𝘊𝘢𝘱í𝘵𝘶𝘭𝘰 1

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La flecha perdida
⋇⊶⊰ 🍃 ⊱⊷⋇

Todo era paz y alegría en el reino del los elfos del Bosque Negro, en ese entonces conocido como el Bosque Verde, debido a los frondosos árboles que crecían alrededor del territorio y se caracterizaban aún por estar todos sanos y en la mejor etapa de sus largas vidas arbóreas.

Desde una ventana en el palacio del rey y la reina, un prófugo ejecutaba sus labores de escaparse de su lección diaria de geografía con la finalidad de tener unas cuantas aventuras.

Con su pequeño arco, apenas acorde al tamaño de su cuerpo infantil, en su espalda y su carcaj de flechas siempre a la mano, se apresuró a atar la soga que se había robado del establo a una de las patas de su cama. La usó para sostenerse mientras bajaba por la ventana lentamente, cuidadoso de no cometer algún error y terminar alertando a los guardias.

Con agilidad, el joven príncipe aterrizó de pie en el césped bajo sus pies, y con una sonrisa de victoria, se echó a correr a las profundidades del bosque sin mirar atrás.

Saltos, giros, flechazos, trucos. El niño se divertía al ser intrépido entre los árboles, disparándole flechas a los círculos que estaban pintados en algunos troncos y funcionaban como dianas. Descubrió que su puntería era prácticamente impecable, y ni una sola de sus saetas se desviaba del blanco. O eso creía.

A pesar de su presuntuosa sonrisa y actitud al ganar confianza con su arma, un sonido lo terminó distrayendo y una de sus flechas se perdió entre las copas de los árboles, burlando la aguda vista del jovencito. Murmuró quejas para sí, y refunfuñó al ahora tener que dedicarse a buscar su saeta, no quería que terminara lastimando a alguien por tal o cual razón.

Al correr entre las ramas que ni siquiera se movían debido a su ligereza de pies, finalmente se detuvo para tomar aire, y observó desde arriba que alguien más ya había encontrado su flecha por él.

Una niña, apenas de la edad de él, recogió la saeta enterrada en la tierra y la levantó para examinarla. Desvió su mirada para encontrar al dueño de tal arma, y dio con su objetivo una vez que hubo alzado su vista hacia los árboles.

-¿Esta es tu flecha?- cuestionó con curiosidad.

El niño se sobresaltó. En parte porque había sido descubierto, y en otra porque aquella extraña se había referido a él con la más impensable casualidad con la que alguien podía referirse a un príncipe, además de que le había tuteado. No le molestaba, pero era ciertamente nuevo para él. Se limitó a asentir, su cabello rubio se movía dramáticamente con cada pequeña acción de su cabeza.

-Podrías bajar para recuperarla, no soy muy buena trepando árboles- dijo, sus ojos entrecerrados al mantener su vista hacia arriba aún con el sol entrándole en la mirada por entre las hojas.

En menos de lo esperado, el ciertamente atlético jovencito ya estaba sobre el suelo y miraba a la contraria con intriga. Extendió su mano y ella depositó sobre su palma la flecha, intacta y apenas con un poco de tierra ensuciándole la punta.

-No creo haberte visto antes- murmuró ella, sintiéndose en la necesidad de decir algo ante el silencio que el chico parecía tener intenciones de mantener -¿Eres nuevo en el reino?

-¿No sabes quién soy?- rió él con un tono incrédulo, casi inmediatamente retractándose al darse cuenta de lo mal que aquello sonaba. Se avergonzó al verla ladear la cabeza y fruncir el ceño. Verdaderamente no tenía idea de quién era el -Ejem... quiero decir... mi nombre es Legolas. Vivo en el palacio, puede que por eso no me hayas visto antes.

-¿En el palacio?- repitió la chica con impresión, sus cejas levantándose y su sonrisa engrandeciéndose -¿Y qué haces allá?

-Soy... un aprendiz- respondió Legolas. Técnicamente no era una mentira.

-Debe ser asombroso poder vivir allá, de seguro conoces al rey a la reina, incluso al príncipe. Debo admitir que sólo los he visto una vez en mi vida cuando era muy pequeña, pero ya no recuerdo cómo se veían. ¿Te tratan bien?

-Mejor de lo que puedo pedir- respondió él. Ella notó que se expresaba con suma elegancia y perfectos modales para una edad tan corta, y no le sorprendió que viviera en el palacio -Aunque a veces son demasiadas lecciones y casi no hay tiempo libre para salir.

-Entonces te escapaste- adivinó la jovencita con una sonrisa a sabiendas. Legolas notó que tenía una sonrisa encantadora, tal vez demasiado.

-Yo no lo llamaría un escape, más bien un receso bien merecido- replicó el aprendiz con picardía, aún no dejando sus modales.

Interrumpiendo el encuentro, un cuerno sonó alertando al par de niños. El sonido de varios caballos galopando se escuchó con fuerza. Legolas pareció suspirar mientras rodaba los ojos, pero la chica se veía realmente asustada cuando notó la cantidad de guardias reales que ahora los rodeaban. Eran muy altos, intimidantes, vestidos con su armadura dorada de pies a cabeza y cada uno sosteniendo una espada en una mano. Sus expresiones serias y frías resultaban atemorizantes, y más aún cuando uno de aquellos soldados habló.

-Su majes...- comenzó, hasta que se vio severamente interrumpido por el prófugo en cuestión.

-¡Legolas! ¡Legolas!- repitió. La mirada que le lanzó al guardia evidenciaba que no quería ser referido con su título -¡Soy sólo Legolas!

-Muy bien, entonces- el soldado entrecerró los ojos con un aire de completa extrañeza, órdenes eran órdenes, y a él le pagaban para cumplirlas -Señor Legolas. Su padre nos envió a buscarlo, se preocupó mucho cuando usted no aparecía.

-Si, si, ya voy para allá. Dame un segundo- respondió Legolas de manera respetuosa, pero no apartó su mirada de la aún desconocida -Aún no conozco tu nombre.

-Soy ______- sonrió ella, haciendo una leve reverencia al asentir con su cabeza. De nuevo prestándole atención a los soldados a su alrededor se puso nerviosa, y decidió que lo mejor era regresar ya a su casa -Es mejor que me vaya ya, que tenga un buen día, señor Legolas.

Y fue finalmente cuando ella ya no estuvo más en la escena que Legolas se montó a un caballo y siguió a los guardias reales hasta el palacio, en donde sabía que le esperaban las reprensiones de su padre, pero su mente no podía deshacerse del recuerdo de aquella peculiar chica que había rescatado su flecha perdida.

𝔗𝔥𝔢 𝔖𝔦𝔩𝔢𝔫𝔱 𝔓𝔯𝔬𝔪𝔦𝔰𝔢 || ᴸᵉᵍᵒˡᵃˢ ᴳʳᵉᵉⁿˡᵉᵃᶠDonde viven las historias. Descúbrelo ahora