PARTE 15: ADAM LADO B2

1 1 7
                                    

Hasta ese momento no había visto a ninguna otra persona más que a Eliot, César

y Martin y ahora dos de ellos habían decidido irse por su cuenta. Adam tenía la idea

de que no había gente en las calles porque todos estaban ocultos en sus casas,

recuperándose en el hospital o solicitando ayuda en la comisaría. Por eso decidió

que no lograría nada regresando al museo, si Helen continuaba con vida, estaría

pidiendo ayuda.

— Eliot, la comisaría no está muy lejos de aquí. Iré hacia allá— dijo en voz alta, pero

él no le respondió.

Miró hacia el lugar en el que lo había visto por última vez y para su consuelo, él

seguía ahí, sentado junto a uno de los botes. Él no se dio cuenta de que lo

observaba así que no se desgastó despidiéndose una vez más de él.

Dio media vuelta y caminó lentamente, pero con pasos firmes hacia la comisaría. Y

mientras lo hacía, intentó hacer que su teléfono reaccionara, pero no respondió y

comprobó que el reloj de muñeca seguía sin funcionar, lo golpeó con el dedo índice

en el cristal, pero no había ni siquiera un leve movimiento de las manecillas, era

imposible saber qué hora era. Creía que no había pasado mucho tiempo desde el

incidente, ya que estaba seguro de que todo había iniciado justo a la medianoche

cuando comenzó con la exposición de la momia.

Aprovechó la caminata a solas para pensar en lo que había ocurrido y lo que no

pudo decir a sus compañeros porque sabía que al igual que él no lo comprenderían

y solo se atormentarían con la historia. Recordó que estaba escuchando con

atención al arqueólogo que estaba dando un discurso, listo para hacer la traducción

de lo que había dicho cuando escuchó gritos afuera de la sala y empujaban la puerta

con fuerza lo cual le hizo pensar que las personas estaban desesperadas por entrar

y que eran detenidos por los guardias de seguridad, pero poco a poco los gritos

dejaron de escucharse como reclamos y se convirtieron en gritos de terror. Las

alarmas de sismos e incendios se activaron simultáneamente, el sarcófago se abrió

y de ahí salió lo que creyó que era una momia descubierta años atrás. Pero era más

que eso, él lo sabía.

Dejó de caminar cuando vio la enorme reja de la comisaría abierta de par en par, al

igual que la puerta principal.

— Muy bien. Tienes que calmarte, Adam— se dijo en un susurro—. Todo estará

bien.

Solo dio un paso y enseguida sintió que alguien lo tomó con fuerza del hombro. Miró

lo que tenía encima y vio que era una mano pálida, huesuda y arrugada, con uñas

largas y amarillentas.

—¿Tiene una moneda para que pueda comer?

Era una anciana, llevaba puesto un largo vestido blanco y floreado y cubría su

Caminos de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora