PARTE 29: ADAM LADO A1

0 0 0
                                    

Se dejó caer al piso cuando se sintió aturdido por las campanas, la música del circo

y las risas de todas las personas que estaban ahí. Se cubrió los oídos con las

manos, pero escuchaba todo en su cabeza, no importaba lo que hiciera, oía todo

con claridad.

—Lo haré— exclamó y continuó hablando con la voz quebrada—, pero por favor...

no los lastimes, no lastimes a nadie, no lastimen a Helen, por favor.

Belly dejó su escondite para caminar hacia donde él estaba y pararse justo en frente,

colocó la mano sobre su hombro.

—Adam, no sé qué haya hecho tu novia...si se metió en problemas no hay nada que

pueda hacer por ella.

Adam se puso de pie y tomó a Belly de las solapas para intimidarlo y obligarlo a

hablar, pero el niño mantenía la calma y una gran sonrisa.

—¿En dónde está?

El niño rio y se apartó de Adam.

—No lo sé, pero no está aquí. Ella está en el mundo real, nosotros estamos en el

mundo de nuestro maestro, el mundo de las pesadillas, jamás vas a encontrarla si

estás aquí.

—Pero yo vi a esas cosas que mataron a las personas en el museo. Eso fue muy

real y todos lo vieron y lo vivieron.

—Las viste porque esas criaturas estaban en el mundo real, pero ahora estás aquí,

con nosotros ¿Recuerdas ese accidente que tuviste en tu automóvil? Fue ella quien

lo provocó para traerte con nosotros.

Adam dirigió su mirada hacia el lugar que Belly señaló y vio a la niña pelirroja que

lo había tomado de la mano para guiarlo al palco y ella sonrió de oreja a oreja. Era

tan pequeña; no podía creer que esa niña hubiese golpeado su coche al grado de

dejarlo inservible.

—Las criaturas atacaron tu mundo, en el mundo real hay gente, hay heridos, hay

militares, policías y médicos. Pero el mundo de las pesadillas es este, es nuestro

inframundo y yo me divierto permitiendo que algunas cosas salgan de aquí para

visitar el mundo real, tu mundo, como lo hice esta noche porque tú me lo pediste.

Adam se llevó una mano a la cabeza, sintiéndose incapaz de procesar toda la

información que el niño le daba con tanta naturalidad.

—Yo no te pedí nada—susurró.

—Llegaste al museo ayer por la noche—continuó Belly—. Entraste por la puerta

principal, engañando al guardia de seguridad, tu amigo Randall. Te dirigiste a la sala

de exhibición principal y abriste el sarcófago, ahí estaban Emily y Kanya, y también

estaba yo. Y nos dijiste claramente que dejáramos entrar a nuestros amigos alados.

118

—No fui yo— interrumpió Adam, hablando en voz baja.

Caminos de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora