16. En el quinto pino

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Aceptó que se había perdido cuando llegó a un pasillo en el que no recordaba haber estado nunca antes. Hyunjin siguió caminando, confiando en que tarde o temprano encontraría a algún guardia al que preguntar cómo volver a su celda, a pesar de que hacía ya varios minutos que no se cruzaba con ninguno. Que no se cruzaba con nadie, en general.

Estaba a punto de llegar al final de este cuando escuchó por fin una voz. Para su suerte, era una de las pocas que ya conseguía reconocer sin tener que ver la cara de su dueño.

—Es que cómo se atreve a gritarte —se quejó Seo. Hyunjin se asomó por la esquina del pasillo, levantando ambas cejas al ver con quién hablaba—. Y en pleno comedor. Lo meteré en aislamiento seis meses.

Están hablando de mí.

—No seas idiota —pidió Felix, rodando los ojos. Estaba entre la pared y Seo, con el segundo de pie frente a él. Estaban tan cerca que sus cinturas se tocaban, y Seo tenía un brazo apoyado contra la pared, por encima de su cabeza, y jugaba con su pelo, acariciándolo con la punta de sus dedos.

—No estoy siendo idiota. Mírate, estás horrible —bufó, como si el tema le ofendiera incluso más que a Felix. Felix se rio.

—Muchas gracias —replicó con sequedad.

Seo lo miró con arrepentimiento y levantó la otra mano, sosteniendo cariñosamente su barbilla, logrando que sonriera.

—Así mucho mejor —suspiró—. Dime qué puedo hacer para que te animes un poco.

Felix miró hacia el techo.

—Hm... Déjame pensarlo.

Suficiente. Hyunjin retrocedió, listo para volver por donde había llegado, cuando alguien habló tras él.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Chan, provocando que se sobresaltara.

Se giró con rapidez, con Felix y Seo todavía hablando de fondo, enfrascados en su propio mundo. Chan lo miraba con el ceño fruncido, a unos metros de él.

—¿Qué?

—Que qué haces aquí, Hyunjin. ¿Te has perdido? Esto está en el quinto pino.

Se quedó en blanco, a pesar de que sabía que no tenía nada que ocultar. Solo estaba perdido, y encontrar a Chan y que este le hablara, a diferencia del resto, era lo mejor que podría haberle pasado. Así que no entendía por qué tenía las palabras atascadas en la garganta, ni por qué se sentía incluso más tenso que cuando había estado en el despacho del alcaide.

—Pues...

—Oh, ¿solo eso? —la voz de Seo sonó más alta que antes, de forma en que hasta Chan pudo oírla. Ah, sí. Por eso—. Claro, y si quieres también consigo una televisión para tu celda —bromeó.

—No estaría nada mal —dijo Felix.

Chan miró por encima de uno de sus hombros con sorpresa. Aunque intentó detenerlo apoyando las manos en su pecho, Chan era mucho más fuerte que él y lo empujó con facilidad hacia un lado antes de asomarse también por la esquina del pasillo para ver qué era lo que pasaba.

Cuando se volvió para mirarlo solo unos segundos más tarde, parecía enfadado.

—¿Qué tanto has oído? —preguntó con seriedad y en voz baja. Hyunjin lo miró con alivio. Entonces él ya lo sabía.

Estaba a punto de responder cuando, sin previo aviso, Chan lo agarró con fuerza de una muñeca y se lo llevó casi a rastras de allí.

Logró regresar a su celda una hora más tarde, con el rostro magullado y el cuerpo adolorido. Yang lo observó entrar desde la cama, arqueando las cejas.

—¿Qué te ha pasado?

En vez de responder, Hyunjin se arrastró hasta la litera y se subió a ella. Se hizo un ovillo sobre el colchón, cara a la pared, y apretó los labios para evitar llorar, soltando un quejido involuntario cuando al hacerlo notó un pinchazo de dolor en su labio partido.

Yang se puso en pie y él cerró los ojos con fuerza.

—Sé que no ha sido él —hablaba del alcaide—, así que lo preguntaré una vez más. ¿Qué te ha pasado? —Hyunjin siguió sin decir nada. Incluso con los ojos cerrados podía sentir su mirada en la espalda—. ¿Ha sido alguno de los otros presos? —insistió, provocando que se sentara.

—Para haber sido alguno de ellos, tendrían que no estar fingiendo que no existo —consiguió decir, tratando de desviarlo de aquel camino.

Yang chasqueó la lengua.

—¿Y qué esperabas que ocurriera? Solo a ti se te ocurre hacerle eso a Lee. Debe ser la única persona de por aquí que se lleva bien con todo el mundo.

Hyunjin se encogió sobre sí mismo.

—Ya —masculló, enfadado—. Ya he visto lo bien que se lleva con todos.

Al volver a hablar, la voz de Yang sonó visiblemente sorprendida.

—¿Ha sido él?

Sintió que estaba a punto de echarse a llorar. Y aunque estaba más seguro que nunca de que los rumores de que Yang era un asesino eran ciertos, cogió la almohada y se tapó la cabeza con ella.

—Déjame en paz de una vez.

La celda quedó en silencio, y un minuto más tarde, a través de la tela de la almohada, Hyunjin consiguió escuchar como los pasos de Yang se alejaban hasta perderse fuera de la celda.

Celda 208 | hyuninDonde viven las historias. Descúbrelo ahora