PARTE 24- HELEN LADO B1

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Sus ojos estaban enrojecidos, fruto del llanto que no se detuvo durante toda su

caminata. No podía olvidar como el padre Jack había muerto en sus brazos y se

culpaba a sí misma por haber tenido la intensión de quitarle el arma a ese hombre.

Las dudas la inquietaban ¿Realmente les habría disparado? ¿Hizo lo correcto al

arriesgar su vida para salvarlos? ¿De que sirvió? De cualquier modo, el sacerdote

había sido asesinado y ella estaba viva y tenía que llegar a la catedral y buscar al

padre Gabriel.

Se detuvo en el parque central de Kennys Lake, se sentó en una de las bancas y

abrió el libro de terciopelo azul. El libro por el que el padre tanto se había

preocupado por conseguir y que al final fue ignorado por los ladrones junto con los

otros libros antiguos.

Se dirigió a las ilustraciones que había visto en la biblioteca, aquellas que eran muy

semejantes a los dibujos de Adam.

Miró en específico el de dos mujeres. La imagen estaba detallada y realizada con

sumo cuidado, nada que ver con los garabatos de un niño de ocho años, pero los

detalles como el color de cabello, de ojos y la vestimenta eran iguales. Por lo menos

lo que ella recordaba del dibujo que solo vio una vez en su vida un par de meses

atrás. Otro recuerdo que tenía de los dibujos de Adam era que en medio de las dos

mujeres había un niño que estaba triste, y en el piso yacía un hombre que a su

alrededor tenía rayones rojos, que Helen supuso que era sangre. Helen recordó que

la primera vez que los vio, se rio por los dibujos y que incluso Adam también estaba

riendo, reconociendo que su arte era muy malo a esa edad.

Sus ojos se humedecieron, y no pudo contener las lágrimas, dejó el libro a un lado

y lloró amargamente. Quería que su papá estuviera bien, y extrañaba a Adam con

desesperación. Para ella Adam era el mejor. Cuando tenía miedo o estaba

preocupada, él se acercaba a ella y la abrazaba sin decir nada, la dejaba hablar y

en ocasiones llorar. Y él se quedaba a su lado, escuchándola. En una situación

como esa quería sentir su abrazo y su calidez, pero no estaba y lo último que había

hecho con él era discutir. Y estaba enojada por eso.

— Adam— dijo su nombre entre lágrimas— ¿En dónde estás?

Y sabía que no le iba a responder. Él estaba muy lejos, tal vez muerto.

O tal vez nono podía estar muerto si los que habían causado todo el horror aun

lo necesitaban, según lo que el padre Jack le había confiado.

Se retiró las lágrimas de la cara usando la manga de su chaqueta, y volvió a tomar

el libro. Jack había mencionado que para salvar a Adam tenía que ir con el

monseñor Gabriel ¿Salvarlo de que o de quién? Y si tenía que salvarlo, significaba

que en ese momento él seguía vivo. Y aun podía hacer algo. No perdió más el

Caminos de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora