Volvía a estar solo. No había ni rastro de Yang, y aunque en parte lo aliviaba, y más desde lo que había ocurrido un par de noches atrás, también hacía que se sintiera un poco inquieto. Por lo que sabía apenas salía de allí, pero eso no era lo que había visto desde que llegó. Sintió como se le asentaba en el estómago una sensación bastante incómoda cuando se dio cuenta de que lo más seguro era que fuera culpa suya, por su presencia en la celda.
Releyó de nuevo una de las adivinanzas del libro que le había llevado Yang, tratando así no pensar en ello.
Me hago más pequeño cada vez que me baño. ¿Qué soy?
Frunció el ceño. Para ser para niños, era la tercera vez que lo intentaba.
Un guardia se detuvo bajo el umbral de la entrada, haciendo que levantara la vista del libro sobre sus piernas cruzadas. No lo reconoció, aunque no le extrañaba. Salvo con Seo, no había tenido que interactuar con ningún otro guardia de los que estaban con los presos hasta ese momento.
—Hwang, tienes visita.
—¿Quién?
—¿Tengo pinta de ser tu mayordomo? —se quejó el guardia, de mal humor—. Levántate de ahí y ven a descubrirlo tú mismo si quieres.
Algo cohibido, Hyunjin dejó el libro a un lado y se bajó de la cama, siguiéndolo después por los pasillos, con el corazón latiendo nervioso en su pecho. Llegaron a una puerta con un cartel al lado que indicaba que era la sala de visitas, y el guardia la abrió y le hizo entrar.
La sala de visitas resultó ser una habitación bastante espaciosa, con unas diez mesas pequeñas y redondas repartidas por toda ella, y con un par de máquinas expendedoras en una esquina junto a las ventanas. Hyunjin avanzó con pasos vacilantes, viendo a unos cuantos reclusos con sus lo que fueran. De pronto, una cara familiar a unas mesas de distancia frente a él hizo que se detuviera en seco y sonriera.
—¡Seungmin!
Seungmin se levantó del banco que rodeaba la mesa que estaba ocupando, con la alegría burbujeando en sus ojos castaños.
—Hyunjin —saludó—. Me alegro de verte.
Hyunjin acortó la distancia con él y se abrazaron con fuerza, hasta que un nuevo guardia, que estaba de brazos cruzados y apoyado contra una ventana, les indicó que el contacto físico no estaba permitido.
—¿Cómo estás? —preguntó Seungmin, mientras se sentaban en la mesa.
Hyunjin se mordió la lengua, evitando responder. No quería mentirle, pero tampoco que se enfadara con él, y si le decía la verdad eso sería exactamente lo que ocurriría.
—No estoy mal —respondió finalmente, eligiendo sus palabras con cuidado—. Apenas salgo de la celda, así que...
Seungmin soltó un suspiro aliviado.
—Es bueno saberlo. Estaba un poco preocupado por ti, porque tienes tendencia a meterte en problemas. —Sintió como se le calentaban las orejas—. Pero... —continuó Seungmin, con una pequeña sonrisa—, si te mantienes así, tal vez pueda conseguir que salgas de aquí en seis meses.
El corazón le dio un vuelco.
—¿Es en serio?
—Pero es importante que no te confíes. —Seungmin hablaba con ese tono serio que solía reservar para sus clientes. A Hyunjin le había hecho gracia las primeras veces que se le dirigió con él, hasta que por fin cayó en la cuenta de que si lo usaba era porque ahora él lo era también. Desde entonces solo le causaba ansiedad. Apretó los puños bajo la mesa, mientras lo escuchaba con atención—. Sigue las normas al pie de la letra. No puedes meterte en ningún problema, por pequeño que sea. Cuando podamos pedir que revisen tu caso, estudiarán con lupa tu expediente para buscar cualquier cosa que pueda evitar que quedes libre antes de tiempo. Yo daré lo mejor de mí mismo ahí afuera, pero tú debes hacer lo mismo aquí, ¿entendiendo?
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Celda 208 | hyunin
FanficCuando Seungmin le pidió a Hyunjin que no se metiera en líos durante su estadía en prisión, ninguno sabía todavía lo que ocurriría una vez allí. ¿Cómo era que un simple ladrón terminó compartiendo celda con Yang Jeongin? Un preso con una condena tan...