PARTE 18: HELEN LADO B1

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— Dispárales si quieres. A mí me da igual.

Al escucharlo decir eso una parte salvaje de ella despertó. Se puso de pie y saltó

hacia él hombre que sostenía el arma. Sintió las manos de los otros dos sobre su

cuerpo que intentaban apartarla de su compañero, pero el padre Jack se unió a su

lucha y empujó a uno de ellos.

Helen logró quitarle el arma y quiso alejarse del tumulto para amenazarlos con ella

y pedirles que se fueran, pero antes de que lograra hacer algo, escuchó el fuerte

sonido de un disparo. Otro de ellos también llevaba un arma, que permaneció oculta

en el bolsillo de su chaqueta.

Los tres sujetos se miraron entre ellos asustados, luego uno de ellos exclamó que

debían irse y fue el primero en salir de la biblioteca. El que tenía el arma miró a

Helen y por un momento ella pensó que le dispararía, pero la reacción del hombre

fue correr junto con su otro compañero, dejando atrás las cajas llenas de libros por

las que se habían molestado tanto.

Miró hacia abajo y vio al padre Jack con las manos en su vientre manchadas de

sangre.

— No eran más que chicos aparentando ser matones— dijo con dificultad.

Helen se arrodilló a su lado, le levantó la cabeza cuidadosamente y la colocó en sus

piernas. Él tosió y la sangre que salió de su boca saltó a la cara de Helen.

— ¿Qué hago? — le preguntó muy nerviosa.

Él le pidió que le diera la mano, y ella obedeció y la sujetó con la poca fuerza que le

quedaba.

— No hay nada que puedas hacer por mí— dijo—. Pero si puedes ayudar a tu

noviodebes ir a la catedral, busca al monseñor Gabriel, él te lo explicará

todoruega porque esté vivo.

¿Qué relación tiene Adam con todo esto? Eso era lo que quería preguntarle, pero

antes de que pudiera realizar su interrogante, el padre Jack murió en sus

brazos. Helen se quedó en silencio, sentía como su mandíbula se tensaba y sus

ojos se humedecían. Uso sus dedo medio e índice para cerrar los ojos del difunto y

lo recostó en el piso.

— Descansa en paz— susurró y su rostro se vio invadido por las lágrimas que

brotaban de sus ojos marrones.

No podía evitar pensar que esa muerte había sido su culpa, porque había saltado

sobre el hombre en un intento por quitarle el arma. Lloró por varios minutos sentada

a un lado del fallecido sacerdote, se cubrió el rostro con las manos y este se manchó

de sangre, pero no le importó. No lo conocía, pero nunca había visto morir a alguien

y jamás había sentido tanta culpa.

Antes de irse, buscó en la bodega una tela que le sirviera para cubrir el cuerpo. Lo

que halló era una vieja cortina, pero serviría. Lo tapó, recogió el libro azul y al salir

cerró las puertas de la biblioteca para que no fuera molestado.

— La catedral— dijo mirando hacia el norte de Kennys Lake—. Iré a la catedral.

Al inicio, su objetivo era encontrar a su papá y a Adam, pero la imagen que había

visto en el libro le había hecho entender que para ayudarlos tenía que saber el

origen de lo que estaba pasando. Y eso era lo que iba a hacer.

Continúa con Adam en el lado A en la parte 20, o en la parte 21 si estás

siguiendo el camino B1, ve a la parte 21 si estás en el camino B2.

Caminos de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora