el artefacto que colgaba de mi cadera izquierda.- tu... no puede ser, eres el imbecil que estaba buscando, ese héroe de pacotilla. -comenzó a reírse- has venido directo a la boca del lobo.
-Cállate y dame ya el tesoro que robásteis, malditos.
-Si lo quieres enfrentate a mi.
-Con mucho gusto.-Saqué mi espada y el se pusó en posición. De la nada aparecieron dos bolas de hierro que daban vueltas a lo largo de su cuerpo. Pensé que hacer, el imán no servía y aunque las paralizara a el le daría tiempo de darse cuenta y contraatacar. Saqué mi arco y le dí justo cuando una de las bolas pasaba por su cabeza. Quedó aturdido y aproveché la ocasión para atacarlo. Cambió su estrategía, era una bola de metal que el controlaba con un imán, era un poco torpe y enseguida lo volví a atacar. Ya débil se puso ante mi, claramente enfadado, pateaba el suelo con fuerza y lloriqueaba. -pareces un payaso.
-¡No te rías de mi! No puede ser que tu me hayas derrotado. -pateó otra vez el suelo con mas fuerza.-oh si, con mi ataque secreto no te escaparás.-una gran bola de pinchos el triple de grande que las anteriores quedó entre el y yo, no podía ni siquiera verlo ya que la bola me lo impedía.-¿eh? ¿dónde estas? no te veo... bueno da igual, al fin y al cabo vas a desaparecer, con  esta gran técnica... -lo dejé hablando solo y con mi pie empujé la esfera de pinchos que enseguida sacó al Yiga del campo de batallas- ¡AGGHH! ¡ESTO NO VA A QUEDAR ASÍ, LA JOVEN SABIA SE OCUPARÁ DE TI, ES SU DEBER!
-Eso ya lo veremos. -miré a mi alrededor y me dí cuenta de que un cofre descansaba en una plataforma. Corrí sin dudar a esa plataforma, subiendo los dos peldaños de un salto y abrí el cofre, allí se encontraba lo que parecía un casco. -supongo que será esto. Debo volver antes de que se den cuenta de que me he metido aquí.
De regreso a la ciudadela no perdí el tiempo y fui con Riju.
-Vaya, veo que lo has traído, te estoy muy agradecida. En nombre de mi pueblo te pido por favor que nos ayudes para calmar la bestia divina. -por alguna razón me sonrojé, bendito velo que me cubría la cara.
-Con gusto.
-Link, te espero en las escaleras de fuera, tengo que comentarte algo.
Salí donde Riju me indicó, allí estaba ella con el casco puesto, un pinchazo en mi cabeza se hizo presente para después presentarse imágenes antiguas.

Recuerdo
Llegué con Urbosa, me había llamado para ir a por la princesa que se había encontrado todo el día con ella.
-Hola, siento llamarte tan tarde, pero has llegado raudo, como se espera de un caballero.-asentí y miré a la hermosa princesa apoyada entre almohadones de seda. -ha estado investigando todo el día y ha quedado agotada. Siempre ha sido así, no le importaba enfermarse rezando en las fuentes e investigando a las bestias desde que era niña, trabajando siempre sin descanso. Dime, ¿te entiendes bien con ella? -creo que mi cara de negación le dio la respuesta pues empezó a reír.-ya veo, pero no la culpes, seguro que aún no se acostumbra a ti. Será mejor que la lleves a casa. -se quedó pensativa unos momentos para después chasquear los dedos y hacer que un tueno cayera despertando a mi princesa.
-¡Ah! U-urbosa, ¿que ha sido eso? -me miró molesta.-¿que haces tu aqui? -la risa de Urbosa se hizo presente.
-Te llevará a casa, es hora de que vayas a descansar, no seas terca te va a ayudar. -la ayudó a incorporarse para después acompañarnos a la posta del cañón donde se encontraba mi caballo. Ella se fue dejándonos a la princesa y a mi a solas.
-Será mejor que te duermas por el camino, alteza, se le ve agotada. -a regañadientes se subió a mi caballo, para momentos después yo subirme y pasar todo el camino a casa durmiendo en mi pecho.
Sin duda, su calidez me hizo sentir bien.

𝐍𝐨 𝐦𝐞 𝐬𝐮𝐞𝐥𝐭𝐞𝐬 • (𝑻𝒍𝒐𝒛)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora