Si Yang lo sabía, no dijo nada al respecto cuando volvió a la celda por la tarde. Al final Hyunjin terminó por convencerse de que solo lo había atrapado de mal humor. Eso no lo alivió en absoluto, sino todo lo contrario. En cuanto tuvo la seguridad de que Yang no era consciente de lo que había ocurrido, deseó que sí. Todo hubiera sido más fácil si él estuviera al tanto, porque podría preguntarle qué hacer.
Si lo hiciera, entonces sí que me mataría mientras duermo.
Hundió los palillos en su cuenco de arroz hervido y cogió los últimos granos que quedaban en él, cuando alguien dejó una bandeja delante suya. Nadie se sentaba nunca a su mesa, así que Hyunjin levantó la mirada con confusión, soltando un jadeo sorprendido al ver allí a Felix.
—Ni que hubieras visto un fantasma —se burló, divertido.
Lo miró de arriba abajo con apuro, buscando algo raro en él. Cualquier cosa que le hiciera saber si lo había pasado tan mal como temía, o si por el contrario las cosas en aislamiento eran tan poco malas como dijo Yang. Pero Felix tenía el mismo buen aspecto que la mañana en la que lo conoció. Era como si en vez de irse a aislamiento lo hubieran mandado de vacaciones.
—Estás aquí —se le escapó, cargado de alivio.
—¿Me has echado de menos?
—¿Qué fue lo que te pasó? —preguntó, bajando la voz.
—¿Qué más da? —Felix se encogió de hombros y empezó a destapar su yogur—. Ya he vuelto y estoy bien, que es lo que importa. ¿Qué me he perdido?
Hyunjin titubeó, inconforme.
—Pues... Después de cenar, ¿puedo ir a tu celda?
Felix levantó la mirada del yogur y la clavó en él unos segundos antes de fruncir el ceño y asentir.
—Claro.
—Tienes que estar de broma —susurró Felix, media hora más tarde.
Estaban sentados el uno junto al otro en la litera de Chan, con este último mirándolos sentado frente a ellos en el suelo. La sábana de la cama de Felix volvía a hacer de cortina, impidiendo que los de la celda de enfrente pudieran verlos.
—Os lo juro —aseguró Hyunjin, contento de que a ellos aquello también les pareciera una locura. Por la facilidad con la que se lo había dicho el alcaide, llegó a temer que aquello fuera una práctica común—. No lo dijo así tal cual, pero lo insinuó.
—¿Y qué harás? —quiso saber Felix—. Es que imagina que Yang te pilla.
—¿Qué otra opción tengo? —preguntó, con los hombros hundidos. Intercaló una mirada entre ambos, deseando que a alguno se le ocurriera una, la que fuera. Pero ninguno dijo nada, y los segundos fueron pasando y pesando de la misma manera en la que lo hizo la certeza de que la decisión había estado tomada desde antes incluso de que empezara a preguntarse qué hacer.
Chan suspiró, atrayendo su atención.
—Ninguna. —Hyunjin soltó un quejido involuntario y doloroso que hizo que lo miraran con lástima—. Siento ser yo quien te lo diga, pero es lo que hay. Si el alcaide escribe algo raro en tu historial, sea cierto o no, eso alargará sí o sí la condena. La gente no quiere libres a las personas problemáticas.
—Pero yo no soy problemático —protestó. La voz se le quebró, haciendo que apretara los labios en un mohín.
—Eso no importa —dijo Felix—. Si él dice que lo eres, eso será lo único que les importe.
Hyunjin desvió la mirada hacia el suelo, con ella empañándose en cuestión de segundos. Por un lado, la idea de pasar más tiempo del estrictamente necesario allí se le hacía insoportable; quería salir, volver a su vida de hacía tan solo unos meses, antes de meterse en aquel lío estúpido que había acabado con él en prisión. Por otro lado, la idea de espiar a Yang se le hacía bastante incómoda.
Amenazas que luego no llegaban a ninguna parte, y mal humor a un lado, Yang se había portado con él mucho mejor de lo que podría haber esperado. Hasta ese momento no se dio cuenta de que, en realidad, siempre era él el que iniciaba el contacto. El que le daba los buenos días cada día, se molestaba en explicarle las cosas que no entendía, y con quien siempre podía hablar aunque fuera solo durante unos minutos. Y también estaba lo de Felix. Que había sido para que dejara de molestarlo, pero aún así había ido a preguntar por él solo para poder decirle cómo estaba. Hasta me dio el estúpido libro de adivinanzas para que me entretuviera mientras tanto.
Felix le tocó una pierna, haciendo que lo mirara.
—¿Entonces? —preguntó, todavía en voz baja—. ¿Lo harás? ¿Te convertirás en chivato?
Se quedó anclado a sus ojos. Eran castaños, grandes, y desbordaban preocupación. Hyunjin no tenía ni idea de cómo alguien como Felix había podido terminar allí.
Negó, intercalando una rápida mirada entre ambos.
—Se me ha ocurrido algo mejor —respondió, poniéndose en pie de pronto. O al menos esperaba que lo fuera, para así evitar el dudoso honor de ser el próximo compañero de celda al que Yang le metía una puñalada—. Voy a hablar con Yang.
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Celda 208 | hyunin
Fiksi PenggemarCuando Seungmin le pidió a Hyunjin que no se metiera en líos durante su estadía en prisión, ninguno sabía todavía lo que ocurriría una vez allí. ¿Cómo era que un simple ladrón terminó compartiendo celda con Yang Jeongin? Un preso con una condena tan...