No estaba segura del tiempo, pero sabía que le había tomado mucho encontrar una
escotilla que estuviera abierta, una que al final encontró y que al hacerlo sonrió de
oreja a oreja. Cuando halló la escotilla salió con la esperanza de encontrar un grupo
de sobrevivientes en el que pudieran estar su padre y a Adam, sin embargo, no
había nadie alrededor, las luces de las casas estaban apagadas pero las luces de
los faroles de las calles eran muy tenues y parpadeantes. Caminó hacia la esquina
para mirar el letrero que anunciaba la calle en la que estaba.
— Avenida Central— leyó y de inmediato miró a su alrededor y pudo reconocer el
lugar como si el hecho de leer el letrero le permitiera recordar esa callede su pueblo
natal—. Creí haber caminado más. El pueblo se ve muy diferente a oscuras.
La Avenida Central estaba a solo seis calles del museo, a diez minutos caminando
con calma. Continuó mirando todo lo que había alrededor de ella y decidió ir a la
comisaría a pedir ayuda, lo cual resultaba una buena opción en un día rutinario,
pero en esas circunstancias imaginó que sería más complicado. Aun así, decidió ir
sin saber exactamente qué haría o que se encontraría.
Conforme avanzó, encontró personas que lloraban en las calles, otros discutían
entre ellos, había heridos y otros tantos estaban tendidos en el suelo, cubiertos por
sábanas.
— Dios bendito— susurró al ver los cadáveres.
— Dios no hizo esto niña— dijo un hombre a su lado y ella sintió que se le helaba
la sangre por la impresión de haber escuchado esa voz tan cerca de su oído.
Miró a la izquierda para observar mejor a la persona que le había hablado. El simple
hedor delataba que era un indigente y al ver su vestimenta lo confirmó. Llevaba
puesto un enorme abrigo y un gorro que cubría su canosa cabeza y su barba estaba
enmarañada.
— Dios no hizo esto, no pudo haberlo hecho— continuó hablando y Helen pudo
percibir el aliento a alcohol que provenía de la boca de ese hombre—. Pero el
otro...el otro sí.
Ya no quiso seguir escuchándolo por lo que se alejó de él y a pesar de la distancia
todavía pudo escuchar su carrasposa voz.
— ¡No pueden escapar de esto! ¡No pueden! — dijo entre risas.
Helen corrió hacia la comisaría y mientras lo hacía miraba alrededor esperando ver
una cara conocida entre el tumulto. Y aunque vio a muchas personas que en algún
momento de su vida ya había visto, no reconoció a nadie a quien quisiera abrazar
con júbilo. Al ingresar al edificio, se encontró con una gran cantidad de gente que
había solicitado ayuda, los oficiales iban desesperados de un lado para otro,
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Caminos de medianoche
HorrorUn culto siniestro se estableció en las tierras de Kenny's Lake y Candy's Dock. Trescientos años después volvieron para recuperarlas. Durante un evento histórico, comenzó la peor noche de todos los habitantes de estos pueblos, desatando el mal del...