La pequeña niña abrió sus ojos verde oliva sintiéndose confundida, cuando su visión se aclaró, observó que se encontraba en una especie de bosque. El lugar exuberante con vegetación frondosa, plantas de todos los tamaños y colores. Flores azul y morado desprendían una luz tenue haciéndolas brillar. Consideró que las plantas parecían tan blandas y delicadas como una almohada de plumas. Podia sentir la tierra debajo de su cuerpo fría al tacto y tan suave como la arena de la playa. La luna se encontraba en el cielo, blanca e imponente iluminándolo todo con su luz fantasmagórica, las estrellas pintando el retrato de una noche perfecta.
Ella pensó que nunca había visto algo tan hermoso.
Desde que tenía memoria había vivido con su padre en la ciudad de Nueva York. Lo único referente a vegetación que ella había conocido era los árboles y plantas sencillas que habitaban el Central Park. Por lo tanto, los árboles y plantas exóticas que observaba a su alrededor eran extrañas para ella. Lentamente, como en trance, se levantó de su posición acostada sobre el frio suelo colocándose de pie.
A sus cortos diez años, no recordaba haber visto algo tan hermoso como ese lugar, pero al mismo tiempo no podía evitar sentir que se veía familiar para ella. De repente, una brisa fría serpenteó por el bosque moviendo su cabello hacia su rostro haciéndola consciente de sí misma. Llevaba un largo vestido azul pálido manga larga con capas que se extendía alrededor de su pequeño cuerpo de niña. El vestido recordándole a los cuentos de fantasía que leía en la biblioteca de su escuela.
Amaba las historias llenas de magia y aventura pero su padre, por alguna razón, le prohibía en casa leer cosas de ese estilo. Por eso, siempre las leía en la escuela. Un día no había podido terminar el capítulo que estaba leyendo y le pareció tan entretenida la historia que no pudo resistir llevar el libro a casa. Su padre lo había encontrado mientras preparaba el bolso para la escuela.
Él se había enojado con ella.
No recordaba haberlo visto tan enojado como en aquel momento. Su padre había sacado el libro con brusquedad de su bolso y le dijo muy enojadamente que solo eran historias, la magia no existía y que la vida real estaba llena de villanos y no de príncipes, princesas o héroes que venían a salvar el día, y que a veces podía ser decepcionante pero esa era la realidad que debía aceptar.
A sus ocho años, le había señalado a su padre que tal vez el mundo estaba lleno de villanos porque no había nadie dispuesto a luchar contra ellos. Luego de eso, su padre se había quedado atónito, una expresión extraña paso por su rostro y le dijo que no quería verla leyendo ese tipo de historias.
Claramente, no le hizo mucho caso.
Observó de nuevo el entorno a su alrededor, extrayendo cada detalle del vibrante e intrigante lugar. Nuevamente, dirigió una mirada hacia sí misma y esta vez notó que el vestido tenía una serie de acabados en un plateado muy claro que parecían la imagen de un majestuoso pájaro cargando un libro en sus garras.
Ella no tenía idea que significaba.
A unos metros, divisó un estanque, luces iridiscentes flotaban sobre él. Emocionada, se acercó. Sus pequeños pies descalzos pisando la maleza del suelo.
Al llegar al estanque se asomó y en sus aguas observó su delicado e infante rostro. Sus mejillas jóvenes se veían sonrojadas aunque ella no estaba segura de porqué. Su cabello rubio casi blanco, parecía aún más pálido en la luz fantasmal que desprendía el estanque. Sus ojos verdes con motas doradas resplandecían más brillantes
Por alguna razón, al verse asi misma no pudo evitar pensar que se veían tan llena de... magia.
La Mitad Faltante.
Se giró, por un momento sintiéndose confundida.
Ella habría jurado que alguien susurró esas palabras. Por alguna razón, el mágico y hermoso lugar empezó a tornarse oscuro y atemorizante. Recogió las extensas faldas del vestido y empezó a caminar dispuesta a salir del área boscosa. Amaba las historias de magia y aventura, pero a pesar de sus palabras hacia su padre hace unos pocos años, ella no era tan valiente como para responder al llamado de esa voz.
Porque a medida que caminaba, eso era lo que escuchaba.
Un llamado.
La Mitad Faltante.
La voz fantasmal susurró de nuevo. La niña se dispuso a caminar más rápido, lejos del ruido. En ese momento, fue consciente de algo que no había notado antes. El bosque en el que se encontraba estaba lleno de movimiento, de vida y de criaturas.
Demasiado extrañas para ella describirlas.
Ese fue el primer momento en que pensó que estaba soñando. No había forma de que nada de lo que veía fuera real. No había forma que las criaturas y el bosque con vida a su alrededor no fueran más que producto de sus sueños más salvajes.
Cada paso que daba, su corazón retumbaba más fuerte y la desesperación la embargaba, el largo vestido quedando atrapado entre las ramas del bosque.
La Mitad Faltante.
Ahora la voz estaba cada vez más cerca de ella, lo sabía. Podía sentirlo en el fondo de su alma y por alguna razón estaba aterrada.
Aterrada de responder al misterioso llamado.
Ella siguió caminando, cada vez más rápido.
A lo lejos, observó a una mujer con largo cabello oscuro encerrada dentro de un hoyo negro, pero tan rápido como vino, la visión se fue. Negando con su cabeza siguió caminando, y de un momento a otro estaba corriendo. El suelo, las hojas y los árboles a su alrededor parecían cobrar vida y trataron de retenerla en el lugar. De repente, el bosque con tonos verdes y flores hermosas y brillantes se fue marchitando y solo había duras rocas y plantas podridas, y esas plantas empezaron a dirigirse hacia ella, a retenerla en su lugar.
La Mitad Faltante.
La Dama Perdida.
La Reina que fue Prometida.
En ese momento, una de las vides malvadas agarró uno de sus tobillos tirándola al suelo y solo tuvo oportunidad de gritar.
...
En otro mundo, en otro sueño, un joven de catorce años despertó de su pesadilla con un grito desesperado.
El joven príncipe despertó sintiéndose desolado, aunque no sabía la razón.
Podía escuchar la voz fantasmal susurrando.
La Mitad faltante.
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Un Mundo de Sueños Oscuros y Resplandecientes
FantasiaAmaia Vogel siempre había tenido sueños extraños. Desde sus 11 años sus horas de descanso se habían convertido en una proyección de imágenes de un mundo mágico y encantador que terminaban con ella despertándose en horror por sus terribles pesadilla...