—Yang —susurró—. Tenemos que hablar.
—Ahora estoy ocupado —respondió él, con la voz somnolienta.
Hyunjin hizo un pequeño puchero, viendo como seguía tumbado en la cama sin hacer nada. No sonaba ni la mitad de enfadado que por la mañana, aunque eso bien podría ser porque seguía medio dormido. Hyunjin se quedó allí, sin moverse, mientras buscaba un poco más de valentía para insistir. Un minuto más tarde, cuando no había llegado ni a una manera viable de abordar el tema, Yang resopló con fuerza y abrió los ojos, girando la cabeza sobre la almohada en su dirección.
—¿Qué es lo que quieres? —quiso saber, acelerando su corazón.
—Es que... —de pronto, hablar allí, en mitad de la silenciosa noche, con todas las celdas que los rodeaban llenas de presos que podrían oírlos si se aburrían lo suficiente, no le pareció la mejor idea del mundo—. No puedo decírtelo.
Yang frunció el ceño en la penumbra.
—¿Me tomas el pelo? —preguntó, molesto—. ¿Es que quieres morir?
—No es que no quiera decírtelo —aclaró con rapidez, sin levantar la voz—. Es que... ¿Y si nos escuchan?
—¿Te has metido en algún lío?
Incluso en la oscuridad pudo apreciar el reproche en su mirada. A Hyunjin le ofendió un poco que sonara y se viera así y no confundido, como si fuera algo que ya se esperaba que tarde o temprano pudiera ocurrirle.
Aunque viéndolo por otro lado, aquello era, más o menos, justo lo que le había pasado.
—Me han metido en un lío —corrigió, todavía de cuclillas frente a su cama.
Yang volvió a girar la cabeza hacia arriba, en dirección al metálico de la cama superior. Cerró de nuevo los ojos y suspiró, y después se levantó de un solo movimiento, sorprendiendo a Hyunjin y haciendo que cayera de culo al suelo.
Yang lo miró desde arriba y sacudió la cabeza.
—Sígueme —ordenó.
Llevaban dos minutos caminando cuando Hyunjin se dio cuenta de a dónde iban. Los cuartos de baño, donde también estaban las duchas, permanecían abiertos las veinticuatro horas del día, dejando claro lo poco peligrosos que eran los presos allí encerrados.
Todos menos Yang, se obligó a recordar. No podía dejar que el que se comportara como una persona normal la mayoría del tiempo le nublara la mente.
Sus pasos se volvieron pesados. Irse a un sitio donde no le podrían socorrer en caso de necesitarlo no le pareció la decisión más inteligente. De todas formas, no se detuvo. Al entrar, Yang cerró la puerta tras ellos y después abrió las de los cubículos, asegurándose así de que no había nadie más allí. Una vez lo comprobó, se giró hacia él y se cruzó de brazos, con la mirada cargada de censura.
—A ver. Qué. —Hyunjin vaciló y él resopló—. No tengo toda la noche.
—Es... Es sobre lo que pasó hoy.
—¿Qué exactamente? —Yang ladeó un poco la cabeza, entrecerrando los ojos. Su tono se había vuelto afilado, haciendo que se le pusiera la piel de gallina.
Soltó un suspiro rápido, tratando de deshacer al menos un poco la bola de ansiedad en su estómago.
—Cuando estuve con el alcaide... —Yang frunció el ceño—. Él me dijo que si no le contaba lo que haces cuando no estás en la celda, entonces hará que tenga que quedarme aquí más tiempo del que debo —confesó, de manera atropellada.
El silencio llenó el cuarto de baño. Yang se lo quedó mirando, con los ojos abiertos de par en par por la sorpresa. No fue hasta por lo menos dos minutos más tarde que Hyunjin vio como apretaba los labios, no con molestia, sino como si estuviera conteniendo una sonrisa. La ansiedad de su estómago se incrementó, al mismo tiempo en que comprendía que había cometido un error, seguro de que se acababa de meter en un nuevo problema incluso peor que en el que ya estaba.
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Celda 208 | hyunin
FanfictionCuando Seungmin le pidió a Hyunjin que no se metiera en líos durante su estadía en prisión, ninguno sabía todavía lo que ocurriría una vez allí. ¿Cómo era que un simple ladrón terminó compartiendo celda con Yang Jeongin? Un preso con una condena tan...