PARTE 5: HELEN LADO A

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No había nada más que pensar. Estaba segura de lo que debía hacer, sin importar

que estuviera aterrada. Tomó aire y susurró dos palabras.

—Dios, ayúdame...

De nuevo abrió la puerta de cristal para entrar al museo y así encontrarse con que

el número de víctimas había incrementado a pesar de que solo había salido un par

de segundos. Se llevó una mano a la boca y otra al estómago al sentirse asqueada

por la masacre que presenció, se arrodilló y dejó salir todo el vómito en ese

momento. Se limpió los labios pasándose la mano por la zona, respiró con dificultad,

y se irguió. Alterada, comenzó a llamar a su padre, pero entre tanto tumulto y gritos

desesperados no logró ser escuchada; el museo era demasiado grande y había

varios lugares en los que podía estar escondido. No le importó empujar a la gente

con tal de encontrarlo, pero si se esforzó mucho por no permitir que esas criaturas

la atraparan. Estaban ocupadas carroñando a sus víctimas y con tristeza Helen

esperó que continuaran de ese modo ya que eso le permitiría escabullirse. No las

había tenido tan cerca para comprobarlo, pero por la falta de ojos en su rostro,

supuso que eran ciegas.

Entró a una de las salas, cerró la puerta, y una vez más, se escondió debajo de una

mesa de exhibición y sacó su celular para llamar a Oliver.

—Vamos, vamos, vamos— dijo una y otra vez mientras intentaba hacer que

reaccionara el teléfono, pero cada vez que oprimía el botón para desbloquearlo

volvía a apagarse— ¿Qué pasa? — estaba segura de que tenía batería suficiente y

aun así no podía encenderlo. Creyó que durante su escape lo había golpeado,

provocando que se descompusiera.

Resignada a que no lograría hacerlo funcionar, guardó el teléfono y salió del

escondite para continuar con la búsqueda, concentrándose en la planta baja porque

sabía que él estaría esperando entrar a la sala principal una vez que Guillame

Mareau terminara con su discurso; no haría ninguna fila puesto que tenía un pase

de cortesía así que ella dedujo que estaría cerca de la puerta de exhibiciones

principales con tal de ver a la momia después de que los invitados de honor lo

hicieran, sin embargo, no lo vio por ninguna parte, no vio más que cadáveres y solo

escuchó gritos que cada vez desaparecían, evidenciando que eran pocos los

sobrevivientes.

— ¡Papá! — exclamó con toda su fuerza, teniendo la sensación de que había

desgarrado sus cuerdas vocales.

Sus ojos se humedecieron. Creía que todo estaba perdido, que jamás lo volvería a

ver y que ella moriría ahí en un vano intento por encontrarlo. No quería aceptarlo,

pero se estaba preparando para lo peor.

Caminos de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora