27. No tardes

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Lo encaró nada más volver a la celda, al verlo allí tumbado sobre su cama como si nada. Yang tenía los ojos cerrados y su respiración era tranquila, pero no dormía. En algún momento, Hyunjin había aprendido también a identificar eso cuando se trataba de él.

Se detuvo junto a la cama, apoyó las manos sobre el borde del colchón, a la altura de sus costillas, y lo miró con reproche.

—¿Y bien? ¿A qué vino lo de hoy?

Yang no abrió los ojos, pero respondió:

—Tendrás que especificar un poco.

—Hablo de lo que tiene que ver conmigo.

—¿Lo del comedor? —preguntó Yang.

Hyunjin entrecerró los ojos.

—¿Es que ha habido algo más?

Yang abrió los ojos y lo miró. Parecía especialmente contento, como si estuviera teniendo un día estupendo.

—Nunca lo sabrás.

Hyunjin aguantó como pudo las ganas de levantar una mano y estrangularlo. Antes de volver a hablar, miró hacia afuera para comprobar que no había nadie en la celda de enfrente. No lo había, pero aun así bajó el tono.

—Felix me ha preguntado que cuándo será la próxima vez que tengamos que ya sabes qué.

Yang miró hacia el techo y suspiró.

—Necesito unos días más.

—¿Para pensar una mentira? —preguntó, ladeando un poco la cabeza.

—A lo mejor tienes que decirle algo que es verdad. Pero necesito comprobar primero que lo es.

Hyunjin asintió e hizo el amago de alejarse, pero la mano de Yang lo sujetó de la muñeca, impidiéndoselo.

—Espera —pidió—. ¿Has estado en la celda de Lee?

—Jugando a las cartas —respondió Hyunjin. Aunque en realidad él no había jugado a nada—. ¿Por qué?

—¿Chan te ha vuelto a dar problemas?

—Ni siquiera estaba. Es más, no ha vuelto ni a hablarme desde...

—Bien —le cortó Yang. Hyunjin lo miró con desconfianza.

—No tienes nada que ver con ello, ¿verdad?

Yang rodó de nuevo los ojos antes de cerrarlos otra vez, aún sin soltarlo.

—No te creas tan importante. Chan te estará ignorando por su propia voluntad. A diferencia de mí, él puede permitirse el lujo de hacerlo.

Iba a matarlo. En vez de eso apoyó el pecho contra la cama, mientras que el brazo que le sujetaba Yang terminó contra la tela de su uniforme, a la altura de su cintura. Hyunjin podía sentir como su cuerpo subía y bajaba al respirar, así como el calor que irradiaba a través de la ropa.

—¿En serio no vas a decírmelo? —insistió.

—Qué pesado que eres —se quejó Yang—. Es solo que eres un desastre. Se te pone delante un problema, y en vez de esquivarlo te lanzas de bruces hacia él.

Aunque le molestó, no pudo llevarle la contraria. Pero aun así...

—¿Y a qué problema se supone que iba a lanzarme? Solo iba a comer.

—Eres demasiado inocente —murmuró Yang. Su tono empezó a sonar medio adormilado, por lo que Hyunjin movió un poco su muñeca.

Yang abrió los ojos y lo miró con molestia, pero siguió sin deshacer el agarre.

—No lo soy tanto —dijo Hyunjin, pensando en Taehyun yendo hacia él y en cómo Yang no se había ido hasta que se aseguró de que no se acercaría a su mesa.

—¿Ah, no? —Estaba claro que Yang no le creía.

—Tengo mi intuición, ¿sabes?

—¿Y qué te dice esa intuición tuya? —preguntó Yang.

—Que todo sería más fácil si me dijeras qué es eso que no le cuentas a nadie. ¿Lo has pensado?

—¿Y dejarte sin tu pasatiempo favorito? —preguntó Yang con una sonrisa burlona. Se tapó la boca con su mano libre y bostezó contra ella.

—¿Qué es? —quiso saber Hyunjin, con una mala sensación en el cuerpo. Estaba seguro de que la respuesta no iba a gustarle.

—Meterte en donde nadie te llama.

Hyunjin apartó la muñeca de un tirón y Yang lo soltó con una risa.

—Que sepas que lo sé, por cierto —espetó Hyunjin, enfadado.

—¿Hm?

—Lo del gato.

Yang se hizo el loco y él apretó los labios.

—No tengo ni idea de lo que me hablas.

—Y hablando del gato —siguió, sin dejarlo pasar—, el compañero de celda de Taehyun no da nada de miedo, ¿a que no?

Yang lo miró, con una nueva sonrisa asomando por sus labios.

—Y yo aquí creyéndome muy especial. Pero en realidad te encanta meterte en los asuntos de cualquiera, ¿no es cierto? —dejó de sonreír, y lo miró unos segundos en silencio—. Me pregunto si soportarías que los demás sintieran por ti la misma curiosidad que tú tienes por ellos.

—Pues claro que sí —replicó, ofendido—. Yo no soy ningún...

—Entonces —lo volvió a cortar Yang—. Me pregunto si soportarías que yo sintiera la misma curiosidad que sientes tú por mí.

Hyunjin se quedó callado, incapaz de hablar. En ese mismo momento, un preso se detuvo en la entrada de la celda y miró a Hyunjin, con gesto apurado.

—Hwang —lo llamó. Hyunjin le devolvió la mirada confundido. No lo conocía de nada—, tienes una llamada. No tardes; si no la contestas antes de dos minutos, la cortarán.

Y tan pronto como llegó, se fue. Yang suspiró, atrayendo de nuevo su atención.

—Salvado por la campana. Ya lo has oído —añadió, mientras volvía a cerrar los ojos y le daba la espalda sobre el colchón—: no tardes.

Hyunjin salió de la celda solo unos segundos más tarde, con paso rápido, y con la duda de si aquel no tardes se refería a que no tardara en responder, o en volver a la celda. 

Celda 208 | hyuninDonde viven las historias. Descúbrelo ahora