Saemi es un Omega dominante que pierde a toda su familia en un macabro asesinato. Tras eso, personas peligrosas lo intentan buscar y atrapar para que termine de pagar la deuda que había quedado. Se oculta y escapa quedándose en la calle y pasando no...
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Saemi abrió sus ojos de manera lenta viendo el mismo lugar.
Se seguía sintiendo mal. Solo quería dormir y olvidarse de todo. No tenía intenciones alguna de comer y tampoco sabía que hora era. Pensó en que tal vez ya era el medio día y deseó que ya fuera la noche para volver a dormirse y no pensar en, absolutamente, nada.
Dormir era la única forma de olvidar que su familia había muerto. Dormir era la única manera donde no sentía dolor en su pecho y donde su corazón estaba en paz.
Sin embargo, al ver a Dino a su lado, se esmero en ponerse de pie y salir fuera de la habitación. No escuchó algún ruido, pues, como cualquier otro día, dio por hecho que Kraven se había ido al trabajo. Soltó un suspiro y bajó las escaleras porque hablar con Sofía le agradaba. Era una buena mujer y divertida también. Dio pasos lentos con sus pies descalzos mirando los escalones que iba bajando. Pensó que todas las bolsas iban a seguir estando ahí, mas no.
Vio todo vacío, a excepción por un dinosaurio que estaba en el suelo.
Se quedó de pie viendo su color morado y pudo reconocer, sin problema alguno, que era un Triceratops. Era una especie de dinosaurio herbívoro cuadrúpedo muy robusto y con tres cuernos en la cabeza, uno encima del hocico y dos encima de los ojos de hasta un metro de altura. La cabeza terminaba con una gola ósea a modo de abanico y tenía boca de pico curvado de loro con filas de dientes.
Sin embargo, el que estaba viendo no era grande. Era pequeño, tierno y de un lindo color morado que tenía un hoja de papel donde estaba escrito:
"Hola, soy Tricci, espero que me quieras mucho."
Pestañeó un par de veces. Miró a todos lados verificando que no hubiera nadie y se acercó. Se arrodilló en el suelo para sostenerlo un poco notando que era suave, bonito y perfecto para dormir abrazándolo. Sabía que ya tenía veintitrés años, sin embargo, dormir con Dino se sentía mucho mejor a dormir solo sabiendo que no tenía a nadie y, dormir con dos, pensaba en que iba a ser mucho mejor.
Sus labios, después de tanto, se curvaron en una pequeña sonrisa.
Al momento en que escuchó pasos, se puso de pie y se alejó viendo que nada más era Sofía. Ella al verlo, no dudo en regalarle una sonrisa donde sus ojos azules se veían brillantes.
—Que bueno que ha despertado. Recuerde que tiene una nueva cita con la psicóloga. El señor Kraven vendrá a buscarlo.
—Claro.
—Aún tiene tiempo de comer algo, ¿quiere?
Asintió y la siguió dándole una breve mirada al dinosaurio para asegurarse de que era de verdad y no una imaginación.
Tomó asiento en el lugar mientras ella hacía algunas cosas y le comentaba sobre qué había estado ordenando en una habitación porque ya estaba por acercarse el final del mes y debía estar siempre bien cómoda.