𝘊𝘢𝘱í𝘵𝘶𝘭𝘰 2

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Regaños y galletas
⋇⊶⊰ 🍃 ⊱⊷⋇

Por la próxima media hora desde que el príncipe Legolas había regresado al palacio, lo único que era capaz de escuchar eran los regaños aparentemente infinitos de su padre el rey desde su trono. Sus palabras habían dejado de cobrar sentido a medida que más hablaba, y ahora en la cabeza de Legolas sonaban apenas como el zumbido de una molesta abeja a la cual no podía ahuyentar.

-¿Tienes idea de cuantas veces te buscamos?- repetía Thranduil por lo que parecía ser la milésima vez -Tu pobre mentor se asustó tanto que ya se había despedido a sí mismo por descuidarte. Eres verdaderamente imprudente, escaparte así... ¿y si te hubiera pasado algo?

-No me pasó nada, estoy bien- suspiró Legolas -Ni siquiera me fui una hora.

-En una hora puede ocurrir de todo, jovencito, y no me respondas.

-Ya deja de exhortarlo, Thranduil- una apacible voz de mujer llegó al lugar, su dulzura y autoridad provocó que tanto padre como hijo desviaran su atención hacia ella -Seguro que Legolas ya aprendió la lección.

-Querida, apóyame en esto- suspiró el rey -Lo que digo es en serio, no puede simplemente escaparse y no estar bajo la vigilancia de nadie.

-Adar, yo ya no soy un niño- se quejó Legolas cruzado de brazos -Puedo cuidarme sólo.

-Tienes cuatrocientos trece años, jovencito, ni siquiera eres un adolescente todavía.

El rostro del joven príncipe se tornó rojizo del enojo. Detestaba que su padre desconfiara tanto de él. Cerró sus puños pero supo tener control de su lengua, aunque no de sus piernas. Sin dejar que su padre terminara de hablar se fue a su habitación con un resoplido y se tiró en la cama, en la cual rebotó una o dos veces.

En su trono, Thranduil se levantó colérico y se preparó para perseguir a su hijo y hacerse respetar, si no fuera por las gentiles manos de su esposa que lo mantuvieron tranquilo y quieto en su lugar.

-Déjame a mi, yo hablaré con él- aseguró la reina -Tú eres demasiado explosivo.

-¿Yo soy el explosivo?- se quejó el rey -¡Ese mocoso me dejó con la palabra en la boca! ¡Si no fuera mi hijo ya lo hubiera mandado a la guillotina!

-Y por eso es que yo me voy a encargar- ella le dio un beso en la frente y se dirigió al cuarto del príncipe, dejando a un Thranduil ruborizado y rendido en el trono, murmurando quejas bajo su aliento acerca de cómo siempre su esposa lograba convencerlo de todo.

La reina, con todo el porte y elegancia que sólo ella poseía en el reino, recogió sutilmente las puntas de su fino vestido azul mientras subía los escalones que llevaban a la habitación de su único hijo. Las cabezas de los guardias que resguardaban la puerta se inclinaron hacia abajo ante su llegada como muestra de respeto. Sus delicados dedos delgados y blanquecinos se doblaron, para que sus nudillos pudieran entrar en contacto con la madera de la puerta y golpear tres veces.

-Legolas, ion nin, ábreme por favor- demandó sin perder su delicadeza. -Tu padre ya no hablará más del asunto, pero yo si quisiera discutirlo contigo.

Desde el otro lado de la habitación, se escuchó el suspiro del joven Legolas al levantarse de su cama y dirigirse a la puerta, abriéndola apenas un poco para mirar a su madre por entre el pequeño espacio.

La reina sonrió al verlo, su corazón conmoviéndose al verlo limpiarse las lágrimas y succionar los mocos por su nariz enrojecida.

-¿Vas a dejarme pasar o tendré que mantener una conversación desde el pasillo?- cuestionó con cierta diversión en sus agraciadas facciones. Legolas abrió más la puerta sin decir palabra, dejando que su madre entrara y se sentara junto a él en la cama.

𝔗𝔥𝔢 𝔖𝔦𝔩𝔢𝔫𝔱 𝔓𝔯𝔬𝔪𝔦𝔰𝔢 || ᴸᵉᵍᵒˡᵃˢ ᴳʳᵉᵉⁿˡᵉᵃᶠDonde viven las historias. Descúbrelo ahora