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—¿Carola donde estás? —le escribo en un mensaje y miro para tratar de encontrarla—.

Me dejo caer en un banco y suspiro exageradamente.

Creo que llego la hora de enfrentar los problemas de una vez por todas, y lo primero que tengo que hacer es hablar con Rodrigo.

Sé que él se merece que yo le explique cómo me sentía en ese momento y pedirle una disculpa por dejarlo de ese modo, me vi tan superada por la situación que no supe que hacer.

Claro que me arrepiento pero él se merece que yo le explique todo en persona y no por una pantalla.

Sé que el habla con francisco y que también habla con Carola, pero conmigo no, la última vez que hablamos fue cuando su hija me mando unos mensajes que durante 30 segundos me hicieron sonreír.

Esa niña tiene mi corazón, amo como siempre que me ve me mira como si no fuese real el tenerme enfrente.

Y Rodrigo sigue tan presente en mi cabeza como la primera vez, cuando mi papá se recuperó tuvimos una charla re linda y una de las tantas cosas que me dijo fue que luchara por lo que teníamos con Rodrigo.

Además de retomar los shows que teníamos pendientes, es por eso que luego de una llamada con Carola y varias copas de por medio termine comprando un pasaje para Madrid.

Y bueno ahora ya estoy acá y no puedo retroceder, quiero poder hablar con Rodrigo y si él quiere intentarlo y si no es así cerrar una etapa que me hizo muy feliz.
Porque si, Rodrigo me hace feliz y no tengo dudas de eso.

Siento unos brazos que me rodean por los hombros y escucho la risa de caro en mi cuello.

—¡te extrañé mi flacaa! —dice abrazándome y le devuelvo el abrazo con la misma fuerza—.

—yo te extrañe más carito —digo sonriendo—.

—vamos, que voy algo tarde para el trabajo —me dice agarrando mi valija—.

—me hubieses dicho y me tomaba un taxi —respondo caminando a su lado—.

—na tranqui, me atrasé porque es hora pico y andan como locos, pero ya estoy acá.

Acomodamos las cosas en el auto y nos subimos para que me lleve a mi casa.

Nos ponemos un poco al día y prometemos cenar juntas para ponernos a fooll con nuestras vidas.

Aprovecho para ducharme y abro un poco las ventanas para que entre aire puro.

Mientras ordeno las cosas, encuentro la camiseta que me regaló cuando fui a verlo a la cancha, el mismo día que me pidió ser novios.

Tengo unas ganas inmensas de llamarlo, pero me aterra que ya esté en otra página y por mi estupidez perderlo. Lo amo y no me importa si es pronto para decirlo.

Es tan arrollador lo que siento por el que me asusta y me gusta dela misma manera.

Pero sé que yo me alejé y que él está en todo su derecho de hacer su vida con alguien más, por lo que siempre quiero hablarle y me quedo con su nombre a medio escribir.

Dejo pasar el día haciendo cualquier cosa que me mantenga entretenida, porque soy una cobarde y no me animo a buscarlo.

Ahora estoy sentada en el balcón tomando una copa de vino y mirando el atardecer español, me encanta como el sol colorea los edificios y el cielo con sus destellos naranjas le dan el toque perfecto.

Mi celular que se encuentra conectado al equipo suena interrumpiendo la canción, me levanto y sin mirar quien es atiendo.

—¿hola quien habla? —pregunto sentándome de nuevo en el sillón de mi balcón—.

Beso en las rocas. Rodrigo De Paul Donde viven las historias. Descúbrelo ahora