Antes de cerrar los ojos y de que la oscuridad la abrazara, lo último que vio fue la
desesperación en el rostro del indigente y el miedo que emanaba su mirada. Pero
cuando volvió a abrirlos después de un tiempo indeterminado, no lo vio a él. Estaba
en una habitación donde si había luz, tan potente que entrecerró sus ojos, a su
alrededor todo estaba acolchonado y de inmediato relacionó el lugar con el cuarto
de un hospital psiquiátrico como los que había visto en películas y fotografías. No
sabía cómo había llegado ahí, pero a pesar de eso se sintió a salvo al no ver al
enorme insecto con el que se había topado antes y que le había provocado el terror
más grande que había vivido en sus 27 años. Se dio cuenta de que la puerta de esa
habitación estaba abierta, se puso de pie y observó la puerta meditando si debía
salir o permanecer ahí. No se preocupaba por estar en ese lugar, sino por el hecho
de lo que pudiera haber fuera. Respiró con profundidad, exhaló el aire despacio y
atravesó la puerta.
A diferencia de la habitación, en el pasillo no había luz, colocó su mano en la pared
y se guio con ella pasando la mano y caminando despacio, asegurándose de no
chocar con nada. Mientras avanzaba, a lo lejos escuchó el llanto de un bebé, siguió
el sonido hasta otra de las habitaciones, pero esta parecía una oficina, y ahí se
hallaba una cuna con un móvil girando por encima. Y lo vio. Un pequeño e indefenso
niño de solo cinco meses de vida. Llevaba puesto un pijama azul con una jirafa en
el centro. Lo sacó de la cuna y lo cargó y en cuanto lo sostuvo en sus brazos, el
pequeño dejó de llorar. Sabía que no podía dejarlo solo, pero no tenía idea del lugar
al que podía llevarlo, o en donde estaban sus padres.
Aunque no había ningún rastro del insecto o las criaturas del museo, ese lugar
seguía siendo tan peligroso como el exterior y reflexionó en que debía salir de ahí,
no podía quedarse esperando a los padres, así que buscó entre las cosas de esa
habitación papel y lapicero. Escribió el mensaje:
Mi nombre es Helen Webber.
Encontré a este bebé en la cuna
Está a salvo conmigo, me lo he llevado al centro comercial Waccos.
Dejó el mensaje en el mismo lugar en el que encontró al niño, y se apresuró a buscar
la salida. No sabía si sería capaz de llegar al centro comercial, aun así, quería
alejarse de ese lugar y dejar al pequeño en un lugar que fuera más seguro, un lugar
lejos de insectos y de indigentes que cambiaban radicalmente su apariencia,
ocasionando el caos entre los presentes.
Waccos tenía de todo. Era el punto de reunión de muchas personas que querían ir
al cine, a comer o a hacer cualquier tipo de compra, era el máximo lugar de
entretenimiento del pueblo. Los locales ya estarían cerrados, pero la gasolinera y el
restaurante de comida rápida tenían servicio de 24 horas, así que consideró que
sería el único lugar en el que encontraría a alguna persona.
Cuando salió del edificio, miró la fachada para ver en qué lugar de Kennys Lake
había estado, pero no lo reconoció, ni siquiera tenía algún anuncio, mucho menos
le daba la impresión de ser el hospital al que había llegado con el grupo de los
militares. Además de estar asustada, estaba sorprendida, preguntándose que era
lo que había pasado después de cerrar sus ojos y por qué había llegado ahí y no lo
recordaba.
Escuchó que el bebé balbuceaba, y ella lo miró con ternura. Sus ojos eran azules y
el cabello que tenía era de color negro.
—Eres un niño adorable ¿Verdad? Vas a estar bien, pequeñito— le dijo—. Te
llevaré a un lugar seguro.
El niño tomó su dedo y lo prensó, no tenía mucha fuerza, pero Helen sí pudo sentir
el tierno apretón.
Dejó de observar al pequeño y continuó su travesía hacia Waccos. No dejaba de
repetirle al niño que todo iba a estar bien a pesar de que creía que no entendería
sus palabras, tal vez porque lo que ella quería era creer que todo estaría bien.
Continúa la historia de Adam en:
Adam lado A: parte 26
Adam lado B1: parte 27
Adam lado B2: parte 28
ESTÁS LEYENDO
Caminos de medianoche
TerrorUn culto siniestro se estableció en las tierras de Kenny's Lake y Candy's Dock. Trescientos años después volvieron para recuperarlas. Durante un evento histórico, comenzó la peor noche de todos los habitantes de estos pueblos, desatando el mal del...