Lo primero que Amaia observó fue oscuridad.
Una oscuridad tan profunda que no podía encontrar un camino de regreso. Aunque, no recordaba exactamente a donde debía regresar. Su mente era un revoltijo de pensamientos e ideas y no lograba tocar ninguna. Sin embargo, sabía que debía encontrar el camino de regreso hacía un lugar, hacía alguien. Estaba tan confundida que solo pudo pensar que estaba soñando, no entendía que sucedía y cada vez que la oscuridad se hacía más profunda se sentía mucho más nerviosa.
De repente, una luz muy pequeña se iluminó al final y ella la siguió. Al llegar, encontró que era una gran puerta formada por extraños símbolos y palabras en un idioma que no conocía. Uno segundos después, la puerta se abrió dándole la bienvenida al lugar.
Observó detrás de ella, no quería volver a esa oscuridad devoradora. Así que supuso que la única opción que tenía era la puerta. Una vez que paso a través de ella, un bosque resplandeciente le dio la bienvenida. Flores y plantas de todos los tamaños y colores lo decoraban. La visión era tan hermosa que Amaia no pudo evitar sonreír mientras caminaba, el lugar le fue provocando una sensación de paz y calidez increíble.
Sin embargo, ese sentimiento de que había olvidado algo importante no se iba.
Debía volver con alguien.
–Bienvenida, Amaia. – Dijo una voz que sonó como la muerte.
La chica se giró. En frente de ella, una mujer de cabello negro y tez pálida la saludo. Iba vestida con un traje hecho de sombras que se extendía a través de su cuerpo. Su rostro no era exactamente joven, pero tampoco viejo. Era el rostro de la atemporalidad, un ser sin edad. Era hermosa pero a su vez no lo era. Su piel pálida resplandecía ligeramente, sus labios brillaban en un rojo sangre.
La mujer sonrió. A pesar de su intento, su sonrisa no resultaba muy tranquilizante.
–Lo sé, muchos han pensado lo mismo. – Comentó respondiendo a su pensamiento. Su sonrisa volviéndose aún más malvada. – Bienvenida Amaia Elizabeth, diseñe este lugar solo para ti. Una vez que reclamo las almas y estas son encontradas dignas, son enviadas a mi reino, donde descansaran en paz el resto de su existencia. Cada alma recibe su propio lugar formado en matices de su vida anterior. Obviamente, matices felices. – Agregó como si fuese necesario recalcar el punto. – Te he estado esperando desde hace mucho tiempo.
Amaia no recordaba muchas cosas, pero si recordaba algo.
–Eres Morrigan, diosa de la muerte.
La diosa asintió.
–Entonces, estoy muerta.
La diosa sonrió casi de forma burlona.
–Esa es una conclusión bastante acertada.
Amaia frunció el ceño.
–Este lugar es... agradable.
Ante sus palabras, Morrigan soltó un bufido.
–Los mortales tienen tanto miedo a la muerte, y aunque mis poderes pueden intimidar, parte de mi existencia es darles paz una vez que sus vidas mortales terminan. – Contó. Por primera vez, su voz sonó amable. – De hecho, requiero de tu asistencia con una alma que ha llegado.
Amaia la miró confundida pero siguió a la diosa que avanzó por el bosque resplandeciente y luego, a la orilla de un arrolló se encontraba una mujer de cabello blanco que observaba hacía el rio con un actuar que no podía ser más que confusión. Al girarse, Amaia la miró, sus ojos eran verde oliva de un tono muy parecido al suyo, llevaba un vestido blanco, su rostro parecia aristocrático y Amaia no podía recordar de donde la había conocido.
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Un Mundo de Sueños Oscuros y Resplandecientes
FantasyAmaia Vogel siempre había tenido sueños extraños. Desde sus 11 años sus horas de descanso se habían convertido en una proyección de imágenes de un mundo mágico y encantador que terminaban con ella despertándose en horror por sus terribles pesadilla...