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Era agradable.

Era demasiado agradable estar con Min-ho, escucharlo hablar aunque fueran pocas veces, ver el sonrojo en su rostro, solo verlo, solo estar a su lado en silencio, era agradable.

Era cómodo.

Suspire aún trazando esa cicatriz con mi dedo con suavidad lentamente. Min-ho había llegado hace unas dos horas, decidimos ver una película en mi cuarto dejando a la parejita en la sala haciendo que cosa. Pero una hora después ya Min-ho estaba durmiendo conmigo encima de el en medio de sus piernas con mi espalda en su pecho pero hace una media hora me hacía dado la vuelta quedando frente a frente, recostada en su pecho acariciando su cicatriz con el dormido.

Me había dado cuenta había dado un gran paso al intentar hablar más y quitarse el cubrebocas pero al ver lo incómodo que se veía me estaba empezando a preocupar eso. Aunque esté feliz de que el esté haciendo eso no quiero lo haga por alguna obligación.

Escuché el timbre sonar por toda la casa, espere a qué Misuk fuera a abrir aún concentrada en ver a Min-ho como si fuera la octava maravilla del mundo pero volví a escuchar el timbre sonar, está vez más con insistencia.

Me levanté con cuidado de no despertarlo, al comprobar que seguía en su sueño salí de la habitación cerrando la puerta detrás de mi. Al llegar a la sala pude confirmar que no estaban lo tortolos, talvez salieron.

- ¡Misuk! ¡Te he dicho que siempre lleves tu llave! -grite al abrir la puerta y rápidamente maldije.

Frente a mí había un hombre mayor, talvez de unos 35 o 40. Era bastante alto, su cabello era negro al igual que sus ojos, llevaba un traje negro que lo hacía parecer un hombre importante pero también se veía algo agitado, lo sabía por cómo se movía su pecho.

Talvez sea uno de los jefes de mis padres.

- ¿Se le ofrece algo? -pregunté luego de hacer una leve reverencia con la cabeza.

- ¿Se encuentra Song Hee-Jin? -preguntó.

Si, debe de ser del trabajo porque esta buscando a mamá.

- ¿De parte? -pregunté cruzandome de brazos, siempre hay qué ser precavida en la vida.

Pareció dudar en que responder y yo no tarde en ver de reojo el bate de béisbol que tenía a un lado de la puerta junto a los paraguas.

- Soy un viejo amigo, ¿Está en casa? -preguntó.

Pareció darse cuenta de mi duda porque rápido saco su celular para empezar a buscar algo con rapidez, me lo enseñó dónde dude en tomarlo, al hacerlo pude ver una foto de mi madre pero no de ahora. Era como de cuando tenía mi edad o más joven, junto a un chico, mire al hombre varias veces para darme cuenta que era el.

Por la fecha de la foto era por el tiempo que había quedado embarazada de mi, 16 años.

- No está -le contesté.

- Por favor, enserio necesito hablar con ella. Es urgente.

Enserio parecía urgente porque parecía que se le iba a reventar una vena de su cuello.

- Le estoy diciendo que mi madre no está, se fue de luna de miel con mi padre -le dije.

Al decir eso el hombre se me quedó viendo por unos largos segundos que incluso pensé en tomar el bate.

- ¿Es tu madre? -preguntó y asinti sin atender.

Debí de haber tomado el bate.

- ¡Oiga que le pasa! -le grité cuándo el me tomo del la muñeca para empezar a jalarme afuera de la casa, seguramente para meterme a su lujoso auto.

"El chico de al frente" •Lee Know•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora