3. Una amenaza muy poco sutil

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Cuando volvió a la celda, Hyunjin se encontró a Yang de nuevo en la cama, absorto en el mismo libro que había estado leyendo la tarde anterior.

La puerta continuaba abierta, al igual que todas las demás. La naturalidad con la que los presos iban y venían por el pasillo, charlando entre ellos como si no tuvieran ninguna prisa por volver a las suyas antes de que las cerraran de nuevo, lo confundió.

—Creí que solo podríamos salir durante las comidas —murmuró para sí mismo, tras escuchar como un preso le preguntaba a otro si quería ir a la celda 315, donde un tal Bang estaba organizando una partida de cartas. Yang resopló, haciendo que se sobresaltara y lo mirara—. Perdona.

—Esto es una cárcel de mínima seguridad —dijo Yang, ignorando su disculpa y sin apartar la vista del libro—. ¿Es que tu abogado no te explicó cómo funcionan?

—No... —admitió, sintiéndose un poco estúpido.

—Puedes ir a donde quieras, siempre y cuando te comportes.

—¿Y por qué ayer las puertas estaban cerradas? —preguntó. Hablando con él con tanta normalidad, Yang no le pareció tan aterrador como se habían empeñado en pintarlo.

—Por lo general solo se cierran dos días al mes. Los días en los que se aceptan nuevos ingresos.

—¿Por qué? —Yang frunció el ceño y Hyunjin se mordió el labio inferior, temiendo estar haciendo demasiadas preguntas.

—Porque los que no habéis estado nunca antes en prisión llegáis tan asustados que soléis hacer tonterías.

Hyunjin no se molestó en preguntar cómo sabía que aquella era su primera vez en prisión, porque ya sabía que era obvio. Las respuestas de Yang, a parte de aclararle algunas cosas, dieron un nuevo giro a las preguntas que tenía en mente. Como por ejemplo, si la prisión no estaba destinada a albergar presos peligrosos, ¿qué hacía él allí con su reputación?

Reuniendo un poco de confianza, se presentó.

—Soy Hwang Hyunjin, por cierto.

Yang alzó una ceja y cambió de página en respuesta. Hyunjin, tomando eso como el fin de la conversación, cogió aire y fue hacia él, hacia la litera, subiéndose a su cama.

Se quedó allí tumbado sobre el incómodo colchón durante unos quince minutos, viendo ir y venir a los demás presos por delante de la celda. De haber sabido antes que podía moverse libremente le habría preguntado a Felix el número de la suya. Empezó a dar vueltas en la cama, enfurruñado por haber perdido la oportunidad de estar un poco más con él, cuando dos minutos más tarde Yang cerró el libro con fuerza, haciendo que se congelara.

En la celda de enfrente los dos hombres dentro de ella levantaron la mirada hacia ellos. Primero hacia Yang y luego hacia él, y tras intercambiar una mirada salieron de la celda sin decir nada, perdiéndose por el pasillo. Hyunjin se tensó de la cabeza a los pies. ¿Cómo había dejado que una pequeña conversación tirara por la borda el aviso del guardia, las burlas de los presos del día anterior, y lo hablado con Felix hacía menos de una hora?

—Ya que al parecer te aburres, cuéntame. ¿Qué tal con Lee? —preguntó Yang. No podía verlo, pero le pareció que había algo de burla en su voz.

—¿Quién? —preguntó, confundido.

—Felix.

—Ah —exhaló antes de carraspear—. Bien, supongo —añadió, intentando sonar casual.

Yang no se detuvo ahí.

—¿De qué hablasteis?

—No sabía que nos habías visto.

—Esa no es una respuesta.

—No hablamos de nada —contestó. Sabía sin necesidad de ver a Yang que no le estaba creyendo—. Felix me preguntó si estaba en tu celda. Le dije que sí y ya está.

Yang se quedó en silencio unos segundos antes de volver a insistir. Acorralado, empezó a hablar mientras que lo veía levantarse de la cama, y ya en pie, apoyar un hombro contra el metálico de su litera, a la altura de su cintura.

—¿Eso fue todo? —preguntó Yang, cuando terminó—. ¿Una advertencia y a otra cosa?

—Eso fue todo.

—Mentiroso.

Lo dijo con una pequeña sonrisa en la boca que hizo que Hyunjin frunciera el ceño. No pudo evitar preguntarse qué tipo de persona podía reaccionar de esa manera a descubrir que había alguien por ahí dando consejos sobre cómo tratarlo. Entonces se atrevió a decir parte de aquello que había estado omitiendo a propósito.

—Mencionó algo sobre otro chico. Han Jisung. Comentó de pasada que era raro que me hubieran puesto contigo, porque no tenías ningún otro compañero desde él.

El cambio en su expresión apenas fue perceptible, pero estaba ahí.

—¿Eso fue todo? —repitió, en un tono un poco más cortante. Hyunjin vaciló antes de mentir al asentir. Yang rodó los ojos hacia la pared contraria de la celda y dijo—: Bueno, es cierto. No me habían puesto con nadie más desde Hanji.

Hyunjin se esforzó en no mostrarse sorprendido por el apodo.

—¿Y por qué lo han hecho ahora?

—No tengo ni idea.

—Es raro. Que lo hayan hecho así de la nada...

—¿Tú crees? —preguntó Yang todavía sin mirarlo.

—¿Pasó algo entre vosotros? —preguntó, con un ligero tono ansioso que lo mortificó por dentro—. Tal vez por eso no has teni-

—Que te pase una mentira no significa que vaya a dejar que me tomes por idiota —le cortó Yang—. Preguntar cosas que no le incumbían fue exactamente lo que hizo que Hanji ya no esté aquí.

Hyunjin se quedó perplejo viendo cómo regresaba a su cama, tal vez para seguir leyendo. Estuviera haciendo lo que estuviera haciendo, no volvió a hablar. Hyunjin también se reacomodó en la suya cuando recuperó la capacidad de moverse.

Quería hablar con Felix, pero no se atrevía a preguntarle a Yang si sabía su número de celda. Lo mejor era abordar el tema durante la hora de la comida. Ya se imaginaba que Felix no tendría nada nuevo que contarle, pero Hyunjin no había olvidado lo que le había dicho sobre su compañero de celda, que él sí que lo había conocido. Suspiró silenciosamente, decidido. Aunque la conversación no había terminado como a él le habría gustado, a pesar de la amenaza tan poco sutil de Yang, su curiosidad seguía intacta. 

Celda 208 | hyuninDonde viven las historias. Descúbrelo ahora