17. La solución de Yang

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Yang no volvió a la celda hasta antes de la hora de cenar. Hyunjin lo vio entrar desde la cama, apoyado contra la pared; la camiseta se le había levantado un poco, y el frío del cemento contra los riñones le aliviaba el dolor en esa zona.

—Ya que no has ido a comer, ¿al menos irás a cenar? —preguntó Yang, yendo hacia él. Hyunjin lo miró con precaución. No parecía enfadado, lo que le quitó un gran peso de los hombros. No hablarse con él era lo último que le faltaba.

Negó, y Yang le lanzó una barra de chocolate antes de abrir otra con los dientes.

—¿Es para mí? —preguntó, confundido. La levantó y la miró—. Gracias... ¿De dónde la has sacado?

—De la tienda. ¿Qué fue lo que te dijo el alcaide? —preguntó Yang, cambiando de tema. Lo hizo susurrando, porque aunque no había nadie en la celda de enfrente, sí en las que tenían a los lados.

Una vez más, la figura sin cara de Han volvió a su mente, así como las conclusiones que había sacado nada más salir del despacho.

—Me dijo que me metiera en líos cada vez que tuviera algo que quisiera contarle sobre ti, porque así nadie sospecharía cuando fuera a verlo —contó también en voz baja, sin emoción, prestando toda la atención que era capaz a su cara y a lo que pudiera expresar.

Yang desvió la mirada con fastidio. Aquello no le sorprendió ni un poco; por supuesto, le molestaba que la historia se estuviera repitiendo. Hyunjin intentó ponerse en su lugar, pensando de nuevo en Han, y en que él también estaría enfadado por no haber visto la verdad mientras esta sucedía frente a su propia cara. Pero al mismo tiempo, ¿qué sentido tenía estar con una persona si no podía confiar en ella?

Después de unos segundos en los que ninguno dijo nada, carraspeó, llamando su atención.

—¿Cómo...? ¿Cómo lo haré? —preguntó, pensando que lo ayudaría.

Yang volvió a mirarlo y se encogió de hombros, antes de dar un mordisco a su propia barrita de chocolate.

—Eso es cosa tuya —respondió nada más tragar, deprimiéndolo—. Aunque por lo menos para tu primera vez ya te has librado.

—¿A qué te refieres?

Yang lo miró con obviedad.

—Te han metido una paliza. A nadie le extrañará si en los próximos días haces una visita al alcaide.

—Ya, supongo que tienes razón —susurró. Aunque ir al despacho del alcaide justo después de ver lo que había visto no le parecía el mejor plan posible—. ¿Qué quieres que le diga cuando vaya?

Yang miró hacia el techo, mientras mordía un nuevo trozo de barrita. Pareció pensarlo durante unos segundos.

—Dile que... Dile que parezco inquieto, y que estoy muy pensativo. Que he estado haciéndote preguntas sobre cómo es ahora la vida ahí afuera.

Hyunjin frunció el ceño, confundido. Lo único que se le venía a la mente al escuchar eso era...

—¿Quieres que piense que estás planeando fugarte? —No era lo que estaba haciendo realmente cuando no estaba en la celda, ¿verdad?

Yang lo miró de vuelta, sonriendo fugazmente antes de cambiar en esa ocasión él de tema.

—¿Vas a contarme ya lo que te ha pasado?

—Qué más te da.

—Ahora que vas a servirme para algo, estoy un poco interesado en que no te maten —la respuesta le pareció decepcionante, pero no lo expresó—. Así que, si puedo hacer algo por evitarlo, pues... —dejó la frase en el aire.

—Vi algo que no debía ver —admitió finalmente, siendo eso lo único que estaba dispuesto a revelar sobre el tema.

—Ah. —Yang lo miró con comprensión antes de darle la espalda, apoyándola contra la litera—. Y te han dado una paliza, y amenazado con hacerte algo peor si lo cuentas.

Increíble. Era como si lo hubiera visto, a pesar de que Hyunjin sabía que era imposible. Hizo una mueca, sin responder. Se quedaron en silencio; Yang mirando su barrita de chocolate a medio comer, y Hyunjin viendo la suya con hambre, pero sin energías para abrirla. En cuanto Yang se terminó la barrita giró la cabeza hacia él.

—Si yo fuera tú, arreglaría las cosas con Lee cuanto antes.

El corazón comenzó a latirle con fuerza.

—Ya te dije que no fue Felix.

—No lo digo por eso, sino porque si tienes que meterte en líos, mejor hacerlo con alguien que sepas que no te asfixiará mientras duermes.

—Como si alguien se atreviera a entrar aquí sin tu permiso —se le escapó mientras rodaba los ojos, un poco más relajado. Hyunjin lo miró rápidamente con disculpa, mientras Yang fingía no haberlo escuchado.

—Si Lee te pregunta por qué necesitas que lo hagáis, solo invéntate algo. Invéntate que estás liado con el alcaide, o algo así. Lee es tan bueno que probablemente acepte.

Hyunjin frunció el ceño pero asintió. No iba a hacerle caso al pie de la letra, porque Felix ya sabía por qué tenía que ir a ver al alcaide, aunque no sabía que Yang lo sabía también. Pero la idea de poder planear juntos todas las discusiones y peleas, evitando de esa manera un enfrentamiento real que podría ponerlo en peligro, le pareció brillante. Solucionar las cosas con él se volvió algo incluso más urgente de lo que ya lo era antes.

Resopló antes de responder, sintiendo un pequeño pinchazo en las costillas.

—Lo haré mañana —dijo algo sofocado—. Gracias.

—Bien. Pues me voy a cenar. —Antes de ir hacia la salida, Yang apoyó una mano en una de las piernas de Hyunjin y lo miró con advertencia—. Cómete la barrita —ordenó, y luego lo soltó para poder marcharse, abandonando la celda, dejando a Hyunjin con una sensación cálida pero incómoda en su rodilla, justo donde lo había tocado.

Celda 208 | hyuninDonde viven las historias. Descúbrelo ahora