PARTE 40: ADAM LADO A1 Y HELEN LADO A1

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Juan 15:13

Con los ojos fijos en la oscuridad, con dolor y pesar, caminaba por las sombrías

calles del pueblo que lo había visto crecer y al que ya no podía llamar hogar. ¿Dónde

estaban los niños jugando en las calles? ¿Dónde estaban los enamorados

despidiéndose acompañados de la luz de la luna? ¿Por qué no se escuchaban las

risas de las familias que cenaban con la ventana abierta? ¿En dónde estaba la

alegría de Kennys Lake? Su mente estaba ausente y su vista perdida. Se sentía

como un muerto viviente que solo caminaba porque podía hacerlo.

Pero él sabía lo que tenía que hacer, sabía cómo hacerlo, pero su temor era infinito.

El único deseo que albergaba en su corazón era el de ver a Helen una vez más,

besarla, tocarla, decirle que la amaba. Y, por último, darle la información que ella

precisaba para que pudiera dejar el pueblo.

Se recargó en la pared frente a lo que alguna vez fue el museo más visitado, y ahí

esperó a Helen, porque sabía que ella había regresado, no conocía el propósito por

el que había ido, pero estaba seguro de que Helen estaba en el interior de ese

maltrecho edificio.

Después de que ella estuvo en Waccos, volvió al museo que ahora tenía sus

estructuras quemadas, examinó el sarcófago sin obtener ninguna respuesta a sus

interrogantes y lo único que consiguió fue recordar lo que había vivido ahí. Adam

suplicó que no tardara tanto, ya que Belly solo le había dado dos horas, pero él aun

no quería entrar al museo.

Finalmente la vio bajando los escalones con rapidez, Adam sonrió en cuanto la vio,

ella aún no se había percatado de su presencia, no hasta que atravesó la calle y lo

vio parado a unos metros. Lo observó de pies a cabeza, rogando porque no fuera

otra de las trampas de ese infierno que había vivido, se acercó a él y colocó sus

manos en el rostro de su novio. Soltó todas las lágrimas que tenía reservadas al

escuchar su voz.

—Hola hermosa—dijo y de inmediato sonrió.

—¡Adam! —exclamó al abrazarlo.

Él se aferró al abrazo, deseando que nunca terminara.

—¿Estás bien? — preguntó Helen sin apartarse de él.

—Si, estoy bien—respondió, colocó sus manos en las mejillas de ella para

examinarla—¿Tú?

Helen asintió.

—Ahora lo estoy. Tenía mucho miedo.

Él volvió a abrazarla y aunque en ese momento estaba feliz por el hecho de que

Helen estaba entre sus brazos, pensó en todo el odio que le tenía a Belly y a las

hermanas Reynolds por haber causado todo eso, por haber involucrado a Helen y

Caminos de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora